Camilo, señor de la vanguardia. William Gálvez
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СКАЧАТЬ como organización de vanguardia paralelamente a las luchas libradas por el movimiento obrero cubano, los estimulantes ecos liberadores de la Gran Revolución de Octubre, las batallas de nuestros campesinos y la participación militante de la mujer en la vida de la nación. El resultado de todas estas fuerzas se conjuga en un solo fin: desplazar las ideas anarquistas, tomar el marxismo-leninismo como ideología, y llevar adelante la lucha de clases como estrategia para alcanzar el poder.

      La Confederación Nacional Obrera de Cuba es la encargada de organizar y unificar a todo el proletariado bajo la dirección del Partido. También, en 1925, se produce un hecho negativamente significativo: el ascenso al poder de Gerardo Machado que se convierte en el gobernante de turno, servil a la nefasta política yanqui, cuyo período presidencial sirve para implantar la sangrienta dictadura de esta etapa republicana, que agudiza la lucha clasista hasta su clímax.

      En aquellos primeros años del movimiento comunista cubano, sobresalen figuras excepcionales como Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena. Mella, fundador de la Liga Antiimperialista, la Universidad Popular “José Martí” y el Partido Comunista, protagonista de innumerables manifestaciones a favor de la clase obrera y en contra de la dominación extranjera en nuestro país, muere asesinado en la ciudad de México por un esbirro a las órdenes del dictador Machado. Martínez Villena, militante del Partido Comunista, es un hombre de fuego, de temple maravilloso, levantado sobre una estructura endeble, minada por la tuberculosis, que en 1934 apaga aquella llama. De aquellos años, también emergen otros hombres con posiciones progresistas y antiimperialistas que lucharon contra la ferocidad de la tiranía machadista y primera etapa batistiana, donde muchos entregan sus vidas, siendo Antonio Guiteras el máximo ejemplo, muerto en desigual combate contra fuerzas tiránicas el 8 de mayo de 1935.

      Mella, Martínez Villena y Guiteras son, con el correr del tiempo, ejemplos vivos para los hombres que hacen la definitiva Revolución Cubana.

      Como todo joven que se inicia en la lucha revolucionaria, Camilo lee y admira desde temprano los poemas de José Martí, Bonifacio Byrne, Martínez Villena: Sainete póstumo y Hexaedro rosa, primero; después, su Mensaje lírico civil. También lee a García Lorca, Nicolás Guillén y otros autores.

      La infancia de Camilo transcurre en medio de la dramática confrontación planteada entre una fuerza revolucionaria emergente –de cuya radicalidad dejaron firmes evidencias las actitudes excepcionales de tres antiimperialistas convencidos, Mella, Villena y Guiteras–, y las tradicionales relaciones de opresión entre la metrópoli estadounidense y sus dependencias neocoloniales del Caribe y el resto de América Latina.

      En Cuba, esos años de lucha popular cuestan a la nación la vida de muchos de sus mejores hijos. La llamada Revolución del 30 recibe su puntillazo con el asesinato de Antonio Guiteras, figura relevante del movimiento antiimperialista y ministro de Gobernación durante el Gobierno de los Cien Días (septiembre de 1933 a enero de 1934), a cuya cabeza figura el demagogo y ladrón del presupuesto nacional Ramón Grau San Martín.

      La falta de unidad, característica esencial en las primeras etapas de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo, vuelve a ser la causa del mal en 1935, cuando la huelga general de marzo es aplastada violentamente y se desata una ola de terror desenfrenado contra el movimiento obrero, a pesar de las heroicas batallas de los trabajadores y de las demás fuerzas democráticas y antiimperialistas.

      En el vasto campo de la confrontación ideológica a nivel mundial, el movimiento revolucionario concentra su atención, por aquel entonces, en la lucha antifascista. En 1936, estalla la Guerra Civil en España como consecuencia de la sublevación de los enemigos de la República, que encabezan un levantamiento reaccionario apoyado por Hitler y Mussolini. Para conjurar tal peligro, se movilizan las Brigadas Internacionales, que en España escribieron una de las más hermosas páginas en la historia del internacionalismo proletario. Cerca de mil cubanos pelean junto a los españoles contra el fascismo. Muchos, como Pablo de la Torriente Brau, caen en defensa de aquella causa.

      La etapa de pseudorepública neocolonial que vive Camilo, se caracteriza por el atraso económico, el monocultivo, el desempleo crónico, la discriminación racial, el analfabetismo, la descomposición moral, la corrupción política y administrativa y la secuencia de gobiernos antidemocráticos que practican todas las formas de latrocinio y violan sistemáticamente los más elementales derechos y libertades del pueblo. Esta situación que atraviesa nuestra patria, hasta el triunfo de la Revolución, es similar a la experimentada por la mayoría de los restantes países de América Latina que tienen una dependencia total de la metrópoli yanqui.

      Las luchas de nuestro pueblo conducen a la conquista de la libertad de los presos políticos, la legalización de los partidos Comunista, Auténtico y de otras organizaciones de oposición y a la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Así, se inicia una etapa en que la actividad del movimiento popular y revolucionario a escala internacional se nuclea alrededor de la lucha contra el nazi fascismo en ascenso que inicia la Segunda Guerra Mundial, cuyo dramático colofón es la agresión de la Alemania hitleriana contra la Unión Soviética en 1941. La conflagración mundial deja de ser entonces pelea de rapiña entre potencias imperialistas y se convierte en una guerra patriótica contra el nazi fascismo y en defensa del socialismo.

      Durante esta etapa, surge la unidad de los sindicatos y la Confederación de Trabajadores de Cuba, dirigida desde el primer momento por Lázaro Peña, desarrollándose un poderoso movimiento obrero y creciendo la influencia y las filas del partido marxista-leninista.

      Leal a las doctrinas del Maestro e intérprete natural de los anhelos de nuestro pueblo, Camilo, ya en la lucha guerrillera, se enfrenta al apoyo y contubernio de los gobernantes yanquis con la tiranía batistiana, a la que suministra todo tipo de armas y recursos para bombardear, ametrallar y reprimir encarnizadamente al pueblo, en un vano intento por salvar y perpetuar su régimen sangriento. Mediante estas enseñanzas, se va forjando el revolucionario. Camilo se forma política e ideológicamente a través de su vida de obrero explotado –en Cuba y en Estados Unidos–, así como en los campos de batalla de nuestro glorioso Ejército Rebelde. A su lado, creciendo junto a él, está de manera excepcional el magisterio exigente y profundo de Fidel y del Che que modelan en Camilo, sobre la base del carácter de este, de sus virtudes y de su valor a toda prueba, a un verdadero jefe y guerrillero, capaz de tomar sobre sí, con la mayor naturalidad, las tareas políticas y militares más difíciles y complejas, a las que imprime en su cumplimiento el sello indeleble de su personalidad. Como señala el Che: “... creaba mil anécdotas a su paso y ponía en todo lo suyo el distintivo preciso de su originalidad”.

      En el cubanísimo y universal legado de Camilo –como en el de Martí, Maceo, Villena, Guiteras, Che y Mella–, se inspiran hoy con profundo fervor nuestras nuevas generaciones y, en especial, nuestros jóvenes comunistas, revolucionarios, patriotas educados al calor fraternal y humano de la Revolución. Como señala certeramente Raúl Castro:

      Cada año, con mayor devoción, las nuevas generaciones se suman al homenaje espontáneo de la flor para Camilo, que las masas han convertido en una tradición; en su ejemplo, se forman miles de niños y de jóvenes en las escuelas que llevan su nombre.

      Es frecuente cuando se estudian y definen los rasgos de la ideología política y social de una personalidad, que se atienda básicamente al legado de su pensamiento escrito. Con ese huracán de vida que es Camilo Cienfuegos, esto difícilmente podría ser así, porque en él la idea y la acción marchan estrechamente unidas. Ha de valorárselo, entonces, tanto por las primeras como por sus actitudes, sus hechos, y las formas prácticas de su intransigente conducta revolucionaria.

      En Camilo, se sintetiza de modo ejemplar una virtud característica del proceso histórico de la Revolución Cubana. Él es la antítesis del intelectualismo y el teoricismo pseudorevolucionario, que todo lo enreda y oscurece. En él, los conceptos ideológicos son claros y firmes como puños de acero, y están orgánicamente fundidos a СКАЧАТЬ