Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468544885

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СКАЧАТЬ agitada. Aquiles se incorporó y fue al baño para higienizarse; regresó a la cama y Marina siguió sus pasos. Estarían allí hasta el domingo y no era la idea dejar todas las sabanas manchadas con fluidos. La lluvia había amainado, aunque continuaba cayendo de manera pareja.

      Aquiles sintió sed y se dio cuenta de que no tenía su inseparable botella de agua que dejaba siempre al lado de su cama, por lo que se levantó nuevamente para ir hacia la cocina.

      Al acercarse, notó que la luz estaba encendida, por lo que caminó despacio para poder espiar. Tenía puesto solo un bóxer y moriría de vergüenza si llegaba a cruzarse con Inés.

      Vio que era Adrián, que estando también en cuero, descalzo y vistiendo solo un bóxer, abría el freezer para agarrar el pote de helado, por lo que continúo caminando normalmente.

      –¿Desvelado? –preguntó Adrián al verlo aparecer.

      –No, no desvelado... más bien, muerto de sed –respondió Aquiles, que agregó– siempre tengo una botella de agua al lado de la cama, pero hoy me olvidé de pedirte una para llevármela.

      –Sí, yo también suelo tener agua al lado de la cama. Bajé tentado a comer un poco más de helado –dijo, alcanzándole el pote a Aquiles para que se sirviera.

      –No, no, gracias... solo quiero una botella con agua –dijo Aquiles.

      –Claro, además de la costumbre, debes estar deshidratado por el ejercicio... –dijo Adrián, mientras que abría la puerta de la heladera y le alcanzaba a Aquiles una botella de plástico cargada con agua helada.

      Aquiles lo miró e hizo un gesto como de no comprender bien a que venía ese comentario sobre el ejercicio.

      –Antes de bajar para comer helado, Inés me pidió que les alcanzara más toallas, porque no estaba segura si les había dejado suficientes; me acerqué a la puerta para golpear y escuché los gemidos de Marina... Obvio que no quise interrumpir y, es más, casi llamo al 911, porque no sabía si eran de gozo o si la estabas matando –dijo Adrián riendo.

      –Huyy boludo... no le llegues a decir nada porque se va a morir de vergüenza –dijo Aquiles.

      –No, olvídate, no digo nada; a mí también me daría vergüenza decir algo así –dijo Adrián.

      –Veo que vos también anduviste haciendo chanchadas, a no ser que tengas el cuerito flojo –dijo Aquiles sonriendo y mirando el bóxer de Adrián, que tenía una aureola mojada a la altura de sus genitales.

      Adrián bajó la vista y al ver la aureola comenzó a reír.

      –Ja... si, se ve que son las gotas de semen que quedaron en el camino y que fueron saliendo –dijo Adrián, sin vergüenza alguna.

      –La verdad es que, mientras garchaba, se me cruzó por la mente que ustedes deberían estar haciendo lo mismo y para serte sincero, me generó mucho morbo –dijo Aquiles.

      –¡Mira vos! –dijo Adrián, que agregó– yo los escuché y la verdad es que los gemidos me generaron alto morbo.

      Aquiles notó que el miembro de Adrián comenzaba a reaccionar, mientras que seguía comiendo helado como si nada sucediera.

      –Bueno amigo, me voy a la cama, en unas horas nos vemos –dijo Aquiles.

      –Pará que te traigo del lavadero las toallas –dijo Adrián.

      –No, dejá, no es necesario; nosotros trajimos. Cualquier cosa, si llegásemos a necesitar les pedimos, no te hagas problema– dijo Aquiles, que se dio vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación, pensando en la extraña conversación que acababa de mantener con su amigo.

      Si bien solían hablar en el grupo sobre cuestiones relacionadas con sus intimidades, nunca le había sucedido de estar manteniendo relaciones sexuales bajo el mismo techo y encima, cruzarse en la cocina y hablar sobre el tema.

      Entró al cuarto, se acercó a la cama y notó que Marina ya estaba profundamente dormida. Siempre había envidiado la capacidad que tenía su mujer de dormirse como si bajara una perilla que la desconectaba al instante.

      Se metió entre las sábanas y con el sonido de la lluvia, fue quedándose dormido.

      Un rayo de sol lo despertó pegándole directamente en su cara. Abrió lentamente los ojos y tardó unos segundos en entender donde se encontraba. Giró y vio que Marina no estaba a su lado.

      Se incorporó y fue al baño para orinar y para lavarse los dientes. Regresó al cuarto y se aproximó a la ventana, desde donde vio que Inés y Marina estaban sentadas afuera, conversando activamente, mientras que compartían el desayuno.

      Observó que desde la superficie del agua de la piscina, se elevaba un manto de vapor, por lo que supuso que luego de la lluvia, la temperatura debería haber descendido.

      Buscó una remera de mangas cortas y una bermuda y fue hacia la cocina, cruzándose en el camino con Adrián, que aún con cara de dormido, bajaba la escalera.

      –Buenos días –dijo Aquiles.

      –Buenos días –respondió Adrián, en medio de un bostezo.

      –¿Qué pasó? ¿dormiste mal? –preguntó Aquiles, mientras que se sentaba en una banqueta al lado del desayunador.

      –No, mal no, dormí poco... anoche, después del encuentro en la cocina, subí e Inés me esperaba despierta con ganas de seguir garchando, por lo que tuve que darle nuevamente... después de eso, creo que directamente me desmayé –dijo Adrián.

      –Ah, bueno... entonces te vino bien cargar energías con el helado... –dijo Aquiles, que agregó– yo por suerte encontré a Marina durmiendo, así que me metí en la cama y a los dos minutos ya estaba dormido.

      –Suerte la tuya, dijo Adrián, agarrando cuatro naranjas que comenzó a exprimir para servir el jugo en dos vasos.

      –¿Café con leche no?

      –Sí, gracias –dijo Aquiles.

      Sobre la mesada había una bandeja con facturas, que seguramente Inés había encargado para que las trajera un servicio de delivery.

      –¡Que pinta tienen estas facturas! –exclamó Aquiles, agarrando una.

      –Sí, son muy buenas –dijo Adrián, poniendo todo en una bandeja para salir a compartir el desayuno con sus mujeres.

      –Finalmente, fue una tormenta pasajera, increíble el día que se puso... quizá podríamos jugar un partidito de tenis, si es que tenés energía –dijo Aquiles.

      –Olvidate... energía es lo que me sobra –respondió Adrián haciéndose el canchero, mientras que comenzaba a caminar hacia el exterior para unirse a las damas.

      –¡Buenos días! –exclamó Inés al verlos llegar.

      Adrián le dio un beso en los labios y uno en la mejilla a Marina. Aquiles saludó de la misma manera, cruzando sus brazos entorno al cuello de su mujer.

      –Qué manera de dormir ustedes dos, en lugar de levantarse temprano para disfrutar de este lindo día –dijo СКАЧАТЬ