Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468544885

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СКАЧАТЬ debiste haberle puesto un freno contundente. Para mí y viéndolo desde afuera, eso está clarísimo –dijo Adrián.

      –Nunca lo vi de esa manera, pero puede que estés en lo cierto –dijo Aquiles.

      –Y te fuiste... –dijo Adrián.

      Aquiles respiró profundo, hizo una pausa y dijo:

      –No me preguntes el por qué, ni qué fue lo que me impulsó a hacerlo, pero cuando estaba por cerrar la puerta, giré, vi que me miraba fijamente a los ojos, le agarré la cara con ambas manos y le di un beso –dijo Aquiles, con gesto avergonzado.

      –¡Uf...! la movida te superó y te tentaste –dijo Adrián.

      –Qué se yo... por eso es que ayer te llamé y regresé con la cabeza dada vuelta –dijo Aquiles, que agregó– si todo hubiese quedado en su avance y en el beso que me dio... pero quedé desconcertado por mi propia actitud.

      –Mirá, la verdad amigo es que, salvo por una experiencia en la época de facultad, sobre la que algún día te contaré, nunca me sucedió exactamente lo que te pasó a vos y por cómo te escuché ayer, me pareció que lo que necesitabas era a alguien que te pudiera escuchar, sin emitir demasiadas opiniones –dijo Adrián.

      –Si amigo, te lo agradezco, pero si te lo conté, es porque también te estoy pidiendo una opinión desde donde vos estás parado –dijo Aquiles.

      –Insisto conque no me sucedió lo mismo y no descarto que algún día pudiese sucederme. Creo que, si eso pasara, intentaría dejarlo fluir sin cuestionarme demasiado y trataría de experimentar y de disfrutar del momento... No es que me sienta el macho superado, pero creo que así hay que tomarse las cosas, sin prejuicios, sin poner rótulos y fundamentalmente, sin torturarse psicológicamente –dijo Adrián.

      –Supongo que es la postura más sabia, solo que debe salirte de esa manera –dijo Aquiles.

      –Sí, lógico... hacer lo que se siente y punto. No te des demasiada manija con lo que te sucedió ayer –dijo Adrián.

      Aquiles miró el reloj y no pudo creer la hora que era. Habían estado más de dos horas conversando.

      Le hizo señas al camarero como para que le alcanzara la cuenta, pagó y se levantaron para dirigirse hacia sus autos, donde se despidieron con un abrazo y cada quien se dirigió hacia su trabajo.

      Capítulo 3

      Tarde negra

      Aquiles manejó directo hasta el estacionamiento de su oficina. Salió del ascensor y se dirigió directamente hacia el despacho de Marcos, resultándole inevitable pensar en Alejandro al pasar junto a su escritorio, viendo la silla vacía y la computadora apagada.

      Pensó por unos segundos en cómo podría continuar esa relación, dado que el alejamiento resultaría imposible, a no ser que decidiera despedirlo sin causa aparente, y claramente, una decisión semejante implicaría el tener que blanquear con Marcos lo acontecido, más allá de que no sería justo desde ningún punto de vista actuar de esa manera.

      –Buenos días –dijo Aquiles al ingresar al despacho de Marcos.

      –Buenas noches –respondió Marcos.

      –¿No te avisé que me juntaba a desayunar con Adrián? –dijo Aquiles.

      –No... no me avisaste... me dejaron afuera –respondió Marcos, que siempre quería estar en todas y que, a pesar de intentar disimularlo, era bastante celoso con este tipo de cosas.

      –Ah... pensé que te había avisado –dijo Aquiles, sin darle mayor importancia al tema y dándolo por cerrado.

      –¿Le pudiste dejar a Alejandro los papeles que te di ayer? ¿o también te olvidaste? –preguntó Marcos, de un modo que no era habitual en él.

      –Huy, como andamos hoy... si, ayer se los dejé. Al regresar a casa hice escala en su departamento y de paso le hice un rato de compañía –respondió Aquiles, con absoluta intención de molestar a Marcos, porque sabía que eso le daría bronca y agregó– me voy a mi oficina, porque veo que tenés un día medio negro.

      Marcos no contestó. Aquiles se fue sin cerrar la puerta y se metió en su despacho.

      Vio a través de la ventana que el cielo se oscurecía y que rápidamente comenzaba a llover copiosamente. Tuvo el deseo de estar en su departamento sin hacer nada y sin pensar en nada. Chequeo emails, hizo algunas llamadas y se comunicó con la recepcionista para que le pidiera alguna ensalada suculenta para almorzar y una gaseosa.

      Vio que Marcos salía de su despacho y que caminaba sin escalas hacia la salida. Claramente, su actitud no era producto de que él se hubiese olvidado de avisarle que llegaría más tarde ni mucho menos... Marcos no actuaba así porque sí.

      Pensó en que podría estar sucediéndole, ya que, claramente, algo le pasaba.

      Se paró frente a la ventana para disfrutar viendo como el agua caía torrencialmente sobre la ciudad.

      La recepcionista ingresaba a su despacho trayéndole el almuerzo sobre una bandeja. Aquiles agradeció, le pidió que cerrara la puerta al salir y se sentó a disfrutar de su almuerzo en el escritorio, mientras que buscaba música de su agrado en la computadora.

      Su celular emitió un sonido indicando que un WhatsApp había entrado. Lo agarró y vio que era de Alejandro. Abrió el mensaje, en el que le preguntaba cómo estaba y le pedía disculpas por lo sucedido el día anterior.

      Aquiles le respondió que estaba bien, que estaba almorzando en la oficina y le pidió que no hablasen de ese tipo de cuestiones por WhatsApp, que lo hicieran personalmente, tras lo que le preguntó cómo andaba del pie. Alejandro le puso un pulgar para arriba, le pidió nuevamente disculpas y le comentó que el pie ya no le dolía. Aquiles le puso un pulgar para arriba acompañado de un “Me alegro.”

      No hubo más respuestas por parte de Alejandro. Aquiles borró el mensaje y volvió a recordar el momento vivido el día anterior. También pensó en lo que le había contado Alejandro sobre los flacos de la escuela de windsurf que se habían interesado en él; era un tema que le producía una mezcla de halago y que le elevaba el ego, mezclado con una clara sensación de vergüenza.

      Se sobresaltó al ver que la puerta se abría sin golpe previo y vio que Marcos entraba a lo bestia, sin preguntar siquiera si se podía.

      –Sí, adelante, pasa nomás que estoy solo –dijo Aquiles de manera sarcástica.

      –Antes de entrar le pregunté a las chicas si estabas solo –dijo Marcos.

      –¿Comiste algo? –preguntó Aquiles.

      –Sí, si... comí algo al paso –dijo Marcos, que sentándose frente a Aquiles agregó– disculpame por lo de hace un rato... tengo un día medio complicado y estoy nervioso.

      –Bueno... de eso ya me di cuenta –respondió Aquiles, que preguntó– ¿qué te pasa?

      –Te acordás que fui al urólogo por esa molestia que tenía de levantarme seguido para orinar... –dijo Marcos.

      –Sí, СКАЧАТЬ