Название: Biografía de Azucena Villaflor
Автор: Enrique Arrosagaray
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
Серия: Biblioteca 8 de marzo
isbn: 9789874039286
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Capítulo 3
Emma Nitz: la madre
Emma Nittz era una mujer de estatura mediana y ligeramente gordita, de cutis muy blanco y rubia. Por su apellido deducimos que a pesar de que era argentina, por sus venas corría sangre lejana, alemana o suiza.
Apenas salió de la niñez —hasta esos días permaneció siempre bajo el ala de sus padres— fue de alguna forma “capturada” por un muchacho más grande al que los amigos le decían El Bizco. Sus días estuvieron atados a él hasta que una tarde, sorpresivamente, le vinieron con la novedad de que Florentino Villaflor, su hombre, se había muerto en un accidente de trabajo en la fábrica en donde se ganaba un sueldo. Emma tenía en esos días 33 años y dos hijas.
Quienes la conocieron y trataron hablan de una mujer tranquila, sumisa y sufrida, como resignada a una convivencia —un tanto voluntaria y un tanto obligada— con el mencionado Florentino.
A sus quince años —en 1924— paría a su primera hija, Azucena, y cuando rondaba los veinte tuvo otra mujercita, a la que llamó Elsa. Con la primera compartió el techo pocos años y a la segunda la tuvo siempre al lado suyo.
En general, Emma tuvo que hacer a lo largo de los años lo que El Bizco Florentino le ordenó, seguramente más de una vez, cosas ingratas. Aunque hay quienes se atreven a recordar que en algunas oportunidades sacudió su sumisión. Un tema habitual de conflicto entre ellos era el de la tenencia de Azucena. Relatos inseguros —y con certeza parciales— recuerdan que una vez se puso muy firme ante Florentino pidiéndole que traiga a su hija de nuevo a la casa, bajo la punzante amenaza de abandonarlo si no lo hacía.
Emma falleció en Buenos Aires a fines de 1982. Su hija menor, y única hermana de Azucena, falleció en la localidad de Salsipuedes, provincia de Córdoba, en 1993.
Florentino Villaflor: su padre
Florentino nació el 5 de septiembre de 1902, a las seis de la mañana, en los suburbios de la Capital Federal: avenida Caseros 3065, dos kilómetros al oeste de la terminal ferroviaria de Constitución. Era hijo de Bernardino Villaflor, cuarteador, con 33 años en ese momento, y de Clotilde Ojeda, de 32 años. Deambuló con sus padres por varios conventillos y jugó en patios pobres hasta que en 1906 ó 1907 cruza con ellos el Riachuelo hacia el sur y se instala en una pieza alquilada en otra casa de inquilinato. Era en la calle Italia 44, a media cuadra de la avenida Mitre, arteria fundacional de esa vecindad, la de Barracas al Sud (llamada Avellaneda desde 1904) y que partía del pequeño y viejo Puente Pueyrredón hacia el sur.
Luego de pasear sus primeros juegos por varios conventos sureños, las necesidades de la familia lo hacen obrero cuando no tenía más de diez años. Trabajó en la fábrica de vidrio Papini, en donde un alto porcentaje de los trabajadores eran chicos y mujeres. Los hombres eran sólo oficiales y expertos, y por lo tanto más caros que esa otra mano de obra excedente y barata, fácilmente contratable y echable, a la que sometían a un trato tan humillante que la distancia con la esclavitud era bien pequeña. No era extraño ver a algún capataz golpear a un chico-obrero por haber realizado mal alguna tarea.
También trabajó en el frigorífico La Negra y en otros establecimientos, siempre como obrero llano. Cuentan que de muchacho era bastante pendenciero y que sus conductas habituales eran lejanas a la santidad. Relatos de familiares y conocidos arriesgan con renovado rencor, que nunca vieron a Florentino trabajando, que era un vago y un vividor, que usaba a los demás en beneficio propio. Relatos dolorosos y sinceros hacen referencia a la opresión a la que sometió a su joven mujer Emma —siete años menor— con consecuencias graves para esa pareja y para esa familia.
Los padres de Emma: sus abuelos maternos
Sólo sabemos que los padres de Emma —es decir los abuelos maternos de Azucena— se llamaban Pablo Nitz y Emma Wiedner. Vivían en el corazón de Piñeiro, en la calle Rivadavia 650, partido de Barracas al Sud, a treinta metros de las vías férreas, o sea, en la misma barriada en la que los Villaflor vivieron buena parte de sus historias. En el espacio en donde estaba esta casa, hay ahora un “Tenis Paddle, for-all”. Estaba en diagonal, calle por medio, de la empresa Lanera Argentina, en donde falleciera accidentalmente su yerno Florentino y en donde trabajara y se hiciera sindicalista de renombre el tío de Azucena, don Aníbal Villaflor; a media cuadra de la fábrica Conen, en donde trabajará por el 50 y pico el joven Raimundo, hijo de Aníbal y primo de Azucena, quien sería secuestrado y asesinado luego de tres o cuatro días de tortura, en agosto de 1979, por la Marina argentina
Un recuerdo certifica, con la rigidez que da una buena memoria, que los Nitz-Wiedner eran alemanes de pura cepa, teutones afincados, no sabemos por qué, en este rincón sudamericano miserable en las primeras décadas del siglo. Miserable sólo para sus habitantes, porque los empresarios europeos venían, se afincaban, producían o hacían producir a sus trabajadores y se llevaban a sus terruños todo lo que podían llevarse.
Los padres de Florentino: sus abuelos paternos
Clotilde Ojeda —abuela paterna de Azucena— fue quien dio a luz a Florentino en una madrugada de invierno de principios de siglo, cuando contaba sobre sus hombros con 32 años. Estaba casada con Bernardino Villaflor, un año mayor.
Ambos hunden sus orígenes estrechamente con la vida de campo. No sólo por el escaso desarrollo productivo y urbanístico de este país por esos años, sino por las características, las tareas, la ubicación geográfica y las relaciones de sus familias concretas.
Clotilde Ojeda era hija de un matrimonio formado por un soldado y por una paisana. Un soldado que venía de recorrer el norte y el oeste del país; el norte, por participar en una guerra terrible contra el Paraguay y el oeste, por formar parte de tropas del Gobierno de Buenos Aires cuando éste se lanzó contra caudillos provinciales en la zona de Cuyo.
Es en ese oeste, seguramente en la zona de Cuyo, en donde se conocen con Cristina Contreras y se casan. Y por allí, zona semidesértica, es sin duda en donde nace esta abuela de Azucena, a la que conoció y trató estrechamente ya que convivió bajo el mismo techo muchos años. El recuerdo de su nieta Lidia dice que le escuchó contar a Clotilde que era nacida en el pueblo de Las Achiras, provincia de San Luis, y que contaba que su infancia la había pasado en otra provincia cuyana, Mendoza, tierras de las que hablaba siempre con admiración y añoranza. Sólo un relato concreto apareció en su boca sobre recuerdos contados por su abuela. Y muy vago. Alguna vez Clotilde contaba que de chiquita se trepaba a un árbol de higos para empacharse con ese fruto tan dulce y tan al alcance de la mano. Pero que cierta vez tuvo dificultad para bajarse y se quedó colgada y a los gritos: “¡Cristina, bajame Cristina!”. Ya viejita, Clotilde mencionó, en su sano juicio e incluso en delirios, a esa tal Cristina como a su madre, cosa que coincide con los documentos escritos, ya que en los orales aquel nombre ya estaba olvidado.
Clotilde Ojeda se casó a los 18 o a los 19 años. Algunos recuerdos muy precarios dicen que tuvo dos hijos que, o fallcieron a pocos días del parto, o no llegaron a nacer. Es razonable que esto haya ocurrido porque es raro que en esa época no hubiera tenido hijos hasta los 28 años.
Luego tuvo con certeza siete hijos: Magdalena (26-6-1899 / 23-3-1986), Valentín (27-10-1900 / 30-12-76), Florentino (5-9-1902 / 23-3-1942), Aníbal (22-5-1905 / 22-7-1994), Abraham (29-1-1907/¿?), Azucena María (15-12-1908) y Mario (1-2-1911), aunque estos dos últimos fallecieron de muy pequeños.
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