Название: Feminismos para la revolución
Автор: Laura Fernández Cordero
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Biblioteca Básica del Pensamiento Socialista
isbn: 9789878010823
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Y, por ende:
Ya no más maternidad, ya no más ley de la sangre.
Digo no más maternidad.
En efecto, la mujer liberada, manumitida del yugo de la tutela, de la protección del hombre del que ya no recibirá alimento ni salario, del hombre que ya no le pagará más el precio de su cuerpo; la mujer deberá su existencia, su posición social, solo a su capacidad y a sus obras.
Para ello, es necesario que la mujer haga una obra, cumpla una función. Y ¿cómo podría hacerlo si sigue estando condenada a dedicar una parte más o menos larga de su vida a los cuidados requeridos por la educación de uno o varios hijos? O la función será descuidada, mal cumplida, o el niño terminará siendo mal educado y privado de los cuidados que exigen su debilidad, su largo crecimiento.
¿Desean liberar a la mujer? Y bien, del seno de la madre de sangre, lleven al recién nacido a los brazos de la madre social, de la nodriza funcionaria, y el niño será criado de una mejor manera, puesto que se ocupará de él aquella que tiene la capacidad de criar, de desarrollar, de comprender a la infancia; y todas las mujeres podrán clasificarse según su capacidad y recibir retribución por sus obras.
Entonces, solo entonces, el hombre, la mujer, el niño se verán liberados, todos, de la ley de sangre de la explotación de la humanidad por la humanidad.
Entonces cada una y cada uno, todas y todos, serán las hijas y los hijos de sus obras y solamente de sus obras.
Charles Fourier
Pornócrata
Besanzón, 1772 - París, 1837
Después de la gran revolución, Francia fue pródiga en planes radicales, utópicos, socialistas y desafiantes de los límites de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Charles Fourier sumó a esa tríada el Placer. Su programa era grandilocuente: consideraba que los 400 000 libros que constituían el patrimonio cultural de la humanidad estaban errados y que él, como Newton o Colón, sería un hito en la nueva concepción del Cosmos.
Había nacido en 1772 en Besanzón, ciudad de antigua universidad y relojería exquisita. Comerciante por mandato familiar, se prefería filósofo y arquitecto social del nuevo orden basado en el goce de la comida y del amor. Fue enlistado, preso, liberado, y corrió hacia París para dar a conocer sus ideas. Eran tremendas. Desde 1809, editó largos tratados que el gran público recibió con indiferencia y los grupúsculos admirados, con devoción. Solitario y sin hogar estable, pergeñó viviendas colectivas a las que llamaba Falansterios y un orden general que llamaba Armonía. Gris en su apariencia, soñó un erotismo de la abundancia y estableció que el lazo social era pasional y sexual. Y que organizarlo suponía una cuestión de Estado. Lo escribió cuando aún no se había inventado el Psicoanálisis y apenas nacía la Sociología. Lejos de la irracionalidad o la celebración de los instintos, lo suyo era el cálculo matemático: ¿cuántas almas deseantes deben combinarse con otras apaciguadas?, ¿cómo expandir las manías lúbricas y los gustos personales?, ¿cuál es la composición ideal entre industria y ocio?, ¿cuántos mayores gozarán de las caricias de la juventud?, ¿cada cuánto es preciso variar el trabajo y la compañía para intensificar el disfrute?
El escandalizado teórico del anarquismo, Pierre-Joseph Proudhon, lo llamó “pornócrata”, y Fourier lo merecía porque solía describir orgías edificantes, amor público entre mujeres y caricias reparadoras del daño moral, además de elogiar la poligamia, denostar el matrimonio y burlarse del adulterio. Planificada como una coreografía, la fiesta amatoria invitaba a todas las edades y a todos los cuerpos desechados por la Civilización. A pesar de sus loas a la variación y a la inconstancia –que Claire Démar aplaudiría–, todas las mañanas bebía vino blanco en el mismo bar y, cada mediodía, esperaba un inversor para hacer realidad sus proyecciones.
Su escritura, dada al neologismo y a las mayúsculas, revivió en los imaginarios del surrealismo, del situacionismo y de los años sesenta. Hasta entonces, parte de su obra era desconocida porque Victor Considérant y otros discípulos retacearon los borradores más osados, por temor a las malas interpretaciones. Los manuscritos de El nuevo mundo amoroso se editaron por primera vez en París, pocos meses antes del revuelto Mayo de 1968. Esos fragmentos confusos y habitados por personajes novelescos revelan un lúcido delirio. Karl Marx, Friedrich Engels, Flora Tristán, Rosa Luxemburgo y León Trotski citaron esa vieja idea que Fourier hizo axioma: el progreso de una sociedad se mide por el grado de emancipación de las mujeres. Mucho más pacatas, las revoluciones posteriores no llegarán a celebrar ni la camaradería carnal ni la diversidad del deseo de una sola noche en Armonía.
El nuevo mundo amoroso
En armonía los placeres son asunto de Estado
El tema [del amor] parece frívolo a esos civilizados que [lo] relegan al rango de cosa inútil y lo hacen, bajo la autoridad de Diógenes, ocupación de los perezosos. Tampoco lo admiten más que a título de placer constitucional sancionado por el matrimonio; no sucede lo mismo en la armonía, donde, al volverse los amores asunto de Estado y fin especial de la política social, debe darse necesariamente gran importancia al amor, que en efecto retiene el primer rango entre los placeres; la cábala gastronómica, otro placer de armonía, retiene el primer rango en títulos, pero el amor lo retiene en la realidad. Se trata aquí de asegurar también a las personas de toda edad el encanto del amor como podemos encontrarlo hoy en la juventud. La solución de este caprichoso problema exigirá cierto razonamiento. ¿Nos asustaremos por unas pocas espinas cuando se trata de penetrar en el nuevo mundo amoroso? Por lo demás, nada de espinoso tendrá el camino, sino solo una controversia más placentera que difícil. Prometí […] que no encontraríais más abrojos […] y voy a mantener mi palabra.
Establezcamos bien el problema [por] debatir en estas tres secciones. La civilización no sabe procurar los diversos encantos del amor a quienes están en edad de gozar de él y se trata aquí de hacerlo no solo para aquellos que están en la edad, sino también para quienes han pasado de esta. Hacer por los viejos aún mucho más de lo que la civilización hace por los jóvenes es una brillante perspectiva para unos y otros. Que ella pueda disponerlos hacia una atención seria.
El egoísmo: efecto inevitable del amor limitado a la pareja
Lo que ha inducido a error a todos los filósofos civilizados sobre el destino del amor es que siempre han especulado sobre los amores limitados a la pareja; desde ese momento, no pudieron llegar más que a un mismo resultado: al egoísmo, efecto inevitable del amor limitado a la pareja; es necesario, pues, especulando sobre los efectos liberales, cimentar sobre el ejercicio colectivo, y yo no seguiré otro camino. No habría ningún [modo] de hacer que Psique y Narciso se entregaran a otros dos individuos. Esto sería una doble infidelidad, una pasión infame, repugnante. Pero voy a probar que, al entregarse cada uno a una masa de pretendientes y en ciertas coyunturas aplicables al orden civilizado, ambos se convertirán en ángeles de virtud a los ojos del público, a los ojos de los pretendientes y a sus propios ojos, y que de ello resultará un lazo general, incluso con el público menos amoroso que los pretendientes, pero entusiasmado como ellos por el sacrificio filantrópico del que habrá dado pruebas la pareja angélica.
Que nadie se apresure a prejuzgar sobre este problema antes de conocer los resortes extraños que serán puestos en juego. La armonía tiene los medios para ennoblecer […] todo lo que puede favorecer la sabiduría o el acrecentamiento de las СКАЧАТЬ