Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
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Название: Pinceladas del amor divino

Автор: Erna Alvarado Poblete

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Lecturas devocionales

isbn: 9789877982817

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СКАЧАТЬ verte crecer como un árbol frondoso, con una cosecha abundante de buenos frutos. No quiere verte derribada en tierra por los vientos que traen ideas, filosofías y modas ajenas contrarias a los planes que Dios tiene para ti.

      Te puedo asegurar, por la autoridad que me dan los años vividos, que si decides hoy a favor de Dios y de su Palabra, tendrás una vida plena, quizá con fracasos, pero nunca con derrotas. No desestimes sus consejos, especial­mente, cuando alguien te susurre al oído que lo que Dios dice está caducado en una sociedad que se considera “iluminada” y sin necesidad de él. Dios dice: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas” (Col. 2:8, RVR 95). Pues eso: que nadie te engañe.

      Para la toma de decisiones correctas, Dios te otorgó tres virtudes: inteligen­cia, libertad y voluntad. Aprópiate de ellas y serás más que vencedora; te coronarán de gloria ante Dios y ante los hombres.

      La juventud es una etapa de plenitud. Aprovecha esa fortaleza física, ese tiempo para realizar proyectos, y esa capacidad intelectual, para emprender todo aquello a lo que Dios te llama.

      Hablemos de la inteligencia

      “Pide con todas tus fuerzas inteligencia y buen juicio” (Prov. 2:3).

      La palabra “inteligencia” viene de dos raíces latinas: intusque sig­nifica “entre”, y legereque quiere decir “escoger”. De modo que, etimo­lógicamente, el que es inteligente “sabe escoger”, entre varias alternativas, la más conveniente para resolver un problema o tomar una decisión; es de­cir, elige la mejor opción entre varias posibilidades.

      Cuando Dios nos creó, nos dotó de inteligencia; es un don que, si lo de­sarrollamos, nos llevará por la vida asertivamente. Por lo tanto, la inteligen­cia no es exclusiva de un grupo determinado. La creencia de que los varones son más inteligentes que las mujeres, lamentablemente popular y aceptada por muchos, es absurda; no la creas, de lo contrario te menoscabarás a ti misma proclamando a los cuatro vientos que “no puedes” ante ciertos desafíos in­telectuales.

      De existir alguna diferencia entre la inteligencia del hombre y la de la mujer, tendría que ver con el tipo de inteligencia que tenemos, no con el hecho de te­nerla o no. Investigaciones científicas sugieren que, en los varones, predomi­na la inteligencia racional, mientras que, en las mujeres, la emocional. En otras palabras: ambos somos inteligentes, cada uno a su manera.

      Saber escoger, decidir y resolver es la expresión máxima de inteligencia; para ello, necesitas desarrollar tus facultades emocionales, intelectuales y espiri­tuales. En la Palabra de Dios, el discernimiento es sinónimo de inteligencia.

      Cuando yo era niña, muchas veces vi a mi padre usar un cernidor, que es una herramienta artesanal para separar la paja del grano de trigo. La paja se la llevaba el viento, mientras que el grano limpio iba al granero, para des­pués convertirse en nuestro preciado alimento.

      ¿Quieres ser inteligente, en el verdadero sentido de la palabra? Capacítate con la lectura de la Biblia. De ahí derivará tu capacidad de discernir entre el bien y el mal, entre lo puro y lo impuro, entre lo santo y lo profano. La inteli­gencia se ejercita cuando desarrollas conciencia propia, que es la capacidad de “darte cuenta” y analizar todo lo que recibes del exterior, para quedarte con lo que está en armonía con los valores del Evangelio.

      Hoy, antes de iniciar tus actividades, pide al Señor inteligencia para tomar decisiones que lo honren y edifiquen tu vida para el Cielo. El Espíritu Santo dice: “No olvides mis enseñanzas, hijo mío; guarda en tu memoria mis manda­mientos, y tendrás una vida larga y llena de felicidad” (Prov. 3:1, 2).

      Mujer, eres libre

      “Y a mí, que estoy pobre y afligido, Dios mío, ¡ven pronto a ayudarme! Tú eres quien me ayuda y me liberta; ¡no te tardes, Señor!” (Sal. 70:5).

      Mujer, ¡eres libre!, es el título de un hermoso libro escrito por T. D. Jakes. En él se hace referencia a la guerra que nosotras sostenemos contra Satanás para librarnos de las cadenas del pecado. Dios es liber­tad y nos creó libres. Nuestro Dios pudo enderezar la espalda de una mujer que estaba destinada a vivir mirando al suelo; “las primeras palabras de Jesús para esta mujer no fueron una recomendación para que hiciera terapia, sino que impartió una orden: ‘Mujer, eres libre de tu enfermedad’ (Luc. 13:12, 13). Puso las manos sobre ella, y ella se enderezó al momento y glorifi­caba a Dios” (p. 13).

      Aún recuerdo cuando la vi entrar por el pasillo de la iglesia, mientras yo daba un mensaje a las damas. Se sentó nerviosa en los primeros asientos y se dispuso a escuchar. Sus ojos estaban rojos, su cabeza sin cabello, su ropa de­saliñada y sucia. Sin embargo, fue nuestra “visita estrella”, pues no faltó a ninguna de las reuniones. Una de las tardes, bajo un árbol, escuché su historia. Víctima de abuso sexual, había abandonado su casa siendo apenas una niña, para vagabundear con personas que la introdujeron al mundo del alcohol, las drogas y la promiscuidad. Me fui de aquel lugar dejando un compromiso en las hermanas de la iglesia para que cuidaran de ella.

      Varios años después, fui yo quien se sentó en los primeros asientos para escuchar la bienvenida que en ese momento daba la directora de la Escuela Sabática. Escuché su voz, miré sus ojos y recuperé una imagen casi perdida en el recuerdo. ¡Era ella! Ahora era una mujer libre. Dios rompió sus cadenas; le dio una nueva imagen y una nueva visión de sí misma. Dejó de ser esclava para vivir como hija de Dios.

      Mujer, Dios te hizo libre; tus traumas, desilusiones y fracasos quizá te pa­ralizan y te hacen repetir: “No soy nadie, Dios se ha olvidado de mí”. Levan­ta tus manos al cielo, clama gracia divina y tus cadenas caerán ante tus ojos y ante los que te observan. Ten ánimo, eres hija de Dios y no esclava de Satanás. Enderézate y exclama: “El poder del Señor alcanzó la victoria! ¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!” (Sal. 118:16, 17).

      La fuerza de voluntad: el principio del éxito

      “Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio” (2 Tim. 1:7).

      La fuerza de voluntad es el impulso que nos mueve hacia un ob­jetivo. Quien la desarrolla, persevera, se esfuerza, invierte tiempo y de­dicación en la prosecución de sus metas; y las alcanza.

      La nadadora mexicana Mariel Hawley cruzó el canal de la Mancha en las condiciones más adversas. La competencia requería que los participantes na­daran con un traje de baño convencional, desafiando las bajas temperaturas, los fuertes vientos y la marea. Hizo el recorrido de 33 kilómetros con un prome­dio de 67 brazadas por minuto. Esta increíble hazaña fue con un objetivo: recaudar fondos para que niños mexicanos con labio y paladar hendido tu­vieran acceso a una cirugía. Indudablemente, necesitó sobreponerse al cansan­cio, al frío, a la deshidratación y, por momentos, al desánimo.

      En una sociedad donde muchos buscan hacer las cosas fáciles y rápidas, la fuerza de voluntad parece una virtud perdida y poco apreciada. Muchos inician un proyecto y, al poco tiempo, lo abandonan, arguyendo que las condiciones no se dieron. ¿Sabes qué? Cuando las condiciones no se dan, hay que crearlas. Así lo hizo Josué cuando fue llamado por Dios para llevar a su pueblo a la Canaán terrenal; fue la fuerza de voluntad lo que impulsó a Ester a presentar­se ante el rey Asuero, bajo el lema: “Y si me matan, que me maten” (Est. 4:16); el joven pastor de Israel, David, se sentó en el trono después de pasar un sin­fín de penurias. Fueron todos ellos СКАЧАТЬ