Por fortuna, algunos historiadores han recusado a los propagandistas. Ramón Eduardo Ruiz, por ejemplo, ha disipado la cortina de humo levantada por muchos de sus predecesores. En The Mexican War: Was It Martifest Destiny escribe: “En ninguna otra guerra ha logrado Estados Unidos victorias tan asombrosas como las de la guerra con México de 1846-1848. Después de una cadena ininterrumpida de triunfos militares desde Buenavista hasta Chapultepec, y de su primera injerencia militar en una capital extranjera, los norteamericanos añadieron a su dominio los vastos territorios de Nuevo México y California. También había cumplido así Estados Unidos su destino manifiesto, ese credo de los expansionistas norteamericanos, según el cual la Providencia les había encomendado la misión moral de ocupar todas las tierras vecinas. Ningún norteamericano puede negar que la guerra resultó provechosa”.43 Ruiz puntualiza, además, que hay poco interés en Estados Unidos por lo que se ha llamado la guerra mexicana; desinterés que subraya la propensión angloamericana a olvidar las cosas desagradables. Ruiz contrasta la débil reacción de los angloamericanos a la guerra con la de los mexicanos: “Esa guerra es una de las tragedias de la historia mexicana. Al contrario de los norteamericanos, que han relegado el conflicto al pasado, los mexicanos no lo olvidan. México salió de la guerra despojado de la mitad de su territorio; su pueblo quedó derrotado, desalentado y dividido”.44 En su estudio, Ruiz examina las diversas teorías sobre la guerra y pone de manifiesto los intentos de los estudiosos para justificarla.
Otras obras recientes acusan a Estados Unidos de haber “fabricado la guerra”.45 En su audaz monografía, mencionada antes, Price demuestra claramente cómo México fue víctima de una conspiración encaminada a obligarlo a hacer una guerra y a ceder su territorio. La obra examina principalmente las actividades del comodoro Robert F. Stockton, quien se trasladó a Texas antes de que el territorio se anexara a Estados Unidos y estimuló a los líderes republicanos de ese estado, para que atacaran a México y lo arrastraran a la guerra. Stockton les aseguró que Estados Unidos respaldaría a Texas cuando fuese invadida; por otra parte, California y el suroeste serían anexados a Estados Unidos. Para poner en práctica este plan, Stockton, hombre muy rico, aportó su propio dinero, y recibió el estímulo activo del presidente James Polk, hombre que, retóricamente, hablaba de paz.
EL MITO DE UNA NACIÓN PACIFISTA
Gran número de obras sobre la guerra entre México y Estados Unidos se han ocupado de las causas y resultados de la guerra, estudiando en ocasiones la estrategia de esta. No obstante, es necesario volver sobre el tema, puesto que la guerra dejó cicatrices muy reales, y puesto que las acciones angloamericanas en México son recordadas tan vívidamente como algunos sureños recuerdan la marcha de Sherman hacia el mar. Sin duda, la actitud de los mexicanos hacia los angloamericanos fue influida por la guerra de igual forma que la fácil victoria condicionó la actitud angloamericana con respecto a los mexicanos. Afortunadamente, muchos angloamericanos condenaron esta agresión y acusaron abiertamente a sus compatriotas de ser insolentes, ávidos de tierras y de haber provocado la guerra. Abiel Abbott Livermore, en The War With México Reviewed acusó a su país, escribiendo:
Una vez más, el orgullo de raza ha superado aún con mayor insolencia al orgullo nacional, siempre demasiado activo para la debida observancia de las exigencias de la fraternidad universal. Aparentemente los anglosajones han sido persuadidos de que son el pueblo elegido, la raza ungida por el Señor, los encargados de arrojar a los gentiles, e implantar su religión y sus instituciones en toda la tierra de Canaán que puedan sojuzgar.46
La obra de Livermore publicada en 1850, recibió el premio de la American Peace Society por “el mejor análisis de la guerra mexicana y los principios del cristianismo, y un lúcido estudio político”. A propósito de las causas de la guerra, escribió: “El trato que hemos dado, tanto al hombre rojo, como al hombre negro, nos ha acostumbrado a sentir nuestro poder y a olvidar la justicia”.47 Y más adelante observa: “La pasión por la tierra, también, es una característica dominante del pueblo americano… El dios Terminus es una deidad desconocida en América. Como el del hambriento muchacho de la fábula, el grito ha sido ‘más, más, dadnos más’”.48 A través de Livermore se despliega una perspectiva desconocida en la mayoría de los libros sobre la guerra. Otis A. Singletary en The Mexican War, como se hace en otros estudios similares, narra simplemente las batallas y sus resultados. Livermore monta un excelente proceso en el que declara culpable a Estados Unidos de crímenes de guerra si los patrones establecidos por los juicios de Nuremberg hubieran sido respetados: describe una política activa de conquista y pillaje.
Hay amplia evidencia de que Estados Unidos provocó la guerra. Ya citamos las impresiones del general Grant. La guerra misma era aún más insidiosa. La artillería de Zachary Taylor arrasó la ciudad mexicana de Matamoros, matando a cientos de civiles inocentes en el bombardeo. Muchos mexicanos se arrojaron al río Grande, aliviando sus sufrimientos en una tumba de agua.49 La ocupación que siguió fue aún más aterradora. El ejército regular de Taylor estaba supuestamente bajo control, pero los voluntarios planteaban otro problema: “Los regulares consideraban a los voluntarios, de los que cerca de dos mil habían llegado a Matamoros a finales de mayo, con impaciencia y desprecio… Robaron a los mexicanos su ganado y su maíz, les arrebataron sus cercas para hacer fuego, se emborrachaban y mataron a muchos ciudadanos inofensivos en las calles de la ciudad”.50 Hubo numerosos testigos de estos incidentes. Por ejemplo, el 25 de julio de 1846, Grant escribió a Julia Dent:
Desde que estamos en Matamoros han sido cometidos muchísimos asesinatos y lo extraño es que los métodos empleados para evitar sus frecuentes repeticiones parecen ser muy débiles. Algunos de los voluntarios y casi todos los texanos parecen encontrar perfectamente correcto dominar a los habitantes de una ciudad conquistada sin ninguna limitación, e incluso asesinarlos cuando el hecho puede hacerse en secreto. ¡Y cuánto parecen disfrutar los actos de violencia! No pretendo calcular el número de asesinatos cometidos entre los mexicanos pobres y nuestros soldados, desde que estamos aquí, pero el número te sorprendería.51
Simultáneamente, los corresponsales informaban de actos de inútil y absurda destrucción.52 Taylor conocía estas atrocidades, pero, como observó Grant, era poco lo que se hacía para refrenar a los hombres. En una carta a sus superiores. Taylor admitió: “Escasamente habrá una forma de crimen que no me haya sido reportada como cometida por ellos”.53 Taylor pidió que no le enviaran más tropas del estado de Texas. Estos actos vandálicos no estaban limitados a los hombres de Taylor. Los cañones de los barcos de la flota norteamericana destruyeron gran parte del sector civil de Veracruz, arrasando un hospital, iglesias y casas. Las bombas no discriminaban en cuanto a edad ni sexo. Las tropas angloamericanas repitieron igual actuación en casi todas las ciudades que invadieron; primero era sometida a la prueba del fuego y luego saqueada. Los voluntarios gringos no tenían respeto a nada, profanando iglesias y ultrajando a curas y monjas.
Durante estas campañas eran comunes las ejecuciones militares. Los soldados y civiles capturados eran ejecutados, generalmente ahorcados por colaborar con las guerrillas. Un aspecto interesante es que muchos inmigrantes irlandeses, así como algunos otros anglos, desertaron pasándose al lado mexicano, formando el cuerpo San Patricio. Se pasaron a los mexicanos “debido al disgusto innato de las masas por la guerra, el mal trato y la pobre subsistencia.54 Muchos de los irlandeses eran también católicos, y resentían el trato que daban a los curas y monjas los invasores protestantes. Se ha calculado que uno 260 angloamericanos lucharon junto a los mexicanos en Churubusco en 1847. “Parece que fueron capturados unos ochenta… Unos cuantos fueron encontrados inocentes y los dejaron en libertad. Unos quince, que habían desertado antes de la declaración de guerra, fueron simplemente marcados con una ‘D’ [desertor], y cincuenta de los capturados en Churubusco fueron ejecutados”.55 Otros recibieron doscientos latigazos y fueron obligados a cavar fosas para sus compañeros ejecutados.56
No necesitamos acudir a fuentes mexicanas para reseñar el reino de terror instaurado por СКАЧАТЬ