Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
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Название: Pinceladas del amor divino

Автор: Erna Alvarado Poblete

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Lecturas devocionales

isbn: 9789877982817

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      El noviazgo está en los planes de Dios como “antesala del matrimonio”. Y recibe la bendición divina cuando se experimenta con la persona adecuada y por el tiempo prudencial. Muchas jóvenes tienen la fantasía de que coleccio­nar novios las hará más populares; otras sienten que tener novio es algo así como un “deporte” que hay que comenzar a practicar temprano en la vida para estar en la “onda juvenil”, que hoy por hoy promueve los excesos como la máxima de la vida. La señorita que sigue el consejo de sus padres y de su Padre celestial vivirá el noviazgo de manera plena, sin culpa y sin miedo. El día de la boda será el principio de un amor comprometido y seguro, donde en una entrega absoluta podrán gozar de los placeres legítimos que Dios ha prepa­rado para ambos.

      Cuando llegue el momento de que tengas una relación de noviazgo, pídele a Dios que te ayude a hacer la elección correcta; busca a un joven que mo­dele en su vida un carácter noble, tanto en público como en privado. Te aseguro que su forma de ser en el noviazgo será más evidente cuando estén casados; tú no podrás cambiar nada en él. Tampoco te dejes llevar solo por la apariencia física, que aunque es importante no es determinante. La popularidad de un chico no es garantía de que sea idóneo para casarse.

      El noviazgo debe culminar en una coronación de amor y no en un calvario de culpa, llanto, abandono y martirio. Cerciórate de que el corazón de tu no­vio le pertenezca a Cristo antes que a ti. Si no ama ni respeta a Dios, tampoco te amará ni respetará a ti.

      Ser adolescente

      “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ecl. 11:9, RVR 95).

      La adolescencia está llena de emociones y descubrimientos; es el tiempo de dejar la infancia y de comenzar a tomar algunas decisiones con responsabilidad. En este proceso descubres una nueva imagen de ti misma cuando estás frente al espejo. Y no solo eso, sino que también expe­rimentas nuevas emociones, nuevas formas de sentir y de vivir. Sin lugar a dudas, es una etapa que recordarás el resto de tu vida y que determinará en gran medida tu futuro. Por eso es importante que seas cautelosa y prudente.

      Sí, sé cautelosa y prudente en lo que hagas, pienses y sientas durante tu ado­lescencia. Por supuesto, en todo esto no estás sola; cuando tengas dudas, acude a tus padres y a personas que te muestren con su vida lo que es bueno. La mayoría de las chicas adolescentes se quieren “comer” la vida antes de tiempo, y son arrastradas por su grupo de iguales a vivir experiencias para las que no están preparadas. Los noviazgos prematuros, la búsqueda obs­tinada de independencia y el deseo de experimentar nuevas emociones te pueden llevar al borde del precipicio y, en el peor de los casos, a la muerte.

      Revisa algunos consejos que te ayudarán a ser asertiva en esta etapa:

       No siempre lo que dice la mayoría es lo mejor.

       No te dejes llevar por formas de vida que no estén de acuerdo con los valores que has aprendido en tu hogar.

       Las personas adultas no son anticuadas; solo tienen experiencia. Escu­cha sus consejos.

       Rodéate de amigos y amigas que piensen y vivan de acuerdo a los princi­pios y valores del evangelio.

       Sé cuidadosa en el manejo de las redes sociales.

       No te quejes por todo; la vida requiere esfuerzo y mucho trabajo.

       No eches la culpa a tus padres por tu mala conducta.

       Fumar, consumir alcohol y drogas no te hacen adulta; te hacen “adicta”. No olvides el consejo del sabio: “El que haga un hoyo caerá en él” (Ecl. 10:8, RVR 95). Mi querida niña, construye tu vida con sabiduría; ahora es el momento.

      Ser anciana

      “Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda” (Sal. 37:5).

      En el año 160 a.C., la vejez era vista como una enfermedad. Cuando un anciano moría, se decía: “Se acabó la pelea de un derrotado”. A pe­sar de los años transcurridos, la tendencia parece no haber cambiado mucho; hoy se pondera la juventud como un tesoro y se desestima la vejez, mirándola como una pérdida irremediable.

      Pareciera ser que la vejez solo se considera un asunto de salud; las fuerzas menguan, las capacidades físicas se deterioran, se acaban la agudeza visual y auditiva, y las facultades intelectuales aminoran. Obviamente la plenitud de vida va más allá de los aspectos físicos. En la ancianidad, la corporalidad se vi­ve de otro modo, pero no menos intenso que en la juventud. Los pasos len­tos de una anciana son también una respuesta a los años vividos. La prisa es innecesaria; es tiempo de contemplación, de reflexión y de encuentro con la vida. Esta es una lección que bien harían en aprender los jóvenes para no ser tragados por la vorágine de la vida moderna.

      El quehacer de la vida no termina con los años; continúa, pero de manera diferente. Las ancianas no cuentan el tiempo en las manecillas del reloj; lo cuentan en experiencias y en obras de bien. Tienen la oportunidad y el privi­legio de vivir el presente sin la ansiedad que a las jóvenes les genera el miedo al futuro.

      Es en esta etapa de la vida cuando se tiene como prioridad lo que es esen­cial y se deja de lado lo trivial. La productividad no se acaba; simplemente tiene otro sentido. Las manos, los labios y los brazos de la anciana están cargados de historias de vida, deseos cumplidos, fracasos superados. Quien busca estre­char esas manos y oír esas historias tiene ante sí un manual de vida que en­seña, corrige y aconseja de manera práctica, no con una teoría que no haya sido probada. Las experiencias de vida son las que le dan autoridad. Es en este tiempo cuando la amistad con Dios es tan genuina y real, que solo se piensa en la muerte como el momento de acercarse al día de la venida del Señor.

      Vive tu vejez con gratitud a Dios por haber llegado a este tiempo tan espe­cial de la vida, que te pone como maestra del bien, consejera y amiga. Este día y hasta el último de tu vida Dios está y estará contigo.

      La mujer de Dios en una “sociedad líquida”

      “La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece firme para siempre” (Isa. 40:8).

      El sociólogo, filósofo y ensayista Z. Bauman introdujo el concepto de “sociedad líquida”. Con esta expresión hizo referencia a ese tipo de vida tan común hoy en día que se caracteriza por carecer de rum­bo, llevando a las personas a permanecer en un estado constante de incer­tidumbre. En una sociedad líquida, los valores se diluyen rápidamente de una generación a otra, nada parece tener raíces profundas, y todo se mueve de acuerdo con las circunstancias. Ni los hábitos, ni lo bueno y lo verdadero alcanzan su solidificación; de ahí la incertidumbre y el “desgano” de mu­chos para moverse hacia metas y objetivos loables.

      En medio de este estado de cosas, qué grato es tener la certeza de que la Palabra de Dios “permanece para siempre”. Todo lo que Dios nos ha dicho a través de su Palabra es eterno e inamovible, sean cuales fueren las circunstancias. Las mujeres de Dios pisan suelo firme, seguro y certero cuando viven y se mue­ven en base a un claro “así dice Jehová”.

      No hay duda de que la volatilidad de valores y principios СКАЧАТЬ