El Cristo preexistente. Gastón Soublette
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Название: El Cristo preexistente

Автор: Gastón Soublette

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9789561425378

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СКАЧАТЬ de la cultura china. Puede objetarse que la gran vocación civilizadora de las dinastías antiguas (Hía, Yin y Tchou) parece contradecir el hecho de que en China el mito del paraíso haya sido considerado como una verdad fundamental; el hecho es que siempre existió entre los sabios y soberanos chinos la conciencia muy clara de que toda la historia conocida de los hombres ocurre en un estado de disminución vital y espiritual, a causa de la pérdida del estado de integridad en que vivieron los ancestros remotos. De ahí que la sabiduría heredada de los sabios más antiguos, como fue el caso de los tres augustos Fu Hi, Ching Nong y Hoang Ti, procedentes del tercer y cuarto milenio antes de Cristo, haya sido elevada a la categoría de un paradigma insuperable aun por el mismo Confucio en la última etapa de su vida. Esa sabiduría originaria, generada por la espiritualidad de hombres que vivieron en la clara conciencia de que el orden natural es el verdadero paradigma en referencia al cual debe ajustarse el destino histórico de los pueblos, es la que Lao Tse formuló y resumió en cuatro mil caracteres en su Tao Teh King; y que lo condujo a proponer un modelo de hombre coincidente con la figura de Jesús, a lo cual él añadió la advertencia de que tal era el testimonio que nos llega de los sentimientos y modo de proceder de los gobernantes más antiguos de las etnias que concurrieron a la formación de la raza china.

      En el caso de la cultura china tenemos la mejor y más completa información de cómo el paradigma del orden natural fue entendido por los hombres sabios de la remota antigüedad y cómo pudo constituirse en la expresión viviente de una verdad fundamental. Para eso la mente del primitivo, en el proceso de desarrollo de la función consciente, ha debido transferir del repertorio de patrones de conducta seguidos espontáneamente por los de su especie, y del sentimiento de su adecuación al orden dado, un saber objetivo susceptible de ser comunicado verbalmente mediante un lenguaje de nombres; al mismo tiempo que la función consciente lo fue constituyendo en un sujeto observador del mundo que se diferenciaba cada vez más del entorno del que formaba parte, evolucionando desde la identificación a la presencia diferenciada.

      Cabe observar, sí, que la constitución de un conocimiento objetivo que se puede enseñar supone la posibilidad de la ignorancia del mismo, en tanto que ese conocimiento, en la instancia anterior a su constitución como un saber comunicable, acompañaba de suyo a todos los individuos de nuestra especie.

      Es probable que solo en la cultura china se hallen hoy los antecedentes más antiguos que nos permitan entender cómo ocurrió en la vida de las etnias la transferencia del conocimiento desde el acontecer natural a la observación atenta de los hombres sabios, cuyas mentes podían abstraer los arquetipos que por analogía se pueden aislar como imágenes y que sintetizan los modos de comportamiento de los seres vivos, los elementos y en general todas las mutaciones de la tierra y el cielo.

      Para entender esto debidamente es preciso partir de la base de que así como nosotros nacemos en un ambiente civilizado, en el que todos los patrones de pensamiento y comportamiento están dados, circunstancia que desde la infancia nos introduce en modos de vida altamente sofisticados que determinan nuestro estado de conciencia, en los tiempos remotos en que nuestra especie vivía identificada con el orden natural, el hombre nacía en un ambiente en que la cultura natural de su tribu era ese conjunto de conocimientos y prácticas que en ese contexto daban forma a la conciencia. Los hombres estaban dotados de un equilibrio psíquico y biológico que les permitía armonizarse con el entorno y, por así decirlo, hallar por sí mismos el “camino”; pues solo pierden el camino aquellos cuyo ser consciente se ha constituido en un núcleo autorreferente, del que procede un margen considerable de deliberación personal arbitraria, fuente de errores y conflictos.

      Esa posibilidad acusa un desarrollo inarmónico de la función consciente. Con relación a esto cabe preguntarse, ¿qué es lo que desvió la función consciente desde su desarrollo natural y sensato hacia lo que carece de sentido y destruye la vida?

      En su versión bíblica el mito del paraíso y la caída está claramente condicionado por la cosmovisión que caracteriza al monoteísmo hebreo. En la versión china en cambio no aparece la caída motivada por un “pecado” individualizado con precisión como en el Génesis de la Biblia. Se trata de un extenso relato dividido en diez edades en cuyo desarrollo hay hitos precisos que corresponden a dinastías de soberanos que, según el tenor del texto, habrían gobernado a los pueblos en épocas muy anteriores al imperio; pero eso es solo una ficción narrativa. Lo que en la Biblia es aquel mentado “pecado original”, en la versión china está subentendido en las actitudes de los hombres de las diferentes edades, y eso que se subentiende es que, en un momento imposible de precisar pero al cual se alude directamente en un comentario de los historiadores que pusieron por escrito la tradición oral, el cielo, que antes estaba armónicamente vinculado a la tierra, se desvinculó de ella, y los hombres recibieron la influencia de lo alto en forma más disminuida. Una de las razones de esta desvinculación es aludida como un aumento en la elaboración de la actividad mental. Según este comentario los hombres se volvieron extremadamente “esclarecidos” y por eso la naturaleza se retrajo ante su influencia y las bestias que antes les eran sumisas se apartaron de ellos y los atacaron.

      Estos relatos son incluidos en los escritos de los historiadores clásicos chinos tales como Se Ma Tsien, Lo Pi, y otros, y proceden de escritos más antiguos, los que a su vez, se remiten a los escritos sagrados de la dinastía Tchou, cuyo guardián durante muchos años fue el propio Lao Tse. El conocimiento que los taoístas de renombre demuestran tener de ese pasado se debe a dicha circunstancia (Recherche sur les temps anterieurs au Chou King, par le pére de Prémare. Livres sacres de l’Orient, 1843)

      En el desarrollo del relato aparecen todos los hitos que la historia y la antropología distinguen como puntos de referencia para determinar el avance gradual del hombre, a través de muchos milenios, hacia la civilización. Todo lo cual es descrito en términos ambiguos en lo referente al bien y al mal. Cada peldaño en la escala de este progreso es precedido por un hecho nefasto que causa gran daño a los hombres y al mundo mismo, al cual le sucede el advenimiento de un soberano sabio y santo que supera la crisis y restablece el orden, pero siempre en un nivel inferior al anterior. Así, el descubrimiento del fuego y el modo de encenderlo mediante dos maderos, el cocimiento de los alimentos, las técnicas para la pesca y la caza, las técnicas de construcción de viviendas e instrumentos, la curación de enfermedades, que gradualmente fueron apareciendo paralelamente a estos progresos; la práctica de la agricultura, la revelación del conocimiento que permite entender mediante símbolos y números el acontecer cósmico, la invención de la escritura, en fin, todo eso fue comprometiendo a los hombres con un orden de creciente complejidad, una extensa trama de procedimientos, reglas de comportamiento y organización política y administraciones. Esto ocurrió en forma paralela a la pérdida gradual de la virtud, la disminución de las fuerzas vitales y la pérdida de la longevidad, y, paradójicamente, el aumento de la ignorancia y la necesidad de saber.

      A este respecto conviene citar el epigrama XVII del Tao Teh King en el que Lao Tse describe sucintamente esta decadencia de la sociedad desde los tiempos de la inocencia original a los tiempos de la supercivilización de la dinastía Tchou:

      De los buenos soberanos apenas se supo que existieron.

      Los sucesores de estos fueron amados y alabados.

      Los sucesores de estos fueron temidos.

      Los sucesores de estos fueron despreciados.

      Los de la primera categoría, según los maestros taoístas, gobernaron mediante el “no-obrar”, es decir, sin alterar la armonía cósmica de la sociedad y el orden natural. Esos soberanos eran los guías de su pueblo solo por la influencia de su ser, no por el hacer ni el poder. Según Lao Tse, en aquellos tiempos las agrupaciones familiares tenían la sensación de vivir con arreglo a ellas mismas (Epigrama XVII). Los sucesores de estos, mencionados en el segundo verso como aquellos que el pueblo amó y alabó, son aquellos que vivieron en un mundo más inarmónico y peligroso, debiendo enfrentar grandes calamidades tales como sequías, hambrunas, inundaciones; emergencias que СКАЧАТЬ