El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
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Название: El Criterio De Leibniz

Автор: Maurizio Dagradi

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873044451

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СКАЧАТЬ influyen sobre las coordenadas de destino, más de lo que cabría esperar, pero sólo si se ajustan a valores muy específicos y de acuerdo con combinaciones bien definidas —anunció triunfalmente—. Hasta esta mañana el destino se encontraba en el despacho de la profesora Bryce solo porque la relación con la distancia entre la placa del punto A y la placa en el laboratorio encima de este no cambiaba con una combinación de los parámetros oportunos. Cuando habéis montado la nueva placa secundaria el experimento ha funcionado igualmente, solo que, al ser menor la distancia entre las placas, el destino del intercambio también se ha reducido. Hemos encontrado una función aproximada que puede explicar este comportamiento. Por suerte para todos nosotros, no habéis encontrado las combinaciones cruciales con vuestros experimentos. Hay tres parámetros, el K9, el K14 y el R11, que, según lo que hemos comprendido, componen una triada de traslación. La triada desplaza el punto B de una mera posición relacionada con la distancia entre la placa A y la placa A2, corregida con la función que he mencionado, a una posición en el espacio completamente arbitraria. Y cuando digo arbitraria quiero decir «donde sea» —Kamaranda y Schultz asentían vigorosamente.

      —Quiere decir... —balbuceó Drew.

      —Quiero decir, egregio profesor Drew, que configurando correctamente la triada podemos situar el punto B en una posición cualquiera del universo conocido —concluyó Novak con los ojos brillantes y la expresión animada.

      Drew estaba como loco. Había aguantado la respiración durante la explicación de la científica y ahora le faltaba el oxígeno.

      Marlon tenía un sudor frío causado por todo lo que acababa de aprender, mientras Kobayashi y Maoko sonreían satisfechos. Quién sabe por qué.

      —La longitud de Planck aparece en la ecuación de la traslación para establecer posiciones discretas del punto B —explicó Schultz—. Esto significa que, por ejemplo, podemos situar el punto B en la superficie de Júpiter, en las coordenados con latitud 30º N y longitud 125º E, y ni un metro más lejos, más cerca, arriba o abajo. La destinación alternativa más cercana podría estar a 100 kilómetros de distancia. Esto es solo un ejemplo, cuidado, porque todavía tenemos que encontrar los valores reales, y además hay que experimentar con la triada.

      —Entonces... —tentó Drew.

      —Entonces —intervino Kamaranda— si la máquina que acabáis de construir presenta alguna diferencia, por pequeña que esta fuera, estructural o de regulación, el destino se desplazará. En vez de donde estaba la botella de agua, ahora destruida, el punto B se encontraría en otro sitio, siendo la magnitud del desplazamiento proporcional a la longitud de Planck según la función que hemos encontrado.

      —¡La máquina es igual! —exclamó Maoko con rabia, pero Kobayashi posó su mano sobre el brazo de la chica para calmarla.

      —Hemos situado los retículos de ionización a 437 micrómetros de distancia —dijo el científico japonés—. El instrumento que hemos usado para calibrar la distancia tiene una resolución de un micrómetro, por lo que el valor exacto puede variar entre 436,5 y 437,4 micrómetros14. Supongamos que la distancia sea de 436,9 micrómetros. ¿Dónde estaría el punto B?

      Novak, Kamaranda y Schultz volvieron a la pizarra, borraron una zona que no era indispensable y desarrollaron la función basándose en los datos reales recibidos de sus compañeros. La ecuación era compleja y tardaron unos minutos, hasta que Schultz anotó el resultado en una hoja y los tres volvieron a la mesa con el dispositivo.

      —Suponiendo que no queremos modificar la triada —dijo el alemán—, es decir, dejando los parámetros como están, el punto B estaría a unos 18,6 metros respecto a la botella de agua. La dirección del desplazamiento no sabemos determinarla todavía, así que imaginaos una esfera de 18,6 metros de radio centrada en la posición de la botella. Pues bien, el nuevo punto B estará en un punto cualquiera de la superficie de esa esfera.

      Drew miró por la ventana.

      Ya era de noche. Había pocas personas por las avenidas de la Universidad cercanas al laboratorio. En los pisos superiores seguramente ya no había nadie, y lo mismo en los locales adyacentes. La superficie de la esfera imaginaria pasaba también bajo la tierra, además. ¿Podrían pasar tuberías de gas por allí? Drew pensaba que no. Una opresora sensación de impotencia se mezclaba con resignación se apoderó de él. Sentía como si tuviera una roca sobre el pecho que le impedía respirar. Fue a la puerta, la abrió y salió a respirar el aire fresco de su Manchester. Respiró unas bocanadas profundas, repetidamente, mientras los demás lo miraban desde dentro.

      ¿Podía pedir permiso a McKintock para realizar un experimento así? No, el rector lo habría ridiculizado por haber montado todo aquello y después no ser capaz de controlarlo.

      Tenía que asumir su responsabilidad, y también los riesgos asociados.

      Volvió a entrar y se dirigió a Schultz.

      —¿Cuál sería el radio de la esfera imaginaria si el retículo de ionización estuviera a 436,5 micrómetros? ¿Y con 437,4?

      —Unos 62 kilómetros en el primer caso, y 15 en el segundo. —Ya lo habían calculado, previendo la pregunta—. Y si la distancia fuera 436,99 micrómetros, la esfera tendría un radio de pocos metros, pasando por nuestros cuerpos —añadió Schultz para concluir.

      Drew abrió mucho los ojos durante un segundo, después le dominó una sensación de cansancio.

      ¿Cómo podía experimentar con una tolerancia tan amplia?

      No podía. Y al mismo tiempo no tenía alternativas.

      —Hagámoslo —dijo con voz seria, bajando la cabeza y mirando al suelo con ojos vacíos.

      Todos se colocaron alrededor de la mesa con la segunda máquina. Novak estaba cubierta de sudor frío, mientras que Marlon se apartó un poco, como si esto pudiera protegerlo de alguna manera.

      Maoko observó de nuevo todo el sistema y después presionó la tecla con decisión.

      Una masa roja y densa apareció en lugar del prisma de cristal, desecha, y comenzó a fluir lentamente por la placa.

      Plop.

      Plop.

      Todos los presentes palidecieron.

      Drew vomitó allí donde estaba, cayendo después de rodillas sobre su propio vómito.

      Las piernas de Novak cedieron y tuvo que agarrarse a una estantería, pálida como un cadáver.

      Kamaranda y Schultz se quedaron de piedra, y los japoneses no mostraron ninguna reacción.

      Marlon tenía los ojos y la boca abiertos de par en par, aterrorizado.

      Después de unos segundos, sin embargo, mirando la masa roja, notó algo.

      Se acercó para ver mejor.

      Había algo, en medio de esa pasta.

      Cogió unas pinzas y, con un cuidado extremo, la introdujo en la masa.

      Dudó un momento, después cerró el pico de la pinza sobre un trozo sólido.

      Retiró la pinza con mucha atención СКАЧАТЬ