Название: Aquiles
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788468544885
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–Se sentó al lado mío, bien pegado, con su pierna rozando la mía... seguimos pajeándonos, y ya en medio del frenesí, cruzó su pierna por sobre la mía y puso un brazo por sobre mis hombros. No sé por qué, pero instintivamente, también cruce mi brazo por sobre los hombros de él... Jamás había sentido ese tipo de contacto con otro hombre y me generó una excitación particular.
–Y sí... paja entre amigos –dijo Adrián.
–La cuestión es que en un momento sentí que ya estaba y Alejandro me dijo que se venía... Percibí como tensaba los músculos de su pierna que atrapaba a la mía y como nuestras manos apretaban los respectivos hombros, mientras que comenzábamos a eyacular sobre nuestros torsos –dijo Aquiles.
–Que rico.... y ahí se terminó –dijo Adrián.
–No... yo retiré mi brazo de los hombros de Alejandro, pero vi que el continuaba con el miembro erecto y que, sin quitar su brazo de mis hombros y manteniendo su pierna, apoyada sobre la mía, siguió masturbándose... le caían gotas de sudor por sus sienes y tenía el rostro colorado. Pegó un gemido ahogado y para mi sorpresa, volvió a eyacular. La verdad, es que jamás había visto a un tipo eyacular dos veces seguidas en tan poco tiempo...
–Un semental el flaco –dijo Adrián.
–Si, tal cual, un semental y encima, me había contado que a la mañana, antes de la carrera, había garchado con su novia –dijo Aquiles.
–Ah bue... como uno de quince años el flaco –dijo Adrián.
–Si... de todas maneras, recuerdo que me comentó que era la primera vez que le sucedía de acabar dos veces seguidas –dijo Aquiles.
–Y bueno... se ve que lo hiciste calentar y que lo motivás –dijo Adrián.
–¡No seas boludo! –exclamó Aquiles, aun sabiendo que probablemente, el comentario de su amigo era absolutamente cierto.
–¿Y ese día quedó todo ahí? –preguntó Adrián.
–No del todo... nos fuimos a duchar nuevamente, cada uno por su lado y yo quedé bastante desconcertado... Comencé a hacerle planteos y él no le dio mucha vuelta al tema... Me dijo que, en el ascensor, había sentido lo mismo que yo cuando los pelos de nuestros brazos se tocaron y que no me enroscara con ponerle títulos ni rótulos a lo acontecido.... Nos habíamos pajeado juntos, lo habíamos disfrutado y ya... –dijo Aquiles.
–Claro... a vos te movió todas las estanterías y para él fue solo una experiencia más –acotó Adrián.
–Seguramente, esa es la síntesis –dijo Aquiles.
–¿Y entonces? –preguntó Adrián.
–Ese día, finalmente lo alcancé hasta San Isidro y al bajarse del auto, apoyó su mano sobre mi pierna y me saludó con un beso en la mejilla... lo que me dejó desconcertado –dijo Aquiles.
–Hombre de armas tomar –comentó Adrián.
–Sobre eso no tengas duda alguna –dijo Aquiles.
–¿Y cómo siguió la historia? –preguntó Andrés ansioso.
–Por mi parte, tratando de hacerme el boludo... después de las vacaciones, tuvimos algunas conversaciones en las que me contó cosas realmente fuertes, al menos para lo que yo estoy acostumbrado a escuchar –dijo Aquiles.
–No seas canuto y contame –dijo Adrián.
–Lo que te voy a contar, queda en esta mesa... –dijo Aquiles.
–Sí, obvio, olvídate –respondió Adrián.
–Alejandro se fue con cuatro amigos a Rio y resulta que uno de ellos es bisexual, con el que justamente le tocó por sorteo compartir el cuarto. La cuestión es que conocieron a un grupo de brasileñas y terminó haciendo un trio con una de ellas y con este flaco.
–Linda experiencia –comentó Adrián.
–Supongo que si... la cuestión es que mientras la mina se lo estaba montando a él, sintió que su amigo comenzaba juguetear con sus piernas, con sus bolas y con su pija... –siguió Aquiles.
–Bueno, supongo que estando en el medio del juego, no tuvo muchas más opciones que las de jugar –dijo Adrián.
Si bien Aquiles sabía que Adrián no era un tipo de juzgar a nadie y que tenía la cabeza abierta, de hecho, era el motivo por el que lo había elegido para contarle lo que le sucedía, no dejaba de llamarle la atención los comentarios que venía haciendo relacionados con lo sexual, como si fuese un hombre que estaba más allá de estas cuestiones banales.
–Y si... supongo que si... la cuestión es que después viste que comencé a tomar clases de windsurf con él y es como que la relación de “jefe / empleado,” fue ablandándose y fue mutando a una relación de amistad, aunque ciertamente, jamás habíamos tenido una típica relación de “jefe /empleado” ya que en la oficina nos manejamos sin marcar jerarquías y además, su trato siempre fue mucho más estrecho con Marcos que conmigo –dijo Aquiles.
–Y si... primero fútbol, después windsurf, la paja compartida, las confesiones de lo que hizo durante sus vacaciones, etc., etc... claramente están en un plano de amistad; además, Alejandro es un tipo muy entrador –dijo Adrián.
–Es cierto... –dijo Aquiles.
–¿Entonces? –preguntó Adrián.
–Con el tema de las clases de windsurf, sumado a los partidos de fútbol, se fue dando lo de compartir todas las semanas duchas en el vestuario y comenzó a hacerme comentarios sobre situaciones que había presenciado mientras se duchaba en el gimnasio al que va, cosas a los que yo jamás les había prestado mucha atención, hasta que el me lo hizo notar; de hecho, casualidad o no, unos días más tarde, en el vestuario de mi gimnasio fui testigo de un par de episodios que, al menos, me resultaron llamativos y sospechosos –dijo Aquiles.
–Que te pasó en el vestuario del Gym? –preguntó Adrián.
–Otro día te cuento eso –respondió Aquiles.
–Bueno, dale... seguí con lo de Alejandro –dijo Adrián.
–Una tarde, luego de una clase, ya estaba oscureciendo y no recuerdo bien por qué, subimos a mi auto; creo que fue para terminar de contarme sobre su experiencia en Brasil... La cuestión es que, supuestamente, a modo de joda, me tocó el bulto y la verdad es que yo nunca le había dado tanta confianza como para que hiciera algo así... Yendo por más, al bajarse del auto, acercó su cara para saludarme y ex profeso, giró la cabeza como para que nuestras bocas se encontrasen, cosa que no sucedió totalmente, pero hubo como un roce entre la comisura de nuestros labios –relató Aquiles.
–¿Y vos que hiciste? –preguntó Adrián.
–Es que me agarró desprevenido y me dejó helado... No sé por qué no puedo reaccionar cuando el flaco avanza de esa manera y haciendo esas cosas –respondió Aquiles.
–Seguramente se da cuenta de eso y te provoca para ver hasta dónde puede llegar, СКАЧАТЬ