Название: América ocupada
Автор: Rodolfo F. Acuña
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS
isbn: 9788491349655
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La importancia de esos mitos es que han servido para sustentar una falsa superioridad de los anglo-texanos sobre los mexicanos, a quienes se ha presentado como asesinos despiadados y traicioneros. Esta estereotipia condicionó las actitudes angloamericanas hacia los mexicanos y sirvió de racionalización, tanto para la posterior agresión estadounidense contra México, como para el mal trato de los chicanos. Es también significativo que los “defensores” del Álamo cuyos apellidos son hispánicos hayan sido excluidos de la lista de héroes texanos.
Como ya se ha dicho, el Álamo carecía de valor estratégico militar. Fue una batalla donde dos tontos se enfrascaron en un conflicto inútil. La resistencia de Travis significó para Santa Anna un retraso de solo cuatro días en su plan de campaña, puesto que los mexicanos tomaron San Antonio el 6 de marzo de 1836. Al principio, la defensa del Álamo no tuvo ni siquiera valor propagandístico. Después, el ejército de Houston fue menguándose, abandonándolo muchos voluntarios para acudir en ayuda de sus familias que huían de la avanzada del ejército mexicano. Además, la mayoría de los anglo-texanos no estaban orgullosos del Álamo y sabían que habían sido derrotados malamente. No obstante, a la larga el incidente tuvo como consecuencia la ayuda masiva de Estados Unidos, que envió voluntarios, armas y dinero. El estribillo “Recuerden el Álamo” se convirtió en llamado a las armas para los angloamericanos, tanto en Texas como en Estados Unidos.30
Con la derrota del Álamo y de la guarnición de Goliad, al sudeste de San Antonio, Santa Anna se hizo dueño de la situación. Persiguió a Sam Houston hasta sacarlo del territorio texano al noroeste del río San Jacinto. Santa Anna se enfrentó a Houston en una escaramuza el 20 de abril de 1836, pero no aprovechó la ventaja que tenía. Pensando que Houston atacaría el 22 de abril, Santa Anna y sus hombres se acomodaron a descansar para la batalla. Los texanos, sin embargo, atacaron el 21 de abril, a la hora de la siesta mexicana. Santa Anna había cometido un error grave: sabiendo que Houston tenía un ejército de mil hombres fue sumamente descuidado en sus precauciones defensivas. El ataque lo pescó totalmente desprevenido. Los gritos de “Recuerden el Álamo” y “Recuerden Goliat” se oían por todas partes.
Muchos historiadores han recalcado la violencia y la crueldad de los mexicanos en Texas. No hay duda de que en los encuentros con los texanos Santa Anna no daba cuartel; pero por lo general se ha soslayado la violencia de los angloamericanos. La batalla de San Jacinto fue literalmente una matanza de fuerzas mexicanas. Se hicieron pocos prisioneros. A los que se rendían “se les apaleaba y apuñalaba, incluso cuando se encontraban de rodillas. La matanza… se sistematizó: los fusileros texanos se arrodillaron y disparaban continuadamente contra la apretujada masa de soldados mexicanos”.31 Los texanos mataban a los meskins que huían. El conteo final de muertos fue de 630 mexicanos y solo dos texanos.
La batalla de San Jacinto suscitó bastante orgullo entre los angloamericanos, tanto en Texas como en Estados Unidos. Sin embargo, la viuda de Peggy McCormick, propietaria de los terrenos donde se dio la batalla, mostró con mayor ingenuidad los sentimientos de su raza hacia los mexicanos. “Protestó enérgicamente porque los cientos de cadáveres de mexicanos insepultos desmerecían su propiedad”. Poco después de la batalla pidió a Houston que sacara de sus tierras a “esos mexicanos apestosos”. Houston le contestó: “¡Señora, sus tierras serán famosas en la historia como el lugar clásico donde se obtuvo la gloriosa victoria de San Jacinto!”. La señora replicó: “¡Al diablo con su gloriosa victoria! Llévese sus mexicanos apestosos”. El éxito del sorpresivo ataque de Houston puso fin a la guerra. Santa Anna fue capturado y no tuvo más remedio que firmar la cesión del territorio. En octubre, Houston fue elegido presidente de la República de Texas.32 La victoria en Texas preparó el camino para la guerra entre Estados Unidos y México. Incitó sentimientos antimexicanos y alimentó el nacionalismo de la joven nación angloamericana. Es cierto que oficialmente Estados Unidos se había mantenido neutral, pero en realidad aportó grandes e cantidades de hombres, armas y dinero para sus colegas angloamericanos. Desde luego, no todos los angloamericanos aprobaron la guerra, pero cuando esta se desarrolló muchos respaldaron a los angloamericanos de Texas. La consciencia de la lucha sostenida por los anglo-texanos fue aumentando en Estados Unidos. La batalla del Álamo decidió a muchos neutrales a dar su apoyo a los anglo-texanos. La muerte de Bowie, Crockett y Trávis parecía justificar cualquier medida contra los mexicanos, del mismo modo que la muerte de Custer serviría más tarde para justificar la matanza de “los pieles rojas”. Más importante aún fue el odio generado por la guerra. Se presentó al mexicano como a un enemigo cruel, traicionero y tiránico en quien no se podía confiar. Estas estereotipadas imágenes perduraron hasta mucho después de la guerra y pueden percibirse en las actitudes angloamericanas hacia el chicano. La guerra de Texas dejó un legado de odio y determinó la situación de pueblo conquistado, en que quedaron los mexicanos que permanecieron en territorio texano.
LA GUERRA ENTRE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS
La guerra contra México es representativa del fervor expansionista de Estados Unidos en el siglo XIX. Parecía inexorable que la nación trasladara sus fronteras hacia el oeste, a menudo mediante guerras que ella misma provocaba. A mediados de la década de 1840, México se convirtió en el blanco. Los angloamericanos no podían renunciar a expandirse hacia un territorio en apariencia tan rico como las tierras baldías controladas por México al suroeste de Estados Unidos. A pesar de que para entonces ni su extensión ni su poderío eran abrumadores, ya resultaba peligroso compartir una frontera con Estados Unidos; era una nación arrogante en sus relaciones exteriores, en parte debido a que sus ciudadanos se consideraban cultural y racialmente superiores. México, por el contrario, era considerado una nación cuyo futuro sería superior a la de Estados Unidos. Sin embargo, México estaba plagado de problemas financieros y de conflictos étnicos internos; además, padecía un gobierno débil. La anarquía reinante en la nación actuó en detrimento de un desarrollo cohesivo.33 La guerra de Texas, que Harriet Martineau ha llamado “el robo más sofisticado de los tiempos modernos”, fue solo el preludio. Carl Degler ha resumido lo que verdaderamente aconteció:
[La guerra] no culminó en una victoria indiscutible para los texanos, puesto que México se negaba a reconocer la independencia de la recién proclamada República de Texas, a pesar de que el gobierno mexicano no tenía poder alguno para ejercer su autoridad sobre sus antiguos súbditos. Sin embargo, esa situación no impidió a los texanos negociar su anexión a Estados Unidos. En 1845, al aproximarse la consumación de esa anexión, México ofreció su reconocimiento total a la República de Texas a condición de que la fusión no se llevara a cabo. La historia ha demostrado que México tenía razón en temer que la anexión era meramente el preludio a sucesivas usurpaciones de su territorio. Ni Estados Unidos ni los texanos, sin embargo, permitieron que la preocupación mexicana impidiera la anexión. El ingreso de Texas a la Unión Norteamericana preparó el camino para la guerra entre Estados Unidos y México.34
En 1844, el arrastre de la doctrina del “Destino manifiesto” predominó en el caso de Texas sobre cualquier consideración legal relativa a los derechos de México en el suroeste de Estados Unidos. James K. Polk, partidario enérgico de la anexión de Texas y del expansionismo en general, obtuvo la presidencia de Estados Unidos; aunque ganó por pocos votos, se interpretó su elección como un mandato de expansión nacional. El presidente Tyler decidió actuar y pidió al Congreso que aprobara la anexión de Texas mediante una resolución conjunta; la medida fue aprobada pocos días antes de la instauración de Polk, quien respaldó el paso. En diciembre de 1845, Texas se convirtió en un estado de Norteamérica. México rompió inmediatamente las relaciones diplomáticas y Polk envió al general Zachary Taylor a Texas para defender la frontera. Sin embargo, la localización de la frontera era dudosa. Texas sostenía que era el río Grande, pero México, basándose en los precedentes históricos, la ubicaba 150 millas más al norte, en el río Nueces. Con el propósito de provocar a México, Taylor cruzó el Nueces con sus tropas y se instaló en el territorio en disputa, pero se abstuvo durante un tiempo de proseguir hasta el río Grande. Mientras tanto, en noviembre de 1845, Polk envió a John Slidell a México en una СКАЧАТЬ