América ocupada. Rodolfo F. Acuña
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Название: América ocupada

Автор: Rodolfo F. Acuña

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS

isbn: 9788491349655

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СКАЧАТЬ Solo tenía 17 años cuando se alistó en el ejército para combatir a los greasers. Muchas de sus “‘confesiones’ tratan de la invasión de México y las atrocidades de los anglos, especialmente de los Texas Rangers. El autor refleja el racismo de los invasores. En la ciudad mexicana de Parras, escribió: “Encontramos que la patrulla se había hecho culpable de muchos ultrajes… Entraron violentamente en la Iglesia de San José, mientras se celebraba la misa, llena de mujeres arrodilladas y niños, y entre juramentos y burlas obscenas arrestaron a los soldados que tenían permiso para estar presentes”.57 En otra ocasión, describe una masacre realizada por voluntarios, la mayor parte pertenecientes a la caballería de Yell, en una cueva:

      Al llegar al lugar encontramos a un greaser fusilado y con el cuero cabelludo arrancado, pero que todavía respiraba; el pobre hombre sostenía en las manos un rosario y una medalla de la “virgen de Guadalupe”, solo sus débiles movimientos impedían a los feroces buitres caer sobre él mientras aún seguía con vida. Por compasión se le atravesó con un sable y seguimos apresuradamente nuestro camino. Muy pronto llegaron a nuestros oídos gritos y maldiciones, llantos de mujeres y niños, provenientes al parecer de una cueva al fondo de la quebrada. Trepando sobre las rocas llegamos a la entrada, y tan pronto como nuestra vista se acostumbró a la oscuridad contemplamos una escena espantosa. La cueva estaba llena de nuestros voluntarios aullando como endemoniados, mientras que en el suelo rocoso yacían unos veinte mexicanos, muertos o agonizando sobre charcos de sangre. Mujeres y niños se aferraban a las rodillas de los asesinos pidiendo a gritos compasión.58

      Chamberlain continuaba:

      La mayor parte de los mexicanos asesinados habían sido escalpados; solamente tres hombres no habían sido heridos. Un tosco crucifijo estaba clavado en una roca y algún miserable irreverente había coronado la imagen con un sangriento cuero cabelludo. Un olor insoportable llenaba el lugar. Las mujeres y niños sobrevivientes empezaron a dar grandes gritos al vernos, ¡pensaban que nosotros llegábamos a terminar el trabajo!

      Chamberlain concluía: “Nadie fue castigado por este crimen”.59 Cerca de Saltillo, Chamberlain dejó constancia de las acciones de los rangers. Sus descripciones son gráficas. Un anglo borracho entró en la Iglesia y arrojó al suelo una imagen de madera de nuestro Salvador, y anudándole al cuello su reata, montó en su caballo y galopó arriba y abajo de la plazuela, arrastrando la imagen tras él. El venerable sacerdote de cabellos blancos, al tratar de rescatar la imagen, fue arrollado y pisoteado por el caballo del ranger.60

      Los mexicanos se enfurecieron y atacaron al texano; entre tanto, los rangers regresaron: “Al entrar a galope en la plaza, vieron a su miserable camarada colgando de la cruz, con la piel colgando en jirones, rodeado por una turba de mexicanos. Con gritos de horror los rangers cargaron sobre la multitud atacando con sus cuchillos y revólveres, sin hacer distinciones de edad ni sexo en su terrible furia”.61 Chamberlain es explícito en su desprecio por los rangers: “El general Taylor no solo recaudaba [a los mexicanos] las gabelas impuestas por la fuerza de las armas, sino que además lanzaba sobre el país las jaurías de sabuesos humanos llamados Texas Rangers”.62 Prosigue describiendo la brutalidad de los rangers en el Rancho de San Francisco situado en el camino de Camargo cerca de Agua Fría: “El lugar estaba rodeado, las puertas fueron derribadas y todos los hombres capaces de manejar armas fueron arrastrados fuera, amarrados a un poste y ¡fusilados!… Treinta y seis mexicanos fueron fusilados en este lugar; se concedió media hora para que los horrorizados sobrevivientes, mujeres y niños, sacaran sus escasas pertenencias, luego prendieron fuego a las casas, y a la luz de las llamas del incendio los feroces texanos se alejaron al galope hacia nuevas acciones sangrientas”.63 Estos imperdonables actos de crueldad, presenciados por un hombre, se suman a los relatos de otros cronistas, dando más peso a la evidencia de que Estados Unidos, a través de las acciones de sus soldados, dejó en México un legado de odio.

      La omisión de las atrocidades de la guerra en las historias angloamericanas ha conducido a muchos angloamericanos a considerar el conflicto como una guerra elegante, en la que los mexicanos fueron derrotados en una lucha limpia y resultando afortunados de haber perdido únicamente su tierra. Esta indiferencia por parte de los anglos es lo que no ha permitido cicatrizar las heridas de los mexicanos y lo que ha mantenido vivos los viejos odios. Ha perpetuado, para los chicanos, la realidad de que son un pueblo conquistado: los mexicanos y los indios son los únicos pueblos de Estados Unidos que fueron forzados a formar parte de esa nación después de la ocupación de sus tierras por tropas angloamericanas.

      EL TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO

      Cuando el general Winfield Scott derrotó a Santa Anna en el violento combate de Churubusco, a fines de agosto de 1847, la guerra estaba a punto de terminar. Esto colocó a los angloamericanos a las puertas de la ciudad de México. Santa Anna buscó un armisticio y durante dos semanas se condujeron las negociaciones. Sin embargo, Santa Anna reorganizó sus defensas durante este periodo y, a su vez, los angloamericanos renovaron sus despiadados ataques. El 13 de septiembre de 1847, Scott entró en la ciudad. Aunque los mexicanos defendieron valientemente su capital, la batalla dejó 4000 muertos y 3000 prisioneros entre sus hombres. El 13 de septiembre, antes de comenzar la ocupación de México, los niños héroes detuvieron a los conquistadores y prefirieron la muerte antes que rendirse. Estos cadetes adolescentes (Agustín Melgar, Francisco Márquez, Juan Escuda, Femando Montes de Oca, Vicente Suárez y Juan de la Barrera), se convirtieron en “símbolo e imagen de esta injusta Guerra”.64

      Aunque los mexicanos estaban derrotados la guerra continuó. La primera magistratura recayó en el presidente de la Suprema Corte, Manuel de la Peña y Peña. Este sabía que México había perdido y que su deber consistía en salvar lo más que fuese posible. La presión aumentó, porque Estados Unidos controlaba gran parte del actual México. Nicholas Trist, enviado a México para actuar como comisionado de paz, no pudo iniciar las negociaciones hasta enero de 1848. Trist llegó a Veracruz el 6 de mayo de 1847, donde tuvo “un altercado vigoroso pero temporal con Scott”. Las negociaciones se conducían a través de la legación británica, pero se atrasaron debido a la enfermedad de Trist. Este retraso obligó a hacer un arreglo apresurado y, después de la caída de la ciudad de México, el secretario de Estado James Buchanan quiso revisar las instrucciones de Trist. Le ordenó romper las negociaciones y volver a casa.65 Aparentemente, Polk había empezado a considerar la posibilidad de exigir más territorio a México y de pagar menos por él. No obstante, Trist, con el apoyo de Winfield Scott, decidió ignorar las órdenes de Polk, y procedió a negociar en los términos originales. México, derrotado, con su gobierno trastornado, no tenía más elección que acceder a las propuestas angloamericanas.

      El 2 de febrero de 1848 los mexicanos aceptaron el Tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que México aceptaba el río Grande como frontera con Texas y cedía el suroeste (que abarcaba los actuales estados de Arizona, California, Nuevo México, Utah, Nevada y partes de Colorado) a Estados Unidos recibiendo a cambio 15 millones de dólares. Polk se enfureció con este tratado; consideraba a Trist ‘Vilmente infame” por haber ignorado sus órdenes. Pero no le quedaba más remedio que someter el tratado al Senado. A excepción del artículo x, el Senado ratificó el tratado el 10 de marzo de 1848, con 28 votos a favor por 14 en contra. Insistir en la exigencia de más territorio hubiera significado más lucha, y tanto Polk como el Senado consideraban que la guerra ya comenzaba a ser impopular en muchos sectores. El tratado fue enviado al Congreso mexicano para su ratificación y, aunque el Congreso tuvo dificultades para formar un quorum, el acuerdo fue ratificado el 19 de mayo con 52 votos a favor por 35 en contra. De esta manera, las hostilidades entre ambas naciones terminaban oficialmente. Sin embargo, Trist fue calificado de “bribón”, porque Polk estaba disgustado con el acuerdo. En Estados Unidos había apoyo y fervor considerable hacia la adquisición de México.

      Contrariamente a la creencia popular, México no abandonó a sus ciudadanos que habitaban dentro de las fronteras del nuevo territorio de Estados Unidos. Los negociadores mexicanos estaban СКАЧАТЬ