Pinceladas del amor divino. Erna Alvarado Poblete
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Читать онлайн книгу Pinceladas del amor divino - Erna Alvarado Poblete страница 27

Название: Pinceladas del amor divino

Автор: Erna Alvarado Poblete

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Lecturas devocionales

isbn: 9789877982817

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СКАЧАТЬ generando un gran vacío.

      Nuestra estancia en este planeta nos ha alejado de Dios, acercándonos al dolor; sin embargo, debemos estar seguras de que Dios “nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros” (2 Cor. 1:4). He ahí una de las pocas cosas buenas del dolor.

      Viktor Frankl asegura que el sufrimiento sin sentido aniquila y produce desesperanza; mientras que, por el contrario, el sufrimiento con sentido nos hace crecer. Dios permite que pasemos por el túnel del dolor porque, a través de la prueba, salimos refinadas como el oro pasado por el fuego. ¿Estás ahora mismo en el fuego de la prueba? ¿Lloras por una pérdida? ¿Una enfermedad amenaza tu vida? ¿Has perdido a un hijo? ¿Tu matrimonio está en crisis? No estás sola; Dios está contigo, aunque no sientas su presencia. No pretendo de­cirte que no sufras; solo intento que comprendamos juntas que, al final del duelo, hay algo nuevo que valdrá la pena.

       No fuerces al dolor para que se vaya. Déjalo fluir; se irá lentamente. El dolor de una pérdida es muy personal; sigue tu propio ritmo.

       La aceptación vendrá; solo pide a Dios fortaleza para esperar su llegada.

       Apóyate en una red de personas cercanas a ti.

      Las pérdidas parecen ser nuestras compañeras de vida; sin embargo, es alen­tador pensar que no seremos probadas más de lo que podemos soportar. Esta es una promesa de Dios. Que hoy, tu oración sea: “Querido Dios, el dolor que siento es irresistible. Dame fortaleza para soportar y confiar en tu amor y misericordia”.

      Tu identidad como mujer

      “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas” (Prov. 31:10, RVR 95).

      Hoy, muchas mujeres buscan su identidad en los modelos que el mundo ofrece; pero muchos de esos modelos desvirtúan por com­pleto el ideal que Dios tiene para la mujer, manifestado en Proverbios 31. Como protagonistas que somos en el quehacer social, familiar, económi­co y cultural de nuestros entornos, encontramos cada día oportunidades y retos que debemos aprender a poner en armonía.

      Dios, que es el dador de todo bien, nos ha hecho poseedoras de habilida­des y aptitudes para hacer frente a las exigencias del momento. La mujer que busca su identidad en Cristo debe hacer las obras que él hizo. El ministerio terrenal de Jesús estuvo lleno de obras de bondad y misericordia; su corazón se enternecía frente al sufriente, amaba a los niños, respetaba a las mujeres y era recto y santo delante de los varones. Nosotras, sus hijas, hemos de ser por­tadoras de esas mismas virtudes.

      Dios nos ha llamado a consolar a los que sufren, a mitigar el dolor de los en­fermos y a saciar al hambriento. Para esto, las mujeres cristianas debemos ir al rescate de lo “femenino”. Las mujeres “rudas” abundan; hacen gala de su desprecio hacia la femineidad y hacia todo lo que esta implica. Por creación es­tamos hechas con la capacidad de nutrir, de dar intimidad y de ofrecer ternura, comprensión y sensibilidad.

      Estoy convencida de que la femineidad no es un concepto cultural, como muchos aseguran; otros más osados afirman que la mujer sufre una terrible presión social por el patrón cultural que se le ha asignado, que la obliga a ser delicada, frágil y tierna. En realidad, creo firmemente que las cualidades fe­meninas fueron otorgadas por nuestro Creador, y que no genera sufrimiento el hecho de ser mujer. Las características propias de mujer nos han sido otorgadas por Dios, con vista a que se cumplan sus planes en nosotras.

      Siéntete agradecida de ser mujer; la vida moderna exige cambios y debes hacerlos, pero sin renunciar a tu naturaleza. Desde tu esencia y de acuerdo a la voluntad de Dios, toma de la modernidad lo que te sirve para ser mejor en todos los ámbitos de tu desarrollo; esto es, espiritual, física y emocionalmente. Pero vive de modo que las mujeres que te observan se sientan inspiradas a ser personas de bien, y los varones tengan un concepto positivo de las mujeres gracias, en parte, a ti.

      ¿Quién soy?

      “Es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano” (Efe. 2:10).

      El primer documento oficial que recibimos al nacer es el certifi­cado o acta de nacimiento; este papel nos dice que existimos, cómo nos llamamos, quiénes son nuestros padres y cuál es nuestro sexo. En otras palabras: nos da identidad.

      Alrededor de los nueve meses de vida, quizá por primera vez, tenemos un encuentro con nuestro “yo”, cuando nos vemos frente a un espejo. A medida que crecemos, vamos reafirmando esa identidad a través de lo que vivimos co­tidianamente en el entorno donde nos movemos. Saber quiénes somos genera bienestar y nos da la seguridad que necesitamos para ser nosotras mismas en nuestra cotidianidad. Desgraciadamente, muchos hombres y mujeres, especial­mente los más jóvenes, no tienen claro quiénes son y viven como veleros, de allá para acá, buscando su “yo” en la identidad de otros. Muchas señoritas quieren ser y vivir imitando a las artistas de moda o a las modelos de las revis­tas. Usan ropas estrafalarias sin preguntarse si les sientan bien; lo único que les importa es estar a la moda y ser el centro de atención. Asumen actitudes desfachatadas queriendo parecer actualizadas y de mente abierta.

      Si eres joven, sé que enfrentas día a día la presión del grupo; las llamadas nuevas “culturas” intentan arrastrarte hacia comportamientos que, sin que te des cuenta, roban tu identidad, hasta que te sientes perdida en un mar de voces que te llaman hacia una vida regida por el libertinaje. Por favor, no ol­vides que tu identidad fue definida en el Cielo, cuando Dios te creó. Es nece­sario que cada día te conectes con tu origen. Al hacerlo, no solo reafirmarás quién eres, sino que también sabrás a ciencia cierta a dónde vas.

      La ruta de vida de una señorita cristiana no es aburrida y sin emoción, como muchos te quieren hacer creer. Jesús entiende la alegría y el entusiasmo ju­veniles, y no solo los entiende, sino que los incentiva; él se alegra, ríe, canta y juega contigo. Se emociona y sueña con tus sueños porque él fue como tú, un joven que compartía socialmente con otros, sin olvidar quién era y cuál era su misión. Hoy te toca a ti hacerlo; sé una fuente de gozo para los demás. Vive tu energía juvenil para atraer a tantas chicas sin identidad, perdidas y confundidas en un mar de ideas que nacen hoy y mueren mañana.

      Quien la hace, la paga

      “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ecl. 11:9, RVR 95).

      Seguramente has escuchado el refrán “quien la hace, la paga”. Quiere decir que, quien hace mal, por eso de la ley de causa y efecto, acabará pagando las consecuencias de sus malas decisiones. Sin embar­go, esta vez te invito a mirar la otra cara de este dicho popular; es decir, quien hace el bien acabará, también, recibiendo las bendiciones de haberlo hecho.

      Hoy quiero compartir esta reflexión especialmente con las jovencitas. Ustedes deben saber que las decisiones que tomen hoy determinarán las re­compensas que recibirán en el futuro, y me refiero especialmente a ustedes por estar en una de las etapas de la vida donde se deciden asuntos cruciales, que determinan en gran medida cómo vivirán las etapas subsiguientes.

      Buenas decisiones hoy, buenas recompensas en el futuro. Así de simple, así de sencillo. СКАЧАТЬ