Biografía de Azucena Villaflor. Enrique Arrosagaray
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СКАЧАТЬ honor a la patrona de los navegantes sardos.

      Esa localidad se llama Sarandí y es de casas bajas y humildes, de aspecto sereno y sencillo, como el arbusto rioplatense que motiva su nombre.

      El pecado de esta mujer había sido el de buscar sin pausa a un hijo que las Fuerzas Armadas Argentinas le habían secuestrado un año antes. Por ello, los especialistas en inteligencia de la Armada de nuestro país decidieron que a esa mujer también debían secuestrarla y hacerla desaparecer.

      Pero también, por algo más.

      La señora Azucena Villaflor de De Vincenti —mujer a la que nos referimos, víctima de este secuestro— es reconocida en la Argentina como la creadora de la organización Madres de Plaza de Mayo; unas mujeres mayores que acostumbran, todos los jueves a la tarde, cubrirse la cabeza con un pañuelo blanco y dar vueltas alrededor de la pirámide que está en la Plaza central del país, frente a la Casa de Gobierno y a la Catedral, reclamando por sus miles de hijos desaparecidos.

      Es reconocida así, por lo menos por una parte de las personas que conocen la historia, aunque también tiene mucho peso el olvido o hasta el ocultamiento de los hechos que se originan durante 1976 y que aún no tienen un final.

      La historia de Azucena es entonces, una historia que sólo rompió el marco de su familia y de su casa durante un año y diez días. Nada más. Sólo a lo largo de este breve período fue una mujer pública. Y si somos sumamente estrictos, tal vez exageradamente, deberíamos decir que ese período puertas afuera y de articulación con otros, arrancó recién a mediados de abril de 1977 y duró hasta el 10 de diciembre de ese mismo año. No llegaría a los ocho meses.

      Su historia personal, debemos precisar, tiene aristas comunes con las de muchas otras mujeres que pasaron por el mismo castigo que les propinara la dictadura del general Videla, iniciada en 1976. Especialmente con aquellas con las que compartió el período pre-organizativo y los doscientos cincuenta días que encabezó el movimiento de madres que se propusieron no descansar hasta encontrar a sus hijos secuestrados. O dicho de otra forma, su historia personal está estrechamente ligada a la historia del esbozo y de la formación del movimiento Madres de Plaza de Mayo y es un poco, esta misma historia.

      A pesar de su entonces paso esporádico por la pasarela pública del país, su figura, su palabra, su mensaje y sobre todo su accionar, fue tan distinto al de todo el resto que la ubicaron inmediatamente como una líder natural de la lucha contra la dictadura más atroz que tuvo la Argentina y una de las más asesinas del mundo.

      Una vena abierta más —tal vez como titularía Eduardo Galeano— en esta América Latina.

      1 El autor convocó en 2001 a la formación de una Comisión en homenaje a la creadora de las Madres de Plaza de Mayo, comisión que colocó, por primera vez, una placa casera recordando los hechos. Fue escrita a pincel por la joven Tamara Perini. Dos años después se instaló un sencillo monumento cuya idea fue de José Satti y Hugo Ciciro y con diseño de este último.

      2 Recién en Julio de 2005 quedó aclarado qué pasos padeció Azucena Villaflor desde su secuestro, detalles breves que damos al final de este trabajo. Intuíamos esa brevedad.

      3 En el presente se abrió un proceso de discusión y revisión de las leyes que protegieron a los dictadores y asesinos. En este momento hay algunas sentencias firmes y numerosos juicios abiertos.

      Capítulo 1

      Desde los conventillos

      Cuando el otoño de 1924 avanzaba con su secuela de árboles desnudos y de echarpes envolviendo los cuellos de las muchachas cálidas, nacía en una casa muy humilde de la barriada de Valentín Alsina, Partido de Avellaneda, República Argentina, una nena que salía del cuerpo fresco de una chica quinceañera. Las dos de cutis blanco y cabellos rubios. La madre se llamaba Emma. A la niña la llamaron Azucena, como la flor. Seguramente no supieron jamás que ese nombre era de origen árabe y que hundía sus raíces específicamente en su vocablo “al-susana”.

      Sin embargo, a pesar del parimiento, a pesar del sudor, de los dolores, de los pujos y de la desesperación protagonizada exclusivamente por Emma, el que reconoció legalmente a la criatura fue sólo el padre, Florentino Villaflor, quien el 24 de abril se llegó hasta la oficina del Registro Civil de la localidad para informar del alumbramiento.

      Esta declaración, transformada en la formal partida de nacimiento de Azucena —asentada bajo el número 532 del tomo II de 1924—, está tal cual como en aquella época, en unos libracos que ahora reposan en los estantes polvorientos de la sede central del Registro Civil del partido de Avellaneda, y especialmente, en el rincón denominado Sección Piñeiro, oficinas que funcionan en la localidad de Sarandí, dentro del mismo Partido.

      Allí quedó asentado su nacimiento, como ocurrido a las ocho de la mañana del lunes 7 de abril de 1924, y en calidad de “hija natural” porque no se cita el nombre de la madre. El acta indica también que el parto fue en una casa particular, ubicada en la calle Uruguayana número 2630, domicilio personal que declara Florentino, dato del que se desprende que además era el domicilio de la pareja. Aunque en ese documento escrito no se habla de ninguna pareja.

      Esa partida de nacimiento contiene una pequeña mentira de Florentino, o un error de cálculo del empleado, ya que él aparece declarando 22 años cuando en realidad le faltaban ciento cincuenta y cuatro días para cumplirlos. Pero parece que hubo otro error en la partida, justamente en la fecha de nacimiento, ya que todos los familiares siempre le festejaron el cumpleaños a Azucena el día 4 de abril y ella misma decía que había nacido ese día. Es imposible a esta altura poder determinar la exactitud de una u otra afirmación, la emergente de la documentación escrita o la que proviene de la documentación oral.

      Por suerte no es un dato esencial y, sea una u otra la verdad, no altera en nada el aporte que Azucena hiciera contra la dictadura más atroz y sangrienta que conoció la Argentina y a favor de la dignidad humana.

      Firmaron como testigos de esta declaración los señores Ángel Mariscotti, argentino, y Mariano Maidana, brasileño. Ambos ilustres desconocidos para los familiares contemporáneos y descendientes de Azucena.

      La calle Uruguayana, citada en la partida de nacimiento de Azucena, se llamó legalmente así hasta el 26 de diciembre de 1916, fecha en la que por Ordenanza Municipal nº 28, emanada del gobierno del Partido de Avellaneda, pasó a llamarse Gobernador Oliden. Pero como es habitual, la población —y como vemos, hasta los funcionarios oficiales— siguió llamándola con su nombre anterior. Antes de llamarse Uruguayana había tenido otros dos nombres que la historia enterró: el de Coronel Pringles y el de Neuquén.

      Hasta 1944 el Municipio de Avellaneda estaba conformado por muchas localidades, entre ellas la de Lanús y la de Valentín Alsina. Desde aquel año, Lanús pasó a ser СКАЧАТЬ