Название: El continente vacío
Автор: Eduardo Subirats
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
Серия: Historia
isbn: 9786075475691
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Cristóbal Colón, hombre apto y muy conveniente a tan gran negocio y digno de ser tenido en mucho [se dice en este documento pontificio], con navíos y gentes para semejantes cosas bien apercibidos, no sin grandísimos trabajos, costas y peligros […] hallaron ciertas islas remotísimas y también tierras firmes, que hasta ahora no habían sido por otros halladas, en las cuales habitan muchas gentes que viven en paz, y andan, según se afirma, desnudos, y que no comen carne. Y a lo que dichos vuestros mensajeros pueden colegir, estas mismas gentes, que viven en susodichas islas y tierras firmes, creen que hay un Dios Creador en los cielos, y que parecen asaz aptos para recibir la fe católica y ser enseñados en buenas costumbres; y se tiene esperanza que, si fuesen doctrinados, se introduciría con facilidad en las dichas tierras e islas el nombre del Salvador, Señor Nuestro Jesucristo.
Se citaban programáticamente en la bula pontificia los motivos dominantes de toda una era de distorsiones de la realidad americana: la representación del paraíso, originalmente introducida por Colón, pero que contaba ya con una larga tradición en el imaginario cristiano medieval; la visión encendida de las riquezas y de las posibilidades de cristianización que también ocuparon las primeras entradas americanas de su diario;29 el concepto de «hallazgo» de los nuevos territorios,30 que jurídicamente respaldaba su apropiación en nombre del orbis christianus y de su traslación política o imperial, el imperium universalis; el ideario de conversión, que, al mismo tiempo, definía implícitamente la empresa de ocupación y explotación territoriales como una cruzada a lo ancho del continente vacío, y al indígena americano como tabula rasa susceptible de sujeción y subjetivación. Incluso el tono persuasivo que implica la mención de una paradisíaca condición del indio, la declaración sumaria de su fe monoteísta y de su plena disponibilidad para la adoctrinación cristiana encuentra en el mismo documento pontificio su crudo contrapunto cuando convoca a los monarcas españoles a que «las bárbaras naciones sean deprimidas y reducidas a esa misma fe» y «sujetadas y reducidas a la católica fe»,31 poniendo tales gestas al lado de la «recuperación del Reino de Granada» de la «tiranía sarracena» y como su efectiva extensión a las tierras lejanas y desconocidas de ultramar.32
¿Por qué corre a cargo de la Iglesia y la teología cristiana la concesión territorial americana y, con ella, la definición elemental del principio de colonización? Respuesta: solo la Iglesia es mediadora terrenal de la salvación del mundo, solo ella puede otorgar un sentido verdaderamente universal a una monarquía particular, solo la teología política cristiana puede conceder el título legítimo de emperador. La Iglesia era mater imperii en virtud de un principio bíblico, según expone el liberal y reformador Vasco de Quiroga en su tratado De debellandis Indis.
He aquí su deducción: Dios concedió el derecho al imperio a Moisés. Así también se lo otorgó Cristo a San Pedro. En virtud de este mismo derecho lo concedía la Iglesia a la corona española. «El imperio reside enteramente en la Iglesia.» Este era también, indirectamente, el principio que arrebataba al habitante de América cualquier derecho sobre sus vidas y sus posesiones, así como de sus formas de vida de gobierno. Solo el cristiano podía constituir un gobierno legítimo.33
Cruzada y acción pedagógica de instrucción, sujeción violenta y resuelto no- reconocimiento de cualquier otra forma de vida diferente de la cristiana, liberación del indio de su servidumbre al estado de naturaleza y sus demonizados dioses, paraíso en la tierra e infierno de infieles: esos fueron los ambiguos signos que el universalismo salvacionista cristiano otorgaba al descubrimiento. Lo fueron ya en la propia imaginación que acompañó la empresa colombina: evangelización del mundo, conquista de la «Casa Santa» de Jerusalén, descubrimiento del paraíso terrenal.34
La simple yuxtaposición rapsódica de hitos históricos diferenciados ocultaría la existencia de una narración profunda, de una lógica interior que se pone de manifiesto tan pronto se tiene en cuenta el proceso de dominación que las categorías teológico-políticas del descubrimiento anunciaban. La comprensión filosófica del proceso colonizador de las Américas y de la configuración cultural de América Latina en particular no pueden reducirse a una reconstrucción historiográfica de las etapas de la conquista. Tal periodización es necesaria e importante. Pero solo en la medida en que sus diferencias políticas, sus etapas estratégicas o su evolución teológico-jurídica sean comprendidas, al mismo tiempo, como figuras conceptuales de un mismo discurso, de una racionalidad civilizadora, y de la lógica y teología de la colonización que atraviesan los procesos sociales y existenciales de la conversión, subyugación y subjetivación de pueblos y naciones enteras.
En una interpretación del descubrimiento y conquista americanos que puede considerarse como estándar —presente en el estudio de Georg Friederici— se distinguen los siguientes periodos de la colonización hispánica:
Tenemos, en primer lugar, el periodo de la brutal, violenta y asoladora conquista […] sigue un periodo de intentos de penetración pacífica y de expansión lenta, pero ya no con las armas del soldado, sino con la labor del misionero y colono. Al comprender que estos esfuerzos de penetración pacífica, en el sentido preconizado por el P. Las Casas, estaban condenados, en muchos lugares, a fracasar, hacia fines del siglo diecisiete, hacia el año 1660, prodújose un nuevo viraje en la opinión pública. Diríase que reverdecía el espíritu de la Conquista […] A este breve periodo de reacción siguió el cuarto y último, que duró hasta el final de la dominación española en América: la conquista pacífica por medio de las Misiones, apoyada en guarniciones militares y seguidas más tarde por aglomeraciones de colonos.35
Espléndida síntesis. Sin duda, hubo un primer momento pionero de la colonización americana: periodo dorado dominado por la presencia de aventureros resueltos y sin ley. Se lo puede designar como el momento heroico de la conquista. Fue un periodo fundacional del descubrimiento y sujeción de nuevos territorios y sus habitantes. En esta etapa originaria de la historia americana moderna resulta muchas veces difícil distinguir entre el aventurero criminal y el héroe cristiano. Pero también es esa etapa de la expansión europea en América más colorista. Sus signos visibles son la perplejidad, el entusiasmo y el terror ante el mundo radicalmente diferente y radicalmente ignoto que Europa sentía rendido a sus pies, un mundo que se adorna magico-realísticamente con todos los atributos literarios de un epos legendario y mítico. Los diarios de Colón, las cartas de Cortés, la crónica de Díaz del Castillo, los testimonios de viajeros como Vespucci, von Staden o Benzoni, los relatos del naufragio de Núñez Cabeza de Vaca, los grabados de De Bry… recorren indistintamente esos hitos de lo maravilloso, lo terrible y lo ignoto.
Luego las cosas parecen adquirir la apariencia de una forma jurídica e institucionalmente sancionada, tanto por la Iglesia romana, como por la monarquía cristiana. Esta primera figura de legitimidad jurídica se instituye ya a partir de 1512. Su primera cristalización jurídicamente regulada es el Requerimiento. Su principio funcional, un primitivo concepto de guerra santa, era el significado elemental de la conquista que había canonizado la bula papal Inter caetera. «Si vosotros, informados de la verdad, os quisiéreis convertir a la santa fe católica […] pero si no lo hiciéreis o en ello dilación maliciosamente pusiéreis, certifícos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente СКАЧАТЬ