Название: América ocupada
Автор: Rodolfo F. Acuña
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS
isbn: 9788491349655
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PRIMERA PARTE
PANORAMA DE LA CONQUISTA Y LA COLONIZACIÓN
En esta parte presentamos un panorama de la historia del suroeste estadounidense que difiere en gran medida de la trazada generalmente por la historiografía angloamericana. Aquí negamos los supuestos tradicionales sobre los acontecimientos que condujeron a la guerra entre Estados Unidos y México, y sobre lo que sucedió desde que Estados Unidos surgió de esa guerra como propietario del territorio noroccidental de México. Los historiadores angloamericanos han tenido aversión a considerar que la guerra con México fue un acto enteramente imperialista, o que la ocupación del territorio es comparable al colonialismo llevado a cabo en otras partes del mundo. Con todo, esta sección intenta hacer ver la realidad de la conquista y la colonización, cuyo resultado ha sido la opresión de los mexicanos en Estados Unidos.
La conquista física del noroeste de México comenzó en la década de 1820, con la infiltración en Texas de pobladores angloamericanos que luego, en 1836, se apoderaron del territorio por la fuerza. Los mexicanos que vivían en la tierra conquistada pasaron a ser un pueblo colonizado bajo el dominio de los conquistadores angloamericanos. A pesar de que el gobierno estadounidense no participó directamente en la conquista y la colonización, los anglo-texanos siempre fueron angloamericanos leales a Estados Unidos. Además, la experiencia en Texas preparó el terreno para la invasión insidiosa, la conquista bestial, y la ocupación del resto del noroeste mexicano.
Esta parte también intenta demostrar que la guerra entre Estados Unidos y México no solo fue injusta, sino que, además, fue tan brutal como la represión que han perpetrado otros regímenes coloniales. El trato que dieron los anglo-texanos a los mexicanos fue violento y a menudo inhumano. La invasión angloamericana en México fue tan cruel como la de Hitler en Polonia y en otras naciones de Europa oriental, o, para dar un ejemplo reciente, como la injerencia de Estados Unidos en Vietnam. En el primer capítulo se traza un panorama histórico de la revuelta de Texas y de la guerra entre Estados Unidos y México, así como del legado de odio que dejaron estos conflictos. Hemos utilizado principalmente fuentes angloamericanas para demostrar que la información sobre las atrocidades de la guerra se consigue con facilidad, no obstante que, por lo general, los historiadores angloamericanos pasaron por alto la violencia.
Sustentamos que el racismo es medular al colonialismo. Facilitó y promovió la dominación social del mexicano. Abunda la evidencia para demostrar que los angloamericanos que poblaron el suroeste se consideraban racialmente superiores a los mexicanos morenos, a quienes consideraban una raza cruzada, de mestizos. La tradicional antipatía del gringo hacia el indio se traspasó a los mexicanos. Asimismo, estas actitudes racistas se trasladaron a la colonización y se utilizaron para sojuzgar a la población nativa.
La concomitante del racismo de los angloamericanos fue su pretendida superioridad cultural y racial. Muchos conquistadores odiaban el catolicismo de los mexicanos y, además, los tildaban de vagos, apáticos, supersticiosos y deficientes en otros aspectos morales. Es preciso recalcar este etnocentrismo, puesto que desencadenó y mantuvo el ataque a los valores, al lenguaje y al modo de vida de los mexicanos. Además, reforzó la explotación y el sometimiento de los conquistados.
Del capítulo II al V se presentan los métodos de colonización del suroeste. Después de la conquista se estableció una administración colonial que adelantó los propósitos de los angloamericanos y les permitió negar a los mexicanos hasta la apariencia de un poder, político o económico. Por medio de la violencia física y del control de la burocracia gubernamental a nivel local, estatal y federal, el gringo despojó al mexicano de su tierra y sumergió su cultura. A parte de algunas diferencias, la conquista y la colonización siguieron patrones similares en Texas, Nuevo México, Arizona y California; se manipuló, se controló y se dejó sin poder al mexicano.
Los intentos de los mexicanos por organizarse contra el opresor datan del principio de la ocupación. En los capítulos que siguen, documentamos numerosas instancias de la resistencia mexicana. También refutamos el mito de una docilidad mexicana posterior a la conquista; los mexicanos lucharon por conservar su cultura y su idioma aun durante periodos de represión intensa. No siempre con éxito y en muchas ocasiones de sus esfuerzos resultaron medidas más represivas. Sin embargo, un estudio de sus reacciones ante la colonización angloamericana respalda un aserto de muchos estudiosos chicanos: el movimiento chicano no comenzó en los años sesenta de este siglo, sino que es una vieja y prolongada lucha de liberación.
CAPÍTULO 1
El legado de odio:
la conquista del Suroeste de Estados Unidos
Lo trágico de la cesión mexicana es que la mayoría de los angloamericanos no han admitido que Estados Unidos cometió un acto de violencia contra el pueblo mexicano cuando se apoderó del territorio noroccidental de México. La violencia no se limitó a la apropiación de la tierra; se invadió y violó el territorio de México, se asesinó a su gente, y se saquearon sus riquezas. El recuerdo de esta destrucción generó una desconfianza y una aversión que perduran con fuerza en la mente de muchos mexicanos, pues la violencia estadounidense dejó cicatrices profundas. Y para los chicanos –los mexicanos que quedaron dentro de las fronteras de los nuevos territorios estadounidenses– la agresión fue más insidiosa todavía, puesto que el desenlace de las guerras de Texas y de Estados Unidos y México los convirtió en pueblo conquistado. Los angloamericanos eran los conquistadores e hicieron patente toda la arrogancia de los vencedores militares.
Los conquistadores impusieron a los conquistados su versión de lo que había sucedido en las guerras. Crearon mitos sobre las invasiones y sobre los acontecimientos que las desencadenaron sobre todo en cuanto a la guerra de Texas de 1836. Se pintó a los angloamericanos de Texas como pobladores amantes de la libertad a quienes la tiranía mexicana llevó a la rebelión. El mito más popular era el del Álamo y, de hecho, se convirtió en una justificación para mantener a raya a los mexicanos. Según los angloamericanos, el Álamo era una confrontación simbólica entre el bien y el mal; los mexicanos traicioneros lograron tomar el fuerte solo porque eran más que los patriotas y porque “pelearon sucio”. Este mito, junto con la exhortación resonante del estribillo “recuerden el Álamo”, encendía las actitudes angloamericanas hacia los mexicanos, puesto que servía para estereotipar para siempre al mexicano como el enemigo y al patriota texano como el baluarte de la libertad y la democracia.
Esos mitos y las prejuiciadas versiones angloamericanas de la historia mexicano-norteamericana sirvieron para justificar la posición inferior a la que se ha relegado al chicano: la de pueblo conquistado. Después de la conquista, los habitantes originales se vieron continuamente denigrados por los vencedores angloamericanos. Se echó al olvido el hecho fundamental del carácter imperialista e injusto de las guerras, y los historiadores cubrieron las invasiones angloamericanas del territorio mexicano con el manto de la legitimidad. En el proceso, la violencia y la agresión se borraron de la memoria, y de ese modo se perpetúa el mito de que Estados Unidos es una nación pacífica dedicada a la democracia.
EL CHOQUE ENTRE DOS CULTURAS
Parte integral de las justificaciones angloamericanas de la conquista ha sido la propensión por pasar por alto o a distorsionar los acontecimientos que precedieron el choque inicial de 1836. Para los angloamericanos, la guerra de Texas fue provocada por la tiranía o, cuando menos, por la ineptitud de un gobierno mexicano que era la antítesis de los ideales de la democracia y la justicia. Aún hoy, escritores relativamente libres de prejuicios, como Cecil Robinson, soslayan el expansionismo y la avidez territorial de los pobladores texanos y elogian de modo resplandeciente la civilización democrática que estos representaban:
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