Название: Ternura, la revolución pendiente
Автор: Harold Segura
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417620721
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Cómo Jesús anuncia el advenimiento del Reino al encarnar en sí mismo la ternura de Dios.
Y cómo, entonces, la ternura es requisito para que se instaure el Reino.
Jesús, ternura de Dios hecha carne. El Segundo Testamento se inicia con los cuatro evangelios. En ellos se presenta la ternura de Dios hecha carne (Juan 1.1, 14). Jesús es el resplandor de la gloria de Dios (Hebreos 1.3); quien lo ha visto a él ha visto a Dios (Juan 10.30). Por eso, los gestos de cariño hacia las personas más vulnerables de su sociedad (niños, niñas, viudas, forasteros, enfermos, pobres y pecadores), así como su valiente confrontación a los que se sentían dueños de Dios (aunque solo lo eran de su propia religión) y ostentaban todo tipo de poder, son muestras palpables de la ternura divina. En Jesús no hay lugar para la sensiblería vacía de actos concretos de amor. Es ternura que abraza a las personas necesitadas, consuela a las que sufren, alienta a las desesperanzadas, restaura a las quebrantadas, y así anuncia la llegada del Reino de Dios (Lucas 17.21). Pero también, por esa misma ternura, confronta a los poderosos (Lucas 13.32), derriba las mesas de los cambistas en el Templo (Mateo 21.12) y combate diferentes expresiones del Mal (Marcos 5.7-8). Como bien lo escribe Roccheta:
Hablar de la ternura de Jesús no significa proponer un devocionalismo barato ni repetir los lugares comunes acostumbrados de una piedad edulcorada y sentimental; la actuación de Jesús constituye realmente un «lugar teológico» de revelación no menos importante que su transmisión en forma verbal. Los actos de Cristo no representan simplemente unas anécdotas o unos buenos ejemplos, sino las encarnaciones históricas de la ternura de Dios y una epifanía de su ternura invisible, como lo es la totalidad de la corporeidad del Verbo encarnado, en la que «habita la plenitud de la deidad» (Colosenses 2.9) (Rocchetta, 2001, p. 135).
La ternura de Dios se expresa en cada etapa de la vida y ministerio de Jesús; él es la ternura de Dios en su plena y visible manifestación. Desde el «Benedictus», o cántico de Zacarías, al inicio del Evangelio de Lucas, se anuncia su llegada como aquel que es el «sol de un nuevo día» que trae desde lo alto la misericordia del Señor: «Y es que la misericordia entrañable de nuestro Dios, nos trae de lo alto un nuevo amanecer para llenar de luz a los que viven en oscuridad y sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por caminos de paz» (Lucas 1.78-79). Eliza Estévez López comenta este texto afirmando que
la conclusión del Benedictus proclama que la humanidad recibirá la visita del Dios encarnado cuyo amor fluye y se desentraña en el Hijo como plenitud de misericordia y afecto benevolente que conduce a la auténtica paz. El movimiento liberador y salvador se inicia desde el Dios que ha visitado nuestra casa y ha irradiado su luz trastocando los paradigmas antiguos de funcionamiento e inaugurando una nueva forma de entrañarse con los otros, los cercanos y los lejanos, los de casa y los de fuera, los conocidos y los extraños. De ahí que la senda de un discipulado hospitalario solo se puede emprender desde la misericordia entrañable (Estévez, 2006, pp. 134-135).
La encarnación es fruto de la ternura de Dios, quien se solidariza con nosotros y nos hace cercano su amor y su misericordia por medio de Jesús. Después, durante sus años de ministerio, Jesús expresa la ternura en múltiples formas, y da muestras tangibles del nuevo rostro de Dios a quien llama Abba, «Padre». A propósito de esta forma de llamar a Dios, José María Castillo comenta que «es correcto decir que Jesús le cambió el nombre al Dios del judaísmo», porque, «para Jesús, Dios es el Padre. Más aún, es el Padre designado con el marcado carácter de intimidad que tenía la palabra aramea abba». (Castillo, 2010, p. 81). Y así, con el anuncio del Abba, «Jesús pasó por todas partes haciendo el bien» (Hechos 10.38), sanando, enseñando y demostrando cómo es Dios y cuánto nos ama.
En la propuesta del autor de que leamos la muerte de Jesús en clave de ternura.
¿Qué luces nos aporta el entender su muerte no como sacrificio sino como muestra de amor?
Durante los días de su pasión y muerte, la ternura se torna en Jesús sufrimiento y dolor. En su entrañable entrega nos demuestra que está dispuesto a pagar el precio del amor hasta el extremo. No huye, ni esquiva los costos de vivir la ternura en medio de una cultura deshumanizante que ocasiona dolor y muerte. El amor tiernísimo de Jesús se manifiesta también al morir por aquellos a quienes ama y son sus amigos: El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos. (Juan 15.13). La teología podría encontrar en la ternura una nueva clave para reinterpretar la muerte de Jesús sin el exclusivo carácter sacrificial y reparador que ha dominado a la teología católica y protestante desde los tiempos de Anselmo de Canterbury (1033-1109). La radicalidad del amor pudiera ser la clave de esa relectura teológica: la redención como acontecimiento exclusivo del amor tierno y solidario del Dios trino. Porque no es la humanidad quien le ofrece a Dios la muerte de su hijo como un sacrificio para aplacar su ira, sino que es el amor de Dios, quien por su gracia infinita nos ofrece su redención. En este caso, la cruz no representaría «la forma de una prestación humana propiciatoria, sino la expresión de un amor de absoluta benevolencia de Dios». (Rocchetta, 2001, p. 166).
¿Cómo explicar que la victoria de Jesús sobre la muerte es en sí un acto de rebeldía, movido por su ternura, contra un mundo deshumanizador? ¿Qué otros actos de rebeldía asumidos por
Jesús, motivados por su ternura, debemos incluir en nuestra praxis pastoral?
La resurrección, por su parte, declara la victoria concluyente de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio y de la misericordia sobre la inclemencia. Es la demostración irrebatible del triunfo escatológico de la ternura. Para el teólogo bautista alemán Thorwald Lorenzen
la resurrección de Jesús supone la muerte definitiva de la muerte […] significa que, en un devenir histórico marcado y ensombrecido decisivamente por la realidad de la muerte, donde debe morir todo ser humano y donde el poder disgregador de la muerte está ya en acción sofocando la vida, la historia se ve enfrentada a una nueva dimensión de la realidad. Una realidad más fuerte y capaz, por tanto, de relativizar su poder deshumanizador (Lorenzen, 1999, p. 335).
La ternura es, por consiguiente, promesa del nuevo mundo; es parte de aquella realidad capaz de relativizar los poderes que destruyen la vida y de devolverle a los seres humanos la capacidad de amarse, amar y ser amados.
Compasión entrañable. A decir verdad, el lenguaje del Segundo Testamento, tal como señalan los traductores bíblicos, no tiene la misma riqueza del Primero en cuanto a los términos que usa para designar la ternura, misericordia y compasión. De manera breve se presentan a continuación los principales vocablos que se emplean en los evangelios y en el resto del Segundo Testamento.
En cómo la ternura se constituyó en distintivo único del cristianismo, y cómo las multitudes reconocían a Jesús por la ternura con la que miraba a las personas vulnerabilizadas y actuaba en favor de ellas. ¿En qué procesos históricos y pragmáticos se perdió la ternura en la praxis pastoral? ¿En qué procesos de producción teórica de la teología quedó invisibilizada la ternura y por qué?
El sustantivo oiktirmós (οἰκτιρμός) significa compasión y misericordia. En su forma verbal expresa apiadarse o compadecerse de alguien. En algunos casos evoca el término hebreo rahûm para indicar СКАЧАТЬ