Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Aquiles - Gonzalo Alcaide Narvreón страница 12

Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468544885

isbn:

СКАЧАТЬ a lavar bien su glande y luego continuó con su cabeza.

      Cerró los grifos, agarró un toallón blanco, se secó, luego se lo ató en la cintura y salió del baño para dirigirse al vestidor.

      Al abrir la puerta, Marina pasaba hacia el cuarto y percibió el aroma del jabón que había utilizado Aquiles. Se le acercó, apoyó sus pechos contra el pecho desnudo de Aquiles y le dio un tremendo beso, al mismo tiempo en el que le agarraba el miembro con una mano.

      –Pará amor... si comenzamos ahora con esto, no vamos a llegar nunca a casa de los chicos –dijo Aquiles.

      –OK, pero esta noche no te salvas –dijo Marina, con un tono cargado de morbo y de lujuria.

      Aquiles había zafado de la situación. Si Marina hubiese insistido, a pocos minutos de haber eyaculado, probablemente su miembro no hubiese podido responder.

      Fue hacia el vestidor y eligió ropa bien cómoda. Agarró un bolso grande y puso dentro todo lo necesario como para cambiarse varias veces durante el fin de semana, considerando que se quedarían hasta el domingo y que, seguramente, harían deportes.

      Marina ya se había duchado, por lo que solo tenía que preparar sus cosas como para disfrutar del fin de semana.

      Aquiles regresó al baño para agarrar desodorante, cepillo, pasta dental, jabón y perfume. Puso todo dentro de su bolso y agarró su raqueta de tenis.

      –Yo ya estoy listo –dijo Aquiles, dejando el bolso al lado de la puerta y tirándose sobre un sillón.

      A los pocos minutos apareció Marina luciendo radiante, con su bolso preparado y lista para irse.

      –¿Verifico que esté todo apagado y vamos? –preguntó Aquiles.

      –Yo ya estoy lista –respondió Marina.

      Aquiles hizo las verificaciones pertinentes, buscó una bolsa en la que puso algunas botellas de vino que tenía guardadas en una pequeña bodeguita que se había armado, unos packs de latas de cerveza, agarró su billetera, las llaves del auto, cargó con los dos bolsos y partieron hacia la casa de Adrián e Inés.

      De camino, pararon en una heladería para comprar un par de kilos de helado y siguieron camino hacia el norte.

      –¿No te comentó nada Inés sobre Marcos y Félix? porque me parece extraño que no le hayan dicho de ir mañana o el domingo –dijo Aquiles.

      –En verdad sí. Adrián los quería invitar, pero Inés tiene ganas de pasar un fin de semana con compañía, pero tranquilos y decirles a ellos implica que vengan con los chicos –respondió Marina.

      –Pero si ustedes dos están embarazadas... dentro de poco vamos a estar peor que ellos –dijo Aquiles.

      –Una cosa es estar embarazada y otra es tener a pibes adolescente revoloteando por ahí –respondió Marina.

      –Pero si los hijos de ambos son re tranquilos y buenos chicos –retrucó Aquiles.

      –No digo que no lo sean, pero no es lo mismo dos parejas sin hijos compartiendo una cena, que cuatro parejas, más cuatro pibes, más un bebé de meses –insistió Marina.

      –Eso es cierto –dijo Aquiles.

      –Además, Marcos suele ponerse denso en ciertas oportunidades y Félix y Sofía se están quedando en el paleolítico con sus ideas. Esas cosas, de alguna u otra manera te van distanciando –agregó Marina.

      –Ah, veo que estuvieron hablando largo rato antes de que yo llegara y que anduvieron sacándoles el cuero como dos brujas –dijo Aquiles.

      –No, no... para nada; hablamos un largo rato sí, pero no le sacamos el cuero a nadie, simplemente le pregunté a Inés si les había dicho a los demás de ir y me dio la respuesta que te estoy contando; viste que ella es una persona muy directa y no anda con muchas vueltas –dijo Marina.

      En el fondo, y a pesar de que los cuatro eran amigos desde la temprana infancia, Aquiles debía admitir que Inés tenía razón en todas sus apreciaciones. Con Marcos, Aquiles mantenía un trato cotidiano por cuestiones laborales, que, por causa de la amistad, se mezclaban con temas personales, pero era cierto que en ocasiones solía ponerse denso y por eso es que ni loco le hubiese contado lo que le había sucedido con Alejandro el pasado lunes. También era cierto lo que Inés opinaba sobre Félix y Sofía. En las últimas reuniones en las que se habían planteado algunos temas relacionados con la sexualidad, la cuasi pacatería de ambos había quedado en evidencia. De hecho, ese fue uno de los motivos por los que había descartado inmediatamente a Félix como hombro en el cual apoyarse, tras lo sucedido con Alejandro.

      –Bueno... probablemente sea como lo ven ustedes, pero sinceramente, me siento incómodo por la situación –dijo Aquiles.

      –Pero escúchame, no es nuestra casa y vamos como invitados. No sabía que para ir a cenar con amigos debíamos ir sí o sí los cuatro para un lado, los cuatro para el otro; además, en todo caso, si alguien debería sentirse incómodo, no serías justamente vos, sino que Adrián, que es el dueño de casa –dijo Marina.

      –Y... fíjate que Adrián quería decirles, pero la que no quiso fue Inés –replicó Aquiles.

      –Sí, es cierto...Bueno, hablo con ella a ver si afloja y les dice que vengan el domingo a compartir el almuerzo y listo, así nadie se siente dejado de lado ni se enoja –dijo Marina.

      Aquiles sabía que a Félix no le importaría nada si le decían de ir o no; no le prestaba atención a estas cosas. El que sí se fijaría, era Marcos, que era extremadamente celoso y no quería quedar fuera de nada, fuesen salidas, reuniones o chismes.

      Llegaron a casa de Adrián, que salió a recibirlos y los ayudó a entrar las cosa que iban bajando del auto.

      –Andá para la cocina que Inés ya está con la harina sobre la mesada, y no levantes nada que yo me ocupo de entrar tus cosas –dijo Adrián, luego de saludar a Marina.

      Marina agarró la bolsa conteniendo el helado y entró a la casa.

      Adrián se acercó a Aquiles y se saludaron con un abrazo.

      –¿Mucho tráfico? –preguntó Adrián.

      –No tanto, normal –contestó Aquiles.

      –Se te ve relajado –dijo Adrián.

      –Lo estoy... la verdad es que me siento relajado. Llegué a mi departamento, tomé una copita de vino y después me clavé tremenda paja mientras que me duchaba –respondió Aquiles.

      –Ah chanchito... y si, son vicios que no se abandonan y vienen muy bien como para descargar tensiones –dijo Adrián.

      –Sí, ya lo creo que si –respondió Aquiles.

      Entraron y llevaron todo a la habitación de huéspedes.

      –Bueno, supongo que Inés debe haber dejado todo preparado; de todas maneras, hay confianza, así que cualquier cosa que necesiten, no tienen más que avisar –dijo Adrián.

      –Dale, no te hagas problema, cualquier cosa que necesitemos les decimos –dijo Aquiles, que agregó, alcanzándole dos bolsas– СКАЧАТЬ