El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
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Название: El Criterio De Leibniz

Автор: Maurizio Dagradi

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873044451

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СКАЧАТЬ —constató Drew, observando la función—. ¿Habéis calculado algún caso práctico?

      —Kamaranda y yo hemos estado despiertos hasta las dos de la noche para encontrar una escapatoria a este comportamiento del sistema, pero no lo hemos conseguido. Según están las cosas ahora, para intercambiar a 100 kilómetros de distancia hacen falta 64 kilovatios, que no es mucho, pero para intercambiar a 200 kilómetros ya harían falta 512 kilovatios. Eso es la energía que usa una fábrica de producción mediana.

      Y para 1000 kilómetros hacen falta 64 megavatios17 —añadió Kamaranda—. Haría falta una central eléctrica pequeña.

      —Por eso el sistema intercambia sin problemas a distancias pequeñas. Para los 300 metros que hay de aquí al despacho de la profesora Bryce hemos usado, por lo tanto... solo 2 milivatios —calculó Drew rápidamente, escribiendo en la pizarra—. Menos de lo que sirve para encender un LED.

      —Esta característica es fantástica para las aplicaciones a corta distancia, que podrían ser las de diagnóstico o las terapéuticas —intervino Bryce.

      —Ya —asintió Drew—. Pero las largas distancias son impensables. Imagínate explorar el universo.

      Suspiró, dejando caer los brazos a los lados. McKintock estaría contento, de todas formas, porque solo el poder curar a gente significaría grandes entradas de dinero, pero él era un físico, y sus compañeros le habían propuesto, inicialmente, abrir las puertas del universo. Él había proyectado ya exploraciones inimaginables, y ahora volvía a estar encadenado al suelo.

      No podía digerirlo. Tenía que haber otra solución.

      —Esto es solo el principio —declaró—. Si trabajamos a fondo, a lo mejor encontramos algún factor que elimine esta limitación.

      —Ya lo estamos haciendo —comentó secamente Novak.

      Bryce notó que ese día la noruega llevaba una camisa con mangas largas, y con los puños abotonados.

      «Extraño», había pensado. «Ayer llevaba mangas cortas. Acostumbrada como tiene que estar a los climas fríos Inglaterra en marzo debería parecerle cálida. Quién sabe por qué ha cambiado». Una mujer no podía pasar por encima de estos detalles.

      Maoko, mientras tanto, observaba la pizarra con los brazos cruzados.

      Kobayashi estudiaba por enésima vez los datos iniciales, y de vez en cuando comprobaba algún cálculo desarrollándolo en una hoja a parte.

      —¿Y si, mientras mejoramos la teoría, experimentáramos con las formas biológicas? —propuso Marlon.

      Drew miró a la profesora Bryce.

      —Empecemos con vegetales —aceptó ella—. Voy a buscar muestras.

      —Mientras tanto voy a conseguir un instrumento más preciso que nuestro micrómetro. Tenemos que calibrar la segunda máquina —dijo Drew, dirigiéndose al laboratorio de metrología.

      Marlon comenzó a preparar la primera máquina, mientras los dos japoneses se ocuparon de la segunda. Discutían en su idioma sobre algunos detalles técnicos mientras esperaban el instrumento de medida.

      Media hora más tarde Bryce colocaba sobre la placa A de la primera máquina una hoja de lechuga.

      Activaron el mecanismo y la hoja apareció donde antes estaba la botella de agua. La bióloga la cogió y la examinó con un microscopio portátil que había traído también. Después de unos minutos separó los ojos de los oculares.

      —Parece perfecta. Las venas, los estomas, las células. Por lo que puedo ver, todo está bien.

      Drew asintió satisfecho.

      Probaron con flores, tubérculos, una seta e incluso un bonsái en su tiesto.

      Todas las muestras aparecían absolutamente inalteradas tras la transferencia.

      Mientras tanto Maoko había vuelto a calibrar la distancia entre las placas de la segunda máquina usando un instrumento más preciso.

      Pusieron una judía en la placa de la máquina dos y activaron el proceso. La judía reapareció a unos tres metros a la izquierda de la botella de agua, el punto exactamente equidistante entre las dos máquinas.

      Bryce examinó rápidamente la semilla y la consideró perfecta.

      —Pasamos a la carne —anunció.

      Formaba parte de la colección de muestras que había llevado.

      Extrajo una caja llena de filetes de una bolsa térmica.

      Marlon la miró con gula; ya tenía hambre, y solo eran las once de la mañana.

      La profesora Bryce lo miró con una sonrisa irónica y le dio la bolsa vacía, para que la pusiera en otro sitio. Marlon le guiñó un ojo, apreciando la broma, y fingió que estaba decepcionado.

      Bryce cogió un cuchillo del rincón con la cafetería del laboratorio y cortó un trozo de filete de forma cuadrada y de unos cuatro centímetros de lado. El espesor de la muestra era de unos ocho milímetros.

      La transferencia con la máquina dos y el examen al microscopio demostraron que todo funcionaba bien.

      Marlon lo probó.

      —El sabor es el que cabe esperar. Ídem la consistencia. Diría que la transferencia no lo altera en absoluto.

      —Es lo que tendría que pasar, ya que la teoría dice que la máquina intercambia directamente dos volúmenes de espacio independientemente de su contenido —comentó Drew—. ¿Qué le parece si probamos con una forma animal? —preguntó a Bryce.

      La profesora permaneció pensativa por un tiempo, y luego se decidió.

      —Sí, intentémoslo. Tendríamos que realizar análisis de biología molecular con las muestras ya transferidas, para estar totalmente seguros, pero hasta ahora los resultados obtenidos corroboran la teoría del intercambio de espacio.

      Reflexionó otra vez.

      —Por cuestiones de bioética, empezaremos con formas de vida privadas de sistema nervioso. Si algo no va bien, no les habremos hecho sufrir. Nos vemos después de comer. —Y, diciendo eso, se marchó.

      Drew y los demás se concentraron en la teoría, buscando una solución al problema de la potencia.

      —Se nos escapa algo —dijo Schultz—. Por lo que hemos comprendido hasta ahora, la activación de la máquina crea un conector extradimensional entre los volúmenes de espacio determinados por las placas A y B. El Conector se mantiene durante el tiempo de Planck18 y en ese instante los dos espacios son intercambiados.

      —Si es realmente extradimensional, eso quiere decir que estamos deformando una dimensión muy densa —intervino Kobayashi—. Solo así se puede justificar la necesidad de una potencia tan elevada al aumentar la distancia.

      —Eso СКАЧАТЬ