Название: Feminismos para la revolución
Автор: Laura Fernández Cordero
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Biblioteca Básica del Pensamiento Socialista
isbn: 9789878010823
isbn:
Habrá podido extrañar que haya yo hecho safianas de todas o de casi todas las damas de Cnido. Algunos sacarán la consecuencia de que si las mujeres son todas safianas, los hombres habrán de ser todos pederastas. Esa consecuencia no sería justa, ya que los dos sexos son contrapuestos en materia de amor y no idénticos. Igualmente, no se tendrá el mismo número de vestales de uno y otro sexo. No habrá mayoría vestálica en femenino y minoría en masculino, y lo mismo ocurrirá en amores ambiguos.
Vemos desde ahora que las mujeres en su estado de libertad de perfectibilidad, como las de París, tienen una inclinación muy pronunciada al safismo. Los periódicos de París se han quejado algunas veces de que esta tendencia se generalizaba entre las jóvenes de la capital; este sexo es más inclinado que el otro al homosexualismo. Ahora bien, en un nuevo orden en el que cesen todas las desconfianzas y enemistades femeninas, en el que el mecanismo de las series de las fusiones y otros equilibrios pasionales haya hecho desaparecer todos los celos actuales de las mujeres, no será extraño que todas o casi todas se entreguen a una intimidad que es ya tan común en los lugares en que son más cultas. Como consecuencia de esta inclinación, he supuesto a las mujeres, como a los hombres, enamoradas colectivamente de la heroína [Fakma], género de amor tanto más interesante cuanto que pueden procurarse la asociación de prosafianos, y las he hecho aceptar en masa, quedando cada una de ellas en libertad de no reclamar sus derechos.
Conviene advertir que Isaúm[, como intermediario,] encontrará excelentes ocasiones de provecho y podrá adjudicarse a casi todas las cnidias que se acerquen a cortejar a la heroína. Ninguna de ellas se negará. De este modo, su desinterés con Fakma queda bien pagado. Por otra parte, y esto es preciso según la regla admitida lo mismo en armonía que en la civilización, en este mundo no se hace nada por nada. Pero siempre se han querido crear placeres compuestos allí donde el orden civilizado no los crea sino simples, que degeneran en abyectos y no dejan más que insípidos recuerdos. Si Isaúm gozara de treinta y dos cnidias, no sería otra cosa que una orgía, un desorden sin [laguna en el texto] mientras que, si las obtiene a título de pupilas de Fakma y por haberlas llevado junto a ella y haber negociado su admisión sucesiva, será tanto como unir al amor los motivos de gratitud y unas ilusiones de safismo y de intervención angélica. Será, en fin, reunir varios placeres del cuerpo y del alma en un lazo con el que los civilizados no sabrían hacer otra cosa que una orgía repugnante e indigna de entusiasmo así como desprovista de graciosos recuerdos.
La poligamia domina por doquier
Los que juzgan las obras por los títulos tendrán aquí un buen tema de glosa sobre el título de amores polígamos y omnígamos. Unos repetirán la frase ingeniosa de Molière de que la poligamia es un caso digno de la horca, de donde [se sigue] que la omnigamia es archidigna de la horca; otros perorarán sobre el pathos filosófico, sobre la moral y la política, y se los podrá confundir en pocas palabras con [palabra ilegible] siguiente. Si la poligamia es un vicio digno de la indignación de los filósofos, ¿cómo puede ser que no hayan encontrado ningún medio de extirpar la sociedad bárbara que tiene en régimen de poligamia a quinientos millones de hombres y que entre los trescientos millones de salvajes y civilizados los primeros practiquen a menudo esta poligamia como virtud, en tanto que los civilizados la practican todos en secreto, aunque esté reputada como vicio, crimen de adulterio, en su opinión? ¿No debemos sacar la conclusión de que habría que encontrar la manera de tolerar lo que no se puede impedir y que cuando un vicio o pretendido vicio domina legalmente entre la mayoría del género humano y clandestinamente entre la minoría, lo cual es dominar en todas partes, sería mucho mejor hacer para sacar partido que entregarse a inútiles declamaciones contra una flaqueza inseparable de la naturaleza humana?
Inclinaciones universales a la poligamia
Si existiese entre los hombres una aversión general a la inconstancia amorosa y a la poligamia secreta, si se viese a las mujeres odiar igualmente la inconstancia y el adulterio llamado “cornudez”, habría que sacar la conclusión de que la naturaleza humana se inclina a la fidelidad amorosa y que la política debe conformarse en sus especulaciones a tal inclinación; pero cuando es cosa averiguada, por el ejemplo de los bárbaros y civilizados libres, que todos los hombres aman la poligamia, y por el ejemplo de las damas civilizadas, hasta cierto punto libres, que aman igualmente la pluralidad de hombres o al menos el cambio periódico y los relevos de favoritos de paso, agregados al titular que lo [urde] todo y sirve de máscara a las variantes amorosas, cuando, digo, estas verdades están corroboradas por siglos de experiencia, ¿cómo unos sabios que pretenden estudiar la naturaleza y la verdad pueden desconocer estos oráculos de la naturaleza y poner en duda la insurrección secreta del género humano contra toda legislación que exija de él esa fidelidad amorosa perpetua cuya ley impone el matrimonio?
Flora Tristán
Migrante
París, 1803 - Burdeos, 1844
Monsieur Fourier, escribe Flora Tristán en 1836, necesito leer su libro, le ruego me lo envíe. Tiene 33 años y carga con una herencia negada, descendencia en disputa y un marido violento. Él la perseguirá casi toda la vida, ella escapará viajando: al Perú del padre muerto, para exigir reconocimiento de su encumbrada familia criolla; a Londres, para trabajar como dama de compañía y recorrer la miseria del corazón capitalista; a cada rincón de Francia, para arengar a los trabajadores: ¡uníos!
A pesar de su ascendencia ilustre (en la que se rumorea la posible paternidad de Simón Bolívar) y de todos sus nombres –Flora-Célestine-Thérèse-Henriette Tristán y Moscoso Laisney–, recibió apenas una compensación económica con la que costeará escrituras y conferencias. A sus viajes los llamó peregrinaciones y, a fuerza de rechazos, se proclamó paria, expulsada por su condición de mujer separada, desheredada y migrante. De sus dramas personales hizo textos políticos. Escribió sobre las mujeres extranjeras, en favor del divorcio y en contra de la pena de muerte. Fue notable por su agudeza y, de repente, célebre por sobrevivir al atentado de su ex marido, quien la emboscó y le disparó en 1838. Recién entonces logró la separación legal y recuperó a su hijo y a su hija.
Si el primer viaje le dictó Peregrinaciones de una paria (1837), las cuatro estadías en Inglaterra aparecieron como Paseos por Londres (1840), reveladoras visitas al Parlamento, asilos, barriadas pobres y cárceles. Allí descubrió la Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de Mary Wollstonecraft y visitó a Anne Wheeler, traductora de Charles Fourier y coautora de otro libro que lo decía todo: La demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres, contra la pretensión de la otra mitad, los hombres, de mantenerlas en la esclavitud política y, en consecuencia, civil y doméstica (1825).
Inspirada por varias geografías y muchas voces, creyente en cierta superioridad femenina y un cristianismo liberador, Tristán llegó a ser una paria que habitaba el centro parisino y se codeaba con la escuela saintsimoniana, los círculos socialistas europeos y los salones más efervescentes. Con temple epistolar, tejió densas redes intelectuales, políticas, sensuales. Algunas biografías la pintan apóstol que sublimó el deseo sexual. Otras, estratega de la independencia femenina. No faltan sugerencias de un amor lésbico con Olympe Chodzko, intrigante política y destinataria de los párrafos más voluptuosos.
Ardorosa en su cruzada, Tristán predicó en dieciocho ciudades cuando la ya desgastada monarquía de Julio prohibía reunir más de veinte personas. Perseguida por la policía y por la fiebre, agitaba Unión Obrera (1843), libro por el cual es considerada precursora tan indiscutible como poco reconocida del Manifiesto Comunista (1848). Moriría en ese mismo viaje, dejando en 1844 los manuscritos de El tour de Francia (1833-1844). Estado actual de la clase obrera en СКАЧАТЬ