Cartas a Thyrsá. La isla. Ricardo Reina Martel
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Название: Cartas a Thyrsá. La isla

Автор: Ricardo Reina Martel

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Libro

isbn: 9788417334307

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      —Entiendo aún poco de cuanto me rodea, ya se lo comenté a Noru. Aunque reconozco que no he parado de recibir consejos y cierta cordura desde que salí de la Sidonia; presiento que aun así, estoy muy lejos de comprender el mundo en que resido.

      —Nunca lo conocerás Ixhian, te lo puedo asegurar. No existe nada cierto bajo el sol y mucho menos en la oscuridad de la noche.

      —Es hermosa tu hija —cambió de conversación el joven bruscamente, originándose un prolongado silencio entre ambos.

      —Duele —dijo Bhima mirando abstraído hacia la montaña.

      —Tu huida, no se debe solo a ella ¿verdad? —Quedó en silencio, eludiendo contestar y manteniendo la mirada, absorta en un cielo que comenzaba a tronar.

      —Comprendo por qué te han elegido. Sin duda eres un joven moldeado en otra materia. Vamos, resguardémonos que vienen tormentas y pronto comenzará a llover.

      —¿Lo sabrá algún día? ¿Le contarás a ella toda la verdad? —continuó Ixhian instigándole, mientras se retiraban en busca de refugio.

      —Son cosas que sucedieron y créeme que es mejor no remover nada; sacudir el pasado supone el resucitar hechos y personas que ya no habitan entre nosotros. Y por lo tanto, supone el enfrentarse a situaciones que uno ya no tiene posibilidad de enmendar. Ojala pudiera volver…

      —Siempre huyes y te escondes, de seguro te fuiste abandonando todo cuanto querías. —El viento arreciaba con fuerza y la lluvia comenzaba a barrer la aldea.

      —¿De dónde sacas eso?

      —Estas a punto de perder a tu hija y ella te echa demasiado en falta, te lo puedo asegurar.

      —¡Basta! ¡Por todos los dioses! Detente por favor, el aprendizaje es ahora para ti; tú eres el que debes comenzar ahora. Nosotros tan solo esperamos una conclusión de todo esto.

      —Lo leo en tus ojos, algún día tendrás que enfrentarte a tu carga, como yo a la mía.

      —¿Me hablas de Thyrsá?

      —No, hablo de otra persona, ella aún sigue aquí; te hablo de algo que debió sucederte, no estás en paz.

      —No pude hacer nada por evitar la catástrofe, aún pasados tantos años, me pregunto realmente qué sucedió y Thyrsá se parece tanto a ella…

      —¿Por eso huyes de Thyrsá, por eso te das a la bebida? Escapas de cuantos rodean tu mundo y de todo cuanto te hace recordar el pasado. ¿No es cierto?

      —Huyo por no poder entender. Tú no sabes el peso que supone vivir sin respuestas. Ya te lo dije antes, vivir con el desconocimiento también mata, lo puedo atestiguar… no se lo cuentes, no le hables de esta conversación a ella. Aún no está preparada ¡Júramelo! —Sobresaltado y fuera de sí se aferraba con fuerza a la camisa de Ixhian, mientras vociferaba con rabia ¡Aún no ha llegado su momento!

      —No será necesario, lo descubrirá por si sola —le contestó con determinación nuestro joven.

      Y dándose media vuelta se dirigió al interior de su aposento, comenzaba a diluviar y ahora sí que necesitaba de un lugar de reposo y calma. El Gris no estaba, por lo que se hallaba solo en la cabaña, multitud de pesadillas le asaltaron esa noche sin conseguir reposar, pues un conocido desasosiego le trasladó a los primeros tiempos de la Sidonia.

      Ya en la cena, compartió mesa con los jóvenes que tocaban música en la noche anterior, necesitaba de una retirada y algo de esparcimiento. El abuelo le observaba desde una mesa contigua, sus ojos de búho reflejaban perturbación y desasosiego. En eso irrumpió en el comedor un señor vestido de oficial comandador. Alto y pelirrojo, de aspecto fornido y cubierto por un voluminoso abrigo de piel. Portaba una frondosa y descuidada barba, su descuidado cabello rojizo le sobresalía rebelde, cayéndole sobre los hombros.

      —¡Marcelo! —gritó Dewa haciendo multitud de ademanes, para que tomase asiento a su lado. Sin embargo al instante de entrar el militar, se levantó el comedor a recibirlo.

      Apresuradamente, el capitán se dirigió hacia la mesa en donde se sentaban los tres magos, saludando a Noru en primer lugar.

      —Toma asiento Marcelo, sé bienvenido una vez más a nuestra casa y la tuya, comparte con nosotros estos alimentos, regalos del bosque —dijo Noru, mientras el visitante se mantenía en pie.

      —¿Es él? —dijo dirigiéndose a Ixhian.

      —Todo tuyo, acabadito de cazar como quien dice —le contestó el Gris pícaramente.

      —Haré de él un hombre y un buen combatiente, no dudéis de ello.

      —Mide tus palabras antes de pronunciarlas Marcelo, el enemigo se haya acechando y no sabemos desde donde —dijo el abuelo, invitándolo a compartir una mesa apartada y silenciando así sus palabras.

      —No debéis preocuparos, Miyard. Las costas están bien guardadas por mis tropas y no hay señal alguna de nuevas invasiones, en la Ensenada reina la calma.

      —No viene de afuera cuanto nos preocupa —contestó Dewa, mientras Marcelo le lanzó una mirada cargada de interrogaciones.

      —¡Esa boca! ¡Este hombre me mata! —le reprochaba enfadado el abuelo.

      Terminada la cena se retiraron los cinco a conversar en un pabellón contiguo. Por lo que aprovechó nuestro joven para salir a pasear, la noche se presentaba fresca y por primera vez desde hacía mucho tiempo, echaba de menos su vieja caverna.

      Se hallaba tremendamente desolado, un nudo le oprimía la garganta y tenía ganas de llorar. Bajo una suave llovizna intentó apartarse de todos y alejarse de la aldea.

      No conseguía avanzar, la lluvia y la niebla se habían aliado en su contra, así que se detuvo bajo un arco de piedra que daba paso a un sendero llamado Ascensión, el cual llegaba hasta el Ánima y a lo más profundo de la selva. Un pequeño santuario se hallaba justo en el cruce del camino y aunque anteriormente nunca hubiese rezado, esa noche sí lo hizo. Rezó por Thyrsá y madre Latia, dándoles gracias por todo cuanto habían hecho por él. Hundido y profundamente deprimido, imploró que lo llevasen lejos de allí, de vuelta a casa y al plácido hogar en el altozano. Repentinamente se percató que bajo el arco de Ascensión, unos hombres de piel oscura lo contemplaban bajo la lluvia; eran los panteras. La tribu del Ánima lo protegía, y dándose media vuelta echó a correr en dirección de su aposento. Estaba claro que el control de su vida se le escapaba de las manos.

      [22] El Péndulo de la Clepsidra, es un concepto del tiempo.

      X - Thyrsá

      Recuerdos desde el Castillo de la Batida

      Despierto, mi garganta me aprieta y siento ahogo. Quiero morirme, he vuelto a soñar con una celda solitaria, me encuentro sola, estoy aislada y no СКАЧАТЬ