Shakey. Jimmy McDonough
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Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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СКАЧАТЬ era una auténtica pasada; acojonante: «Scoobedoobee go, gal, go Bop-A-lena», es que… ¡Vaya tela! Ya no recuerdo nada más de aquel tema, solo la voz del tío, Ronnie Self, que era machacona de la hostia. Me pregunto qué habrá sido de él. ¡Busca a Ronnie Self! Ahí sí que tienes una historia digna de ser contada.10

      Uno de los primeros discos que me compré tuvo que ser «The Book of Love», de los Monotones, y «I Only Have Eyes for You». Mira que era pausado: Duva duvá duva duvá, duva duvá duva duvá… duva duvá duva duvá.

       Otra canción que escuchaba era «Mr. Blue», de los Fleetwoods. Me sentía identificado con la letra; pensaba que, si Mr. Blue fuera más agresivo, probablemente ya no sería Mr. Blue; probablemente habría averiguado si la chica le quería o no y habría sido capaz de pasar página, pero no lo era. Era Mr. Blue y punto. Creo que yo tenía algo de Mr. Blue y puede que aún no hubiera llegado a ese punto de mi vida en que descubrí que a Mr. Blue le podía callar la boca cuando quisiera… Mr. Red. Je, je, je. Y que Mr. Blue no era más que un mandado y que era Mr. Red el que cortaba el bacalao…Ya me entiendes.

      ¿Chuck Berry y Little Richard? Eso sí que es auténtico rock and roll de la hostia. Nunca los vi en directo, solo en la tele. Little Richard estaba impresionante en todos sus discos de aquella época, pero las baladas, como «Send Me Some Lovin’»… Esa canción me apasiona: «Won’t you send me your picture…11». Es un tema magnífico, sus sentimientos eran tan reales, te hacía sentir tan bien. Anoche escuché «Good Golly Miss Molly»; ¡qué pasada!, es que el ritmo de los cojones está por toda la canción y es tan pegadizo: «buumbum bum bum bum bum».

       Nada que ver con esos talentos blancos tan previsibles, como Jerry Lee, que, por grande que fuera, nunca llegaría a ser Little Richard. ¿Cómo le va al Asesino? ¿Sigue amargado? Siempre fue un tipo resentido al que le hicieron daño siendo muy joven; estaba hecho un lío con la religión y las mujeres. Joder, es que esa educación baptista y ese ambiente tan autoritario, unidos al espíritu del rock and roll, son una mezcla increíble. Es una de las grandes influencias. Si lo escuchas ahora y piensas en aquella época, te das cuenta de que Jerry Lee y Little Richard eran los amos, sin lugar a dudas. Si lo piensas fríamente, Elvis quedaría en un tercer puesto bastante alejado.

       De pequeño pensaba que Elvis era la bomba. Salía por la tele, era una especie de fenómeno para toda la familia que me molaba, sin más. «All Shook Up» era un disco buenísimo. Cuando se publicó, había algo en aquel ritmo que te hacía sentir bien, era como si de repente te sintieras como un ser humano; era algo que te emocionaba, ¿sabes? Algo que te definía como individuo. Los chavales se meten en ese rollo y sus padres no lo entienden, y ahí radica su grandeza. Elvis la Pelvis; a Rassy le encantaba esa frase. «One Night», probablemente ese sea mi tema preferido de Elvis.

      —¿Qué crees que le pasó a Elvis?

      —Es la personificación del Sueño Americano, como Gary Hart. ¿Lo recuerdas? Él también representa el Sueño Americano, pero otra versión.

      —Tú eres otra versión.

      —Esto es el sueño canadiense. Es la versión canadiense del sueño americano.

      —¿Es el rock and roll la música del diablo?

      —El rock and roll es la música de todos, joder… Y ojalá que también sea la música del diablo, pero creo que va más allá. Creo que es ahí donde Dios y el diablo se dan la mano; justo ahí, je, je, je.

      —De niño, ¿eras soñador?

      —Vaya si lo era… No te imaginas hasta qué punto. Me pasaba el día soñando, con todo. Lo que está claro es que no me limitaba a soñar con cantar y tocar, todo eso no me interesaba demasiado en aquel momento. Básicamente, me obsesionaba con las cosas; qué sé yo, con comprar unos peces y ponerlos en uno de esos cacharritos en la habitación para crear así un ambiente especial; ese era el rollo que llevaba, ya te digo. Je, je.

      —O sea, que estabas en tu propio universo.

      —Totalmente, desde el puto principio. Tenía unas tortugas en el jardín trasero y eso era lo único que tenía; me tenían flipadísimo porque, cuando me metía en algo, me volvía tan ensimismado que me perdía la hostia de cosas. Ahora lo veo claro. Vivía ciertas cosas tan a fondo que, si se me escapaban otras, ni siquiera me daba cuenta, y creo que sigo igual, no creo que haya cambiado en absoluto… Y ahora voy a ver si encuentro el canuto ese, que no sé dónde lo he puesto. Nada ha cambiado.

      Las obligaciones de Scott Young como columnista deportivo empezaron a multiplicarse, así que, para reducir al mínimo los viajes, la familia se trasladó a la zona norte de Toronto y se instaló en una hermosa casa de dos plantas en una zona residencial en el número 49 de Old Orchard Grove. Pese a sus esfuerzos por ser «más felices que nunca», en el otoño de 1959 el matrimonio de los Young volvía a hacer aguas. «Rassy y yo nos enzarzábamos bastante, puede que mucho, incluso», escribe Scott. «Opinábamos de manera muy diferente acerca de muchas cosas: desde la vida al amor, pasando por la educación de los niños, y a veces nos comportábamos de manera grosera en público… Aquellos diecinueve años de rencillas estaban a punto de desembocar en una batalla campal, y, por mi propio bien, la verdad es que empezaba a mirar a otros lados de nuevo.»

      Estando de viaje para cubrir la visita oficial de la Familia Real, Scott Young se enamoró de la encargada de la sala de prensa. Astrid Meade, escribe Scott: «era una divorciada con una hija de ocho años que conducía un Triumph azul TR-3, tenía veintinueve años (yo cuarenta y uno), y yo también parecía agradarle». Scott señala que la relación no se consumó en ese primer viaje, pero que de vuelta a casa hizo un alto en Winnipeg para visitar a otra antigua novia y que, para cuando volvió con Rassy, se sentía bastante culpable.

      «Creo que Rassy se olía que el objetivo del viaje iba más allá de la Familia Real, pero yo seguía convencido de que al final todo iba a salir bien.» No fue así. Poco después de regresar a casa, Scott asistió a un torneo de golf en el que participaba Rassy. «Estaba jugando de manera espectacular y sin embargo acabó con una puntuación bastante mala», recuerda. Al preguntarle el motivo, Rassy le dijo que había otro torneo la semana siguiente y que no quería bajar demasiado su handicap.

      «Yo me cansé de repetirle que aquello no era ético», comentaba Scott. «Ni siquiera estoy seguro de haber usado esas palabras exactas, pero quedaba implícito. Me daba la sensación de que estaba haciendo trampa y no estaba dispuesto a quedarme de brazos cruzados, porque sabía que ya lo había hecho antes, y si te creas reputación de tramposa en un club como ese… Le dije a Rassy cómo debía actuar y no me hizo ni puñetero caso. No aceptaba que aquello tuviera importancia, y yo probablemente me puse en plan arrogante con ella.»

      Según Scott, la discusión comenzó en casa de un amigo y continuó en el hogar familiar. Para cuando acabó, él ya tenía la maleta a punto y se disponía a marcharse de casa para siempre. «Aquello fue la gota que colmó el vaso», relataba Scott. «Parece una chorrada acabar con un matrimonio de tantos años por culpa de una tontería como un partido de golf, pero lo cierto es que no estábamos preparados para lidiar con aquello.» Los ojos marrones de Rassy emitieron un destello cuando le pregunté cómo se marchó Scott. «Scott no “se marchó”; lo eché yo, que es diferente.» Rassy recordaba que, con las prisas a la hora de hacer los bártulos, Young derramó un tintero sobre el contenido de su maleta. «Me pareció algo maravilloso.»

       Recuerdo a mi madre llorando en la mesa de la cocina o algo por el estilo. Creo que dijo: «Tu padre se ha marchado y ya no va a volver», y yo eché a correr escaleras arriba y, mientras subía, solté: «Lo sabía» СКАЧАТЬ