La Princesa del Palacio de Hierro. [Gustavo Sainz
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Princesa del Palacio de Hierro - [Gustavo Sainz страница 13

Название: La Princesa del Palacio de Hierro

Автор: [Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786077640134

isbn:

СКАЧАТЬ para esto, desmayada, porque soy cobardísima ¿no? No sé por qué me sucedían esas cosas, porque soy de un miedosa, tú. Bueno, así fue la primera vez. Ya las próximas veces ya sabía y llegaban barcos o avionetas y empezaban a bajar cajas y cajas de contrabando, cajas de licor, de cartuchos, de ametralladoras, de drogas, y él las recibía y las pagaba. Claro que en esa época yo no sabía qué demonios había en las cajas. Y se llenaban dos tráilers de esos así, gigantescos, y yo regresaba a la casa verde, blanca, azul, de todos colores. En el camino me iba pintando así, chapas color rosa. Yo decía ahorita se da cuenta y se muere, porque no le gustaba que me pintara… No le gustaba nada que me pintara…

      Cuando él me venía a ver, cuando yo lo conocí, no me atrevía a salir con él. No me atrevía, no quería salir con él por nada del mundo. Imagínate, yo en esa época era una escuincla, una escuincla y él un señor de veintisiete años ¿no? Para mí era un señor. Además era casado ¿no? Entonces así estuvo viniendo muchísimo tiempo a verme y yo nunca salí con él. Nunca. Esta palabra encerraba una espantosa decepción. Pero yo tardé mucho en sentirme culpable. Era novia del guapo guapo, después salía con Mauricio, hasta anduve un par de meses con Gabriel Infante. Y las veces que llegué a salir con Alexis en aquellos tiempos fueron tremendas, aniquiladoras. Una vez me acompañó a ver jugar yoquei sobre hielo con mis amigos de quince y dieciséis años. ¿Te imaginas cómo se sentía? Entonces se iba desilusionadísimo.

      Pero hizo más viajes. Me seguía buscando. Y en uno de esos viajes salí con él y fuimos al Cuid. Entonces nada más te digo que toda la noche lo vi enojadísimo y de muy mal humor, lo vi bastante mal. Y después de muchos meses, cuando ya empecé a andar con él, me confesó que nunca me odió tanto. Porque fíjate que me puse pestañas postizas y él las odiaba, le repugnaban, y además se me estaban despegando cada dos minutos y yo me la pasé yendo al baño a pegármelas. Y luego a él, lo que le fascinaba de mí, lo que le gustaba muchísimo de mí es que era pelona, pelona con el pelo siempre güero con rayos. Y entonces esa vez que me vino a ver yo traía el pelo negro y medio largo, y pestaña postiza ridícula, y entonces le parecí monstruosa, le choqué, le choqué y me dejó de ver muchísimo tiempo. Ya no me volvió a buscar.

      Pasó el tiempo, no sé cuánto habrá pasado. Ya trabajaba en El Palacio de Hierro y pensaba mucho en él porque era un hombre que me gustaba y el guapo guapo viajaba constantemente y ninguno de mis otros galanes me hacía sentir lo suficientemente bien. Y como nunca me atreví a andar con él lo pensaba mucho, como si estuviera embarazada de él, con él aquí, y lo llevara a todas partes. Le hablaba todo el tiempo en susurro, tú. Entraba y salía de mi mente todo el día, todos los días, como aguja bordando en canevá. Estaba frustradísima, atrapada en una funda de sufrimiento, una piel ardiente y pecosa tú, a punto de estallar de deseo indecible. Si le hubiera hecho caso… Insaciablemente pensaba si hubiera salido con él y cosas así ¿no?

      Una vez Las Tapatías pasaron por mí al trabajo y caminamos hasta la Zona Rosa. Íbamos platicando y de repente, tú, nos encontramos cara a cara con Alexis. Y cuando lo vi lo único que se me ocurrió decir fue no sabes qué deseos tenía de verte. No lo saludé, ni le dije nada, nada más le dije no sabes qué ganas tenía de verte, anhelante, con cierto aire dolorido. Y entonces me dijo ¿deveras? Es nuestro diálogo… Le dije sí, con pasión, ¿vas a estar aquí mucho tiempo? Y me dijo sí, por qué no van a donde tienen que ir y nos vemos en el café de esa esquina en quince minutos. Yo le dije sí, allí nos vemos. Y nos pusimos contentísimas, felices de tan golosa combinación, rapaces, escandalosas. Y Las Tapatías me acompañaron hasta el café y se despidieron…

      Entonces apareció Mauricio, deportista y cantante, ya sabes, campeón de yudo y karate durante más de diez años. Yo salía con el guapo guapo entre semana y con Mauricio los sábados y los domingos. Pero estaba drogándose, tú, y se había convertido en el hombre más malo que hayas visto en tu vida. Nunca podrás conocer a uno más malo y más bravero, jamás. A todo el mundo madreaba, a todo el mundo lo medio mataba, a todo mundo, no, no, no sabes. Fíjate, tenía un corvet así, chaparrito, y nos subíamos y me ponía periódicos en las piernas para que los que iban en los coches más altos no me las vieran. Ay, era…

      Un día fuimos a ver un departamento, lo acompañé a ver un departamento. Cuando llegamos ¿no te importa que sale un tipo borracho de equis lugar y me hace así con una copa, brindándomela? Iba yo cargada de bultos y cosas, así, porque me acababan de abrir el coche y estaban forzadas las puertas, digo, las ventanas, y entonces no podía dejar nada. Entré así porque Mauricio ya estaba adentro y nos habíamos citado. Era para, bueno, dizque casarnos, cosa que nunca íbamos a hacer, que nunca hicimos, jamás. Yo iba cargando todo. Estaba una puerta abierta y descubrí a dos señores tomando, ya grandes, muy bien arreglados. Entonces uno de ellos me hace así con su copa pst, pst, señorita, y se levanta y viene hacia mí. Mauricio se dio cuenta y casi lo desbarata, tú. El hombre se le hincaba, el hombre se le hincaba y le decía por favor, le suplico, por favor, déjeme, se lo pido. Y a cachetadas, y a cachetadas, durísimo, durísimo, pero durísimo. Horrible ¿no? Ya lo tenía todo abierto al hombre, todo destrozado, todo sanguinolento. Bueno, yo tapándome la cara, en fin, horrible, horrible, horrible… Y en cuanto lo vi, la tarde que te cuento, la muy idiota que digo ay, que tienes un coche nuevo, enséñamelo, y que me salgo volada para ver el coche, un mercedes benz… Nadie lo denunciaba. Una cachetada a cualquiera le tenía que haber costado el campeonato de yudo y karate, no me digas que no. Pero nadie se atrevió a denunciarlo y fue campeón durante once años o más… Piensa en todos los que habrá golpeado, imagínate…

      Y ya estaba con él, en su nuevo coche esport, y vi entrar a Alexis en el Kineret y yo no le podía avisar ni nada. Vi que Alexis pedía una cerveza y no le podía mandar ningún recado. Nada más podía mirarlo y eso de vez en cuando, furtivamente, retorcida de ansiedad. Y lo vi terminarse la cerveza y aburrirse. Yo estaba petrificada, viendo desaparecer adentro de ese coche todas las posibilidades de realizar el encuentro superdeseado con un sufrimiento terrible. Total, de pronto identifiqué unas palabras de Mauricio. Te llevo a tu casa. Llevaba diciéndolas quién sabe cuánto tiempo. Y dije bueno, llévame, porque había visto salir a Alexis. Dije fervorosamente mañana, mañana lo localizo por medio del güero Frontoni. ¿Te acuerdas que tenía una tienda allí junto? Y eran muy amigos. O si no, hablo a Acapulco, pero mañana lo localizo… Diablos, sí, mañana sin falta…

      Al otro día que me levanto a las ocho de la mañana y comienzo a hablar por teléfono a casa del güero. Nunca me contestó. A las nueve de la mañana ya estaba vestida, pintada y arreglada en la puerta de su tienda, sólo que ya no tenía tienda, la había vendido y no me había dado cuenta, no sabía. Ah, luego me encuentro a Tito Caruso y le cuento mis tristes penas. Fíjate lo que me pasó, un muchacho que nunca había salido conmigo, en el Kineret, una cita, iba, estuve, en punto, Mauricio, allí, Las Tapatías, y ahora que estábamos decididos a salir, este, yo quería…

      Fíjate, era tan cierto que hacía un par de semanas que había escrito a Acapulco pidiéndoles a Sarita y Jacobo que me invitaran, que tenía muchas ganas de ir, de descansar un poco, de asolearme, pero yo con la intención de arrojarme a los genitales del apático Alexis y ahora sí de andar con él, ahora sí, definitivamente… Bueno, si me hacía caso ¿verdad? Porque después de tantas cosas que habían pasado a lo mejor se le había disuelto el interés cachondo. Y entonces fíjate, qué casualidad, antes de que Sarita me contestara me encontré con Alexis. Es que tenía muchos negocios en México ¿no? ¡Qué maravillosa coincidencia! Entonces Tito dijo ¿quién es? Naturalmente interesado porque le caía medio mal el guapo guapo.

      Y no, no lo conoces, es un muchacho que no vive en México… Además yo no quería decirle ¿no? Porque era, bueno, peor que setecientos Mauricios. En eso llega éste, ¿cómo se llama? Andrés Gutiérrez, uno de los novios de La Tapatía Grande, ya sabes, y me encuentra parada en la esquina y me dice hola flaca ¿no fuiste a trabajar? Y empiezo, estoy tristísima porque… Entonces que me suelto a llorar, tú, y le digo lo que me pasó y empiezo llore y llore y llore, llorando de llorar, Y dice dime quién es, yo te lo localizo. Le digo no, no, porque es un muchacho СКАЧАТЬ