Название: Ternura, la revolución pendiente
Автор: Harold Segura
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417620721
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No obstante, la reflexión acerca de la ternura, nos ayuda a pensar que el poder del Espíritu Santo es, sobre todo, un poder tierno, amable, amistoso y que actúa con dulzura. Esta comprensión nos ofrece una nueva perspectiva del Espíritu y del poder que él le otorga a la Iglesia. ¡La dulzura es la característica que mejor expresa la grandeza del poder de Dios! De manera que la promesa con la que se inicia el libro de los Hechos, «Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y los capacitará para que den testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra» (Hechos 1.8), es la promesa del poder que le permite a la Iglesia dar testimonio de la dulzura de Jesús, como también de su «amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad, humildad y dominio de sí mismo» (Gálatas 5.22-23). Porque nadie logra tal testimonio si no es por la gracia del Espíritu. Por esta gracia es que se logra vivir bajo el poder del amor, en lugar de sucumbir ante el amor al poder (Cf. Segura, 2011).
Los escritos del Primer Testamento nos ofrecen el relato de la experiencia de las primeras personas cristianas en su intento de vivir la ternura del Espíritu en el mundo del primer siglo. Aquella era una comunidad misionera, cuya misión consistía en encarnar la ternura de Jesús y así dar testimonio del Reino. Porque esta es la tarea primordial de la Misión cristiana: ser dulzura de Dios para la humanidad (1 Juan 2.6).
En última instancia
¿Qué acciones deberíamos implementar para que en las iglesias y organismos de formación se abran diálogos interdisciplinarios para alimentar con la ternura a la teología incluso a la pastoral?
Por lo dicho hasta aquí se entrevé la necesidad de ahondar en una teología latinoamericana de la ternura, con arraigo bíblico, talante pastoral y compromiso social. Existen valiosas contribuciones teológicas provenientes de otras latitudes (principalmente de Europa) que se deben agradecer y tener en cuenta. También hay aportes procedentes de otras disciplinas, como la pedagogía,2 la psicología, la filosofía, etcétera. La teología debe contar con ellas como legítimas interlocutoras en el diálogo interdisciplinario. Y así, entre exploraciones bíblicas, contribuciones teológicas, confrontaciones proféticas de la realidad, acciones pastorales y diálogos fecundos, la teología de la ternura debe avanzar. La jornada teológica ya se inició, el camino por recorrer aún es largo; ¡no hay cómo retroceder! Sirva el presente texto como estímulo para la jornada y pan para ese camino. Los capítulos siguientes profundizarán algunos de los temas enunciados en este capítulo introductorio y expondrán otros aspectos medulares del tema.
La ternura abre un novedoso universo de posibilidades para vivificar la lectura bíblica, renovar —¿revolucionar?—la teología, actualizar la labor pastoral del pueblo de Dios, y, sobre todo, humanizar nuestras formas de convivencia. Esta teología nos ayuda a:
¿Cómo podríamos reconstruir desde la ternura, en diálogo con los niños y las niñas, los rostros desfigurados de Dios que encubren y nos alejan del Dios tierno?
Reconstruir los significados trinitarios3 y los rostros desfigurados de Dios. Dios el Padre es tierno y vela por sus hijos e hijas con amor; es, a la vez, como una madre que amamanta a sus pequeñuelos con cariño. Dios el Hijo es la ternura encarnada; su misericordia no tiene límites y busca la justicia del Reino con amorosa insistencia. Dios el Espíritu se caracteriza por la dulzura, alegría y caridad.
Y, si Dios significa tres personas divinas «en eterna comunión entre sí» (Boff, 1992, p. 19), a nosotros se nos convocado a la comunión humana, porque «somos imagen y semejanza de la Trinidad». La ternura es la «antesala para la convivencia entre los seres humanos […] la puerta abierta para la inclusión», porque ella «abre las puertas del corazón para entrar en relación con los demás» (Grellert, 2016).
Cimentar una eclesiología del pueblo de Dios que se distinga por la ternura y el testimonio encarnacional. La misión de la Iglesia, como se ha señalado antes, consiste en dar testimonio de la dulzura de Jesús por medio de la vida, las obras y las palabras. La Iglesia como pueblo de Dios en misión continúa la obra de Cristo, encarnando su presencia en el mundo y actualizando su mensaje misericordioso (Juan 15.12-14). Esa misión se cumple por medio del servicio compasivo y no por el poder jerárquico (Mateo 20.26-28); y mediante la ternura como revelación del amor de Dios al mundo (Juan 3.16).
La pastoral «no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano» y por eso se requiere «una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas» (Kasper, 2015) de la ternura. Ejemplo de lo anterior son las palabras del apóstol Pablo en su Primera Epístola a los Tesalonicenses: «Y aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos habernos presentado con todo el peso de la autoridad, preferimos comportarnos entre ustedes con dulzura, como una madre que cuida de sus hijos» (1 Tesalonicenses 2.7).
La dulzura es la capacidad que mejor expresa la grandeza de Dios. Por lo tanto, soñar con una Iglesia más tierna, con personas cristianas más dulces y que las personas que las dirigen sean más afectuosas, es volver a soñar con la utopía del Reino.
Promover la participación política del pueblo de Dios como agente de transformación social. La teología de la ternura conlleva a acciones de cambio personal y cultural con repercusiones políticas. La ternura es una práctica revolucionaria, pero no de una revolución que solo exige el cambio de las estructuras sociales, sino una que también asume el cambio de conductas y comportamientos personales, en la familia, la escuela, el lugar de trabajo, la comunidad de fe, el barrio y la sociedad en general.
¿De qué maneras y en qué espacios se vive en la Iglesia esta contraposición de la dominación patriarcal sobre el afecto maternal de Dios cuyo carácter es ternura?
Ante el desamor y la deshumanización, la ternura afirma el camino del amor «comprometido con las transformaciones para la dignidad y la vida plena de todas las personas». Se compromete en facilitar la transformación de la familia, la protección de la niñez y la erradicación de la violencia contra la niñez, la incidencia a favor de políticas públicas que den prioridad a las personas más vulnerables de la sociedad, etcétera. Acerca de esta «revolución de la ternura», el cardenal alemán Walter Kasper ha explicado de forma brillante que es «la revolución cristiana de la revolución […] Es una revolución en el sentido original del término: el retorno al origen del evangelio como camino hacia el futuro, una revolución de la misericordia» (Kasper, 2015, p. 133).
¿Cómo lograr mediante los discursos religiosos y las prácticas pastorales la reivindicación del perdón sobre el espíritu enjuiciador que domina, y de la gracia, e instaurarlos como principio de la ternura?
Actualizar el significado social de la gracia como gratuidad de la ternura en un mundo regido por la eficacia. (Cf. Martínez, 2006, pp. 71 ss.) A la Reforma Protestante (siglo XVI) se le debe en gran parte el haber recordado la centralidad de la gracia de Dios. Pero, СКАЧАТЬ