Feminismos para la revolución. Laura Fernández Cordero
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СКАЧАТЬ el levantamiento obrero en Silesia y Engels tomaba notas en las barriadas por las que ella ya había paseado. Pero no es la falta de cita lo que deberíamos lamentar, sino la entronización del “proletariado” por sobre aquella lúcida invocación a “obreros y obreras” con la que, tan temprano, se anudaban la clase y el género.

      A los obreros y a las obreras

      Obreros y obreras

      Obreros, ¿qué se puede decir ahora en defensa de vuestra causa?… ¿Acaso no ha sido dicho y redicho todo, desde hace veinticinco años, en todas las formas posibles y hasta la saciedad? No hay nada más que decir, nada más que escribir, porque vuestra desgraciada situación es bien conocida por todos. No queda más que una cosa por hacer: actuar conforme a los derechos escritos en la Carta [de 1830].

      Ha llegado el día en que se hace necesario actuar, y a vosotros, a vosotros solos, os corresponde actuar en interés de vuestra propia causa. ¡Os va en ello la vida… o la muerte! Esa muerte horrible que mata a cada instante: ¡la miseria y el hambre!

      Obreros, dejad pues de esperar por más tiempo la intervención que desde hace veinticinco años se pide en vuestro favor. La experiencia y los hechos os dicen suficientemente que el gobierno no puede o no quiere ocuparse de vuestra suerte cuando se trata de mejorarla. De vosotros solos depende, si lo deseáis firmemente, salir del laberinto de miserias, dolores y degradación en el que os consumís. ¿Queréis asegurar a vuestros hijos el beneficio de una buena educación industrial, y a vosotros mismos la certeza del descanso en vuestra vejez? Podéis hacerlo.

      Vuestra forma de acción no es la revuelta a mano armada, el motín en la plaza pública, el incendio ni el saqueo. No, porque la destrucción, en lugar de remediar vuestros males, no haría más que empeorarlos. Los motines de Lyon y de París así lo han atestiguado. No tenéis más que una posibilidad de acción, legal, legítima, confesable frente a Dios y los hombres: LA UNIÓN UNIVERSAL DE LOS OBREROS Y DE LAS OBRERAS.

      Obreros, vuestra condición en la sociedad actual es miserable, dolorosa: con buena salud, no tenéis derecho al trabajo; enfermos, lisiados, heridos, viejos, tampoco tenéis derecho a la hospitalización; pobres, faltos de todo, no tenéis derecho a la limosna, porque la mendicidad está prohibida por la ley. Esta situación precaria os sume en el estado salvaje en que el hombre, habitante de los bosques, se ve obligado cada mañana a pensar en el medio de procurarse el alimento de la jornada. Semejante existencia es un verdadero suplicio. La suerte del animal que rumia en el establo es mil veces preferible a la vuestra; él está seguro de comer al día siguiente; su dueño le guarda en la granja paja y heno para el invierno. La suerte de la abeja, en su cavidad del árbol, es mil veces preferible a la vuestra. La suerte de la hormiga, que trabaja en verano para vivir tranquila en invierno, es mil veces preferible a la vuestra. Obreros, sois desgraciados, sí, sin duda; pero ¿de dónde viene la causa principal de vuestros males?… Si a la abeja y a la hormiga, en lugar de trabajar concertadamente con las otras abejas y hormigas para aprovisionar la vivienda común de cara al invierno, se les ocurriera separarse y querer trabajar solas, también ellas morirían de frío y de hambre en su rincón solitario. ¿Por qué pues vosotros permanecéis aislados?… ¡Aislados sois débiles y caéis aplastados bajo el peso de toda clase de miserias! ¡Pues salid de vuestro aislamiento! ¡Uníos! La unión hace la fuerza. Tenéis a vuestro favor el número, y esto ya es mucho.

      Yo vengo a proponeros una unión general de los obreros y obreras, sin distinción de oficios, que vivan en el mismo reino; una unión que tendría por objetivo CONSTITUIR LA CLASE OBRERA y construir varios edificios (Palacios de la UNIÓN OBRERA), igualmente repartidos por toda Francia. En ellos se educaría a los niños de ambos sexos, desde los 6 hasta los 18 años, y se acogería a los obreros lisiados o heridos y a los ancianos. […] Oíd hablar a las cifras y os haréis una idea de lo que se puede hacer con la UNIÓN.

      Por qué menciono a las mujeres

      […]

      He aquí cómo, desde los seis mil años que el mundo existe, los sabios entre los sabios han juzgado la raza mujer.

      En cuanto al proletario, él, pobre obrero mirado hasta entonces como una bestia, quedó muy sorprendido al comprender que el olvido y el desprecio que se había hecho de sus derechos fueron los causantes de las desgracias del mundo.

      Lo que ha ocurrido con los proletarios –hay que convenir en ello– es un buen augurio СКАЧАТЬ