Название: Shakey
Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9788418282195
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Era obvio que Scott también quería a Rassy, a pesar de que sus amigos íntimos opinaban que sus impulsos escapaban a su control. «Scott era ambicioso», comentaba su hermano Bob. «Tenía muy claro a lo que quería dedicarse, lo que quería hacer, y lo iba a hacer costara lo que costase; y Rassy le ayudó, pero con Rassy o sin Rassy, lloviera o cayeran chuzos de punta, nada podía detenerlo.»
«Ay, Señor, si llegamos a vivir en medio mundo», afirmaba Rassy. «En mi vida de casada me mudé sesenta y siete veces.» Una exageración, sin duda, pero lo cierto es que las tribulaciones profesionales de Scott les obligaban a mudarse con frecuencia. Después de casarse, la pareja pasó una breve temporada en Winnipeg y luego se mudó a Toronto, en noviembre de 1940, cuando Scott consiguió trabajo en la agencia de noticias Canadian Press. El 27 de abril de 1942, nació su primer hijo, Robert Ragland Young, y la pareja pasó separada la mayor parte de los tres años siguientes, ya que enviaron a Scott a Londres a cubrir la guerra y después se alistó en la marina: «Me negué a seguir viviendo la guerra como un mero espectador». Rassy y Bob vivieron con los parientes de Scott en Flin Flon hasta que Scott finalmente regresó al hogar en 1945.
«Sé exactamente cuándo fue concebido Neil», relata Scott, al describir la romántica noche de nevada vivida en el apartamento de un amigo en Toronto durante uno de los raros permisos que le concedía la marina. Huelga decir que Rassy refutó esta historia, tal y como hacía con prácticamente todo lo que recordaba su exmarido. En cualquier caso, Neil Percival Young nació en el Hospital General de Toronto el 12 de noviembre de 1945 a las 6:45 a.m.8
«Muy abiertos, muy honestos, muy inocentes.» Así es como Elliot Roberts define a los canadienses. «Parece que nunca se queman, simplemente se vuelven más excéntricos. Son la gente más rara que he visto en mi vida, y no hay mejor ejemplo de ello que Neil Young, que nunca ha renunciado a la nacionalidad canadiense.»
¿Que cómo son los canadienses? Pueden ser muy resueltos para según qué cosas. Pueden ser conservadores, pueden ser liberales. Son gente que habla claro, que dice lo que piensa sin tapujos; no parece preocuparles demasiado la pinta que lleven o lo que la gente piense de ellos.
Son mis raíces. La verdad es que no tengo prisa por volver a Canadá, aunque tal vez lo haga algún día. Canadá para mí representa: mi familia, el lugar donde me crié, los recuerdos de mi infancia y de estar abierto a nuevas ideas. Y más adelante intentar salir de Canadá, porque allí me sentía muy limitado. Con dieciséis años ya me recorría los consulados para averiguar qué había que hacer para ir a Estados Unidos, de manera legal. Pero una vez allí, aprendes a apreciar la belleza de Canadá y todo lo que tiene que ofrecer; cuenta con unos recursos naturales impresionantes. Así que me siento orgulloso de ser canadiense, sin permitir que eso me ponga ningún límite. Me siento parte del planeta, no parte de la nación.
Me pregunto si a algún canadiense le habrá molestado que abandonara Canadá. Supongo que sí.
—El cineasta David Cronenberg, también canadiense, opina que tenéis tendencia a darle demasiadas vueltas a las cosas, hasta llegar al absurdo: «Es algo típico de los canadienses, este equilibrio, que hasta cierto punto puede ser una virtud, pero puede llegar a convertirse en algo neurótico».
—Estoy de acuerdo. Por algún motivo, en Canadá hay algo que hace que siempre le des vueltas a las cosas; que te plantees si otros podrían pensar que lo que dices está mal, antes de estar completamente seguro de tener la razón.
—Pienso en canciones como «Rockin’ in the Free World» o «Change Your Mind». ¿Crees que podría haber algo de canadiense en la ambigüedad de esas canciones?
—Sí. Totalmente, je, je.
La verdad es que carezco de la confianza necesaria para ir de abanderado de aquello que digo, porque no creo que sepa lo suficiente para hacerlo. Ni siquiera estoy seguro de saber de lo que estoy hablando, pero mejor eso que alguien que está convencido de que sabe de lo que habla y seguro de lo que dice, porque eso limita mucho. Yo nunca estoy seguro de si lo que sé vale o no vale, por eso siempre voy tanteando el terreno; dudo incluso de las cosas en las que realmente creo. Por eso, cuando veo o escucho algo que he dicho, me parece normal no pensar lo mismo la próxima vez que me encuentre en esa situación, porque yo soy así.
«Neil era la hostia de divertido», contaba Rassy. «Con unos ojazos, una buena mata de pelo negro y gordo… Señor, si es que no había manera de saciarlo. No hacía más que comer; era igual de ancho que de alto.» Neil —o «Neiler», como llegaría a conocérsele— ya apuntaba maneras cuando aún iba en pañales cada vez que su madre ponía el «Boogie-Woogie» de Pinetop Smith, un viejo disco a 78 rpm. «¡Dios, adoraba ese disco! Se ponía a brincar dentro del parquecito, se agarraba a los barrotes y bailaba como loco.»
La familia se mudó a Toronto, a un bungalow de tres habitaciones en el 335 de Brooke Avenue; Bob y Neil compartían habitación para que Scott pudiera tener un despacho propio. Trabajaba como redactor adjunto para la revista Maclean’s y, para redondear su salario anual de cuatro mil dólares, vendía relatos breves a varias revistas de Canadá y Estados Unidos. Hacia 1947, la familia ya disponía de los fondos necesarios para comprar su primer coche, un llamativo Willys-Knight del 31 que conducía Rassy, ya que Scott no tenía carné. Los Young siguieron con las mudanzas y se fueron a vivir al campo, a las afueras de Toronto, primero a Lake of Bays y más tarde a Jackson’s Point.
Según Scott, la manera de criar a los niños era motivo de conflicto en la pareja. «Yo conseguía irritar a Rassy cada vez que ella y los niños discutían. Yo decía: “Venga, chavales, ya está bien”. Creo que Rassy discutía más con los niños que conmigo», decía Scott, evocando aquellos días. Bob Young describía a su madre como «una persona distinguida. Visto desde el presente, es obvio que se preocupaba, que le importábamos y que se esforzaba mucho por nosotros; tuvo la prudencia de asegurarse de que nos iniciaran en la lectura y la música a una edad muy temprana».
June Callwood, que visitó a la familia en Jackson’s Point, observó que Scott y Rassy estaban demasiado absortos en sí mismos —y en su complicada relación— como para concentrarse de lleno en los dos hijos tan diferentes que tenían: el extrovertido Bob, tan caradura y bravucón, y el serio y retraído Neil. «Neil era un bebé huraño, gordito y de ojos oscuros. No era un bebé feliz; nunca sonreía ni se relacionaba con los demás. Tampoco es que le hicieran mucho caso. Neil recibió todos los cuidados básicos, pero ningún tipo de afecto, ni un abrazo, de sus padres, así que se convirtió en un observador en miniatura.»
La portada del Toronto Telegram del 9 de septiembre de 1950 hace referencia a un pueblecito rural llamado Omemee, y junto al titular «A LOS NIÑOS DE OMEMEE LES GUSTA EL COLEGIO» aparece una gran fotografía de un jovial chavalín de cuatro años con el pelo negro de punta que sostiene un pez enorme sonriendo a la cámara. La foto estaba trucada, ya que el pez estaba congelado y preparado para la ocasión. En cierto modo, parece muy apropiado que un músico tan versado en las artimañas mediáticas como Neil Young fuera aprendiendo las tretas de ese mundillo ya desde su primera aparición pública. Con todo, es una imagen de lo más apropiada; los primeros recuerdos de Neil que comparte la mayoría de la gente lo describen cargando al hombro un pez casi tan grande como él o arrastrando por el pueblo en su carretilla una gigantesca tortuga mordedora tan campante, sin percatarse de la jauría de perros y gatos hambrientos que le seguía de cerca.
Omemee aparece evocado en el СКАЧАТЬ