Название: América ocupada
Автор: Rodolfo F. Acuña
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS
isbn: 9788491349655
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Es difícil poner de acuerdo a los apologistas texanos. Estos reconocen que el racismo desempeñó una función principal entre las causas de la revuelta; que a los contrabandistas les contrariaba que México hiciera cumplir sus leyes de importación; que a los texanos les perturbaban las leyes de emancipación; y que la mayoría de los nuevos pobladores procedentes de Estados Unidos agitaban en favor de la independencia. Pero a pesar de reconocer todo esto, los historiadores como Barker rehúsan culpar a sus compatriotas. En lugar de hacerlo, Barker escribe: “Si no hubiese existido un ambiente de desconfianza racial entre México y los pobladores, quizás no hubiera habido crisis. Quizá México no hubiese considerado necesario insistir tan drásticamente en una sumisión inequívoca, o quizá los pobladores no hubiesen creído tan firmemente, que la sumisión ponía en peligro su libertad”.21 Lo que hace Barker es, sencillamente, justificar el racismo angloamericano y repartir la responsabilidad especulando sobre lo que pudo haber pasado.
Sea lo que fuere, las antipatías de los texanos se convirtieron pronto en una abierta rebelión. Austin incitó a la insurrección el 19 de septiembre de 1835, proclamando que “la guerra es nuestro único recurso. No nos queda otro remedio”.22 Es simbólicamente significativo que volviera a cambiarse el nombre de Esteban a Stephen.
Demasiados historiadores han presentado los esfuerzos mexicanos de sofocar la rebelión como una invasión, y la subsiguiente victoria texana como el triunfo de un pequeño grupo de patriotas sobre los “hunos” del sur. El doctor Félix D. Almaraz, miembro del Departamento de Historia de la Universidad de Texas, recinto de Austin, subraya este hecho: “Demasiado a menudo los especialistas texanos han interpretado la guerra como la derrota de un pueblo inferior por parte de una clase superior de pioneros angloamericanos”.23
Lo cierto es que los angloamericanos tenían ventajas muy reales. Como ya se ha dicho, eran considerablemente numerosos; estaban “defendiendo” un terreno que conocían bien; y a pesar de que la mayoría de los aproximadamente 5000 mexicanos del territorio no se les unieron, los angloamericanos propiamente dichos estaban muy unidos entre sí. En contraste, la nación mexicana estaba dividida y sus centros de poder estaban a miles de kilómetros de Texas. Desde el interior de México, Santa Anna encabezó un ejército de cerca de 6000 conscriptos, muchos de los cuales habían sido obligados a ingresar al ejército y luego tuvieron que caminar cientos de kilómetros sobre tierras áridas y desérticas. Además, muchos de ellos eran mayas que no hablaban español. En febrero de 1836, la mayoría llegó a San Antonio; estaban enfermos y en malas condiciones para combatir. A pesar de que el ejército mexicano era superior en número al contingente angloamericano, este estaba mejor armado y tenía la ventaja de ser el lado defensor. (Hasta la Primera Guerra Mundial, esto era una ventaja indudable.) Y por su parte Santa Anna, al contrario, estaba muy lejos de sus fuentes de abastecimiento y de la sede de su poder.
Los 187 hombres que defendían San Antonio rehusaron rendirse a las fuerzas de Santa Anna y se refugiaron en un antiguo convento, el Álamo. Durante diez días de batalla los texanos causaron muchas bajas a las fuerzas mexicanas, pero la simple superioridad numérica de los mexicanos terminó por derrotarlos. Se ha escrito mucho sobre la crueldad de los mexicanos en el Álamo y sobre el heroísmo de los hombres condenados a morir. El resultado, como se dijo al principio de este capítulo, fue la creación del mito del Álamo. Ha habido muchas tergiversaciones dentro del amplio marco de lo que en verdad sucedió: 187 texanos se hicieron fuertes en el Álamo, en desafío a las tropas de Santa Anna, y a la larga fueron derrotados por los mexicanos. En un artículo titulado “Mitos y realidades sobre el Álamo”, Walter Lord ha aclarado gran parte de este incidente.24 Puesto que el mito del Álamo les ha servido a los angloamericanos de justificación principal para sojuzgar al chicano histórica y psicológicamente, es pertinente que vuelva a relatarse brevemente la historia del Álamo.
La mitología texana presenta a los héroes del Álamo como amantes de la libertad que defendían sus hogares; presuntamente todos eran buenos texanos. En la realidad, dos terceras partes de los defensores habían inmigrado recientemente de Estados Unidos, y solo media docena de ellos llevaba en Texas más de seis años.25 Por otra parte, la moral de los defensores es dudosa. Sobre esto arroja mucha luz la obra Olvídate de El Álamo, de Rafael Trujillo Herrero, a pesar de su parcialidad confesa.26 Trujillo sostiene que Estados Unidos de América fue una nación agresora y que su nombre debe ser cambiado por el de Estados Unidos de Angloamérica. Para él, el uso de “América” simboliza las ambiciones angloamericanas de conquistar todo el hemisferio occidental. Según Trujillo, los hombres del Álamo eran unos aventureros y no los idealistas virtuosos que presentan frecuentemente los historiadores texanos. Trujillo revela que William Barret Travis era un asesino; mató a un hombre que le había hecho proposiciones amorosas a su mujer. En lugar de confesar su crimen, Travis permitió que se juzgara y se condenara a un esclavo por el asesinato, abandonó a su mujer y a sus dos hijos y huyó a Texas. James Bowie era un hombre sin escrúpulos que se había enriquecido en la trata de esclavos y había llegado a Texas en busca de minas perdidas y más dinero. Y el decadente Davey Crockett, legendario ya en su tiempo, guerreaba por el gusto de guerrear. Muchos más de los hombres del Álamo habían llegado a Texas en busca de riquezas y de gloria; los que habían respondido al llamado a las armas de Áustin eran los menos. Estos defensores no eran hombres a quienes pueda clasificarse como pobladores pacíficos que defendían sus hogares.
El folklor sobre el Álamo rebasa los nombres legendarios de los defensores. Según Walter Lord, está repleto de medias verdades dramáticas que se han aceptado como hechos históricos.27 Se nos ha presentado a los defensores del Álamo como héroes desinteresados que sacrificaron sus vidas para ganar tiempo para sus compañeros de armas. Se nos ha dicho que William Barret Travis advirtió a sus hombres que estaban perdidos y trazó con su espada una raya en el suelo que debían cruzar los que estuviesen dispuestos a luchar hasta el fin. Supuestamente, todos cruzaron la raya, incluyendo a uno que estaba en una camilla y pidió que lo pasaran al lado de los combatientes. La situación sin esperanza y la valentía de los defensores del Álamo han sido dramatizadas en muchas películas de Hollywood.
La realidad es que el Álamo tenía poco valor estratégico, que sus defensores contaban con que recibirían ayuda y que el Álamo era la mejor fortaleza al oeste del río Misisipi. Si bien se trataba de solo unos 180 hombres, contaban con 21 cañones para enfrentarse a los ocho o diez de los mexicanos. Los angloamericanos eran expertos tiradores y tenían fusiles de 200 metros de alcance; en contraste, los mexicanos estaban mal equipados, insuficientemente entrenados, y armados de mosquetes de poco calibre y de solo 70 metros de alcance. Además, los defensores, escondidos tras las gruesas murallas del Álamo, tenían blancos fáciles en los mexicanos que estaban a campo abierto. O sea, mexicanos inexpertos, mal equipados y mal comidos atacaron a soldados profesionales bien armados. Por último, del estudio de todas las fuentes confiables resulta dudoso que Travis hubiera trazado una raya en la arena. Las mujeres y los no combatientes que sobrevivieron en San Antonio, no hablaron del incidente sino muchos años después, una vez que el cuento se había difundido ampliamente y el mito se había convertido en leyenda. Además, uno de los hombres, Louis Rose, escapó.28
El cuento más difundido es probablemente el del presunto heroísmo y la última СКАЧАТЬ