La Princesa del Palacio de Hierro. [Gustavo Sainz
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Название: La Princesa del Palacio de Hierro

Автор: [Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786077640134

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СКАЧАТЬ Bueno, digo nombres, pero éstos son para ti ¿verdad? Entonces ese día Gabriel se puso una borrachera infame y nosotros no sabíamos que el alcohol le hacía daño ¿no? Fíjate que el alcohol se le iba al cerebro. Entonces fíjate que se puso una borrachera tan terrible que lo tuvimos que noquear. Bueno, yo no, pero el guapo guapo tuvo que golpearlo hasta que perdió el sentido para que pudiéramos subirlo al coche ¿no? Y fíjate que de repente, ya viéndolo noqueado, entre mi hermano y el guapo guapo lo sentaron en su coche a un lado del volante, de manera que alguien manejara y lo llevara a su casa… Mi padre se sobaba la barriga y mi mamá no hacía más que ver el reloj, desorbitada, así que mi hermano propuso que se fueran a casa y que él se encargaba de Gabriel ¿no? Lo habíamos conocido en Las Dos Tortugas y yo quería estar un rato más con el guapo guapo y pedí permiso para acompañar a mi hermano por si necesitaba ayuda. Entonces mis padres dijeron que sí y se fueron ¿no? Entonces mi hermano que sugiere que nos vayamos nosotros dos juntos y que él lleva a Gabriel. Estábamos discutiendo si lo seguíamos o nos seguía cuando… Ah, Gabriel era Piloto del Infierno, Piloto del Averno, Piloto de la Muerte o algo así. Y fíjate, Piloto del Infierno, loco y borracho, fíjate en la combinación… Total, tú, lo subimos al coche. Estaba arriba del coche y mientras nosotros discutíamos que se sienta frente al volante y arranca y empieza a manejar como loco. Entonces fíjate que empezó… Por ejemplo: íbamos en una avenida y se pasaba para el lado por donde venían los coches, en sentido contrario, y empezaba a andar entre los coches, zigzagueando, esquivando peatones como a noventa kilómetros por hora. ¡Al carajo con los carriles, las bocacalles, las personas paradas en las esquinas! Y el pendejo del guapo guapo, en vez de irse del otro lado, vigilándolo… Allí iba, pegadito atrás de él.

      Bueno, veníamos el guapo guapo, mi hermano y yo en el coche de atrás, siguiéndolo. Luego el otro se subía a las banquetas y se metía entre los postes de luz, se subía y se bajaba, se subía y se bajaba, a la banqueta y a la calle, y nosotros detrás de él ¿no? Total, veníamos haciendo una serie de peripecias arriesgadísimas, completamente al compás del piloto de la Muerte. Entonces lo empezamos a seguir como desesperados ¿no? Y en eso que llegamos a la glorieta de los hongos, otra vez, después de rodar kilómetros. ¡Penes garapiñados! Habíamos vuelto a llegar casi al mismo lugar de donde habíamos salido ¿no?

      Había un tráfico espantoso porque era sábado y ya veníamos todos pálidos y desencajados. Ya veníamos que pregúntame si color telegrama. ¿Te imaginas? Después de una hora de andar zigzagueando entre los coches por Insurgentes, Paseo de la Reforma, Rhin y Gutenberg… Ah ¿sabes qué hacía? Abría la puerta del coche y entonces, con los pies, bajaba los pies y corría, corría manejando el coche ¿entiendes? Él abajo del coche. Y luego se volvía a subir… Un día Tito Caruso estaba tan impresionado que íbamos en su coche, con él, y lo trató de hacer. Veníamos mi hermano, Tito, una novia que tenía Tito y yo. Y lo trató de hacer afuera del cine Chapultepec. Estaba tan impresionado, pero tan impresionado con eso que dijo ay, mano, si no puede ser tan difícil. Entonces que abre la portezuela de su coche nuevo y empieza a correr. Y cuando se subió no le atinó a los frenos y chíngale, adentro de un camión nos fuimos a incrustar, justo a la mitad de un camión.

      Bueno, fíjate que llegamos a la glorieta de los hongos, tú, no sé cómo, llevándonos por delante como catorce depósitos de basura y un puesto de periódicos. Y entonces que dice el guapo guapo ya, no hay borracho que coma lumbre, en el alto se va a parar y punto, porque nos habían tocado puros sigas ¿verdad? Y yo pedía un alto, un alto, como si el semáforo se le fuera a encender en la inconsciencia ¿no? Y en el alto ni madres, que sigue derechito. Y fíjate que en eso venía un libre, venía un libre y que se le atraviesa. Y entonces que el coche de Gabriel se estrella contra el libre. Y con el impacto que tuvo el coche que se abre portezuela y Gabriel sale como trapecista para adelante, una cosa rarísima ¿no? Sale disparado por el aire y entonces cae de cabeza en el techo del libre contra el que chocó, y luego con la misma cabeza que se estrella en el suelo, que rebota y se estrella en el suelo. Fíjate nada más qué cosa. Imposible de creer ¿no? Y palabra, palabrísima que se cayó así, chíngale y otra vez, hasta el suelo…

      Entonces de ahí fuimos a la Cruz Roja. Para esto ya eran como las cuatro de la mañana, y hasta las dos de la tarde Gabriel volvió en sí y llamó a su abogado, ése muy famosote, ése que está casado con la artista de cine. Y cuando llegó el leguleyo qué crees. Entonces se puso a declarar que él había tenido toda la culpa, toda, toda la culpa, que venía borrachísimo y él tenía toda la culpa ¿no? Y que el del libre era inocente. Yo no podía creerlo, deveras. Que el del libre estaba en su derecho de cruzar y él se le había ido encima. Total, un locazo ¿no? Un locazo…

      Entonces yo andaba con el guapo guapo. Cuando empecé a andar con él estaban sus negocios viento en popa. Pero entonces lo empezaron a atacar los celos, y empezó a dejar muchos viajes a la frontera, muchas amistades. Por no dejarme ¿no? Por no salir. Entonces empezamos a planear nuestro matrimonio. Con él sí me hubiera casado ¿no? Ay, estaba tan pendeja que sí me hubiera casado. Y es que lo quería muchísimo ¿verdad?

      Entonces en mi familia empezaron a trabajar rapidísimo. En cuanto vieron que yo andaba con él empezaron a prohibirme salir, empezaron a prohibir que me moviera de la casa, una serie de cosas, en fin. Entonces decidí meterme a trabajar para tener un pretexto, para salir y poder verlo ¿no? Y entré a trabajar en un lugar adonde fui a hacer puras estupideces ¿no? Como tirar cosas. Tiraba yo todos los floreros, bueno, no, no sabes. Tiraba yo todo, todo. Porque me metieron allí a base de relaciones ¿no? Así que no me podían correr. Trabajaba en la butic de El Palacio de Hierro. Regalos exclusivos donde todos los regalos eran de más de mil pesos, pasaban de los mil. De dos mil pesos para arriba. Entonces yo, con lo distraída que soy, de eso que cada vez que llegaba alguien decía quihúbole, cómo te va, alzaba un brazo y tiraba un jarrón de catorce mil pesos. Ay, hacía cosas diabólicas, tú. Fíjate que creo que agarré ese trabajo para poder explayarme y decirle a la gente lo que me sucedía. A toda la gente que entraba a comprar le platicaba mis penas. ¡Era el diablo, era el diablo! No había gente a la que yo no le platicara mis sufrimientos. A todos, a todos. Era yo La Popular ¿te imaginas? Sufría como una condenada, porque entonces nos pusieron detectives, de mi familia, de mi tío. Entonces me pusieron un detective a mí y otro al guapo guapo. Era tan bien parecido… Entonces llegaron a conclusiones ¿no? Hicieron un reporte que le entregaron a mi familia, adonde decían que el Loco Valdiosera vivía de las señoras, que lo mantenía una equis, que le daba dinero otra equis; que además le gustaba la marihuana, una serie de cosas, en fin, que me parecieron las mentiras más grandes ¿no? Por supuesto que me parecieron unos engaños gigantescos… Olvídate, yo no creí nada de eso jamás.

      (“Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan, se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehúyen, se evaden y se entregan.”)

      3. Tenía cara de Chivas Regal

      Gabriel Infante había sido tan borracho, tan borracho, que hasta tenía cara de botella. Y fíjate que empezó a estar muy apegado a mí, profundamente apegado, quiero decir, a depender de mí ¿no? Quizá porque yo lo oía…

      Entonces una vez trató de suicidarse. Entonces me habló por teléfono y me dijo que por favor cogiera un lápiz y un papel. Estaba llorando como loco ¿no? Y llovía horriblemente. ¿Sabes quién era la primera vez que me iba a visitar? El primer día que me iba a visitar Alexis Stamatis. СКАЧАТЬ