Название: Ternura, la revolución pendiente
Автор: Harold Segura
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417620721
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Si no recuperamos nuestro cuerpo no podremos encarnar la ternura. Necesitamos apropiarnos de nuestro cuerpo y de la capacidad de dar y recibir afecto para poder concretar la ternura en nuestras relaciones. Si recuperamos la capacidad de sentir y aprendemos a celebrar nuestros sentidos, comprenderemos mejor a la infancia, nos meteremos con más facilidad en el mundo de los niños y las niñas. Y no solo eso, sabremos enseñar la ternura con nuestro ejemplo, mediante el disfrute del afecto y la promoción de la ternura en todas las relaciones interpersonales.
Sin esta capacidad física de sentir y disfrutar el afecto no podemos explicitar el amor mediante la ternura. Es fundamental experimentar el amor de maneras concretas en todas las relaciones y en las actividades que se programen en todos los procesos formativos o pastorales. Es en lo concreto que los niños y las niñas adquieren el sentido de las cosas.
Encarnar la ternura en nuestro propio cuerpo nos permite tomar conciencia de las necesidades e inquietudes de nuestros niños y niñas durante los encuentros en la iglesia. Ya que no son solo cerebros y ojos lo que se nos acercan, sino cuerpos llenos de energía y sensaciones, el abordaje que hagamos en la planificación de las actividades —incluso en los discursos y las temáticas para la preparación de personas responsables de esta población— debe ser holístico. Debemos tomar en cuenta no solo los objetivos por alcanzar en el aprendizaje, sino también aquellos por alcanzar en la dinámica de interrelaciones y de participación. Así aseguraremos la vivencia de la ternura en los procesos.
Seguir al maestro de la ternura
Como creyentes y seguidores de Jesús apreciamos sus enseñanzas y las valoramos como mensaje de vida y de amor. Quizá los textos en los que más se evidencia que él es un maestro de la ternura son aquellos en los que se hace referencia a la forma en que tocaba a las personas para sanarlas o para protegerlas. Y para nuestro interés en este libro, lo más representativo de su ternura lo leemos en los textos en los que demanda cuidado y especial trato a los niños y las niñas.
En ese momento histórico en el que las niñas, los niños y adolescentes no eran más que objetos, Jesús, con su amor a las personas desfavorecidas, inició su revolución de amor. Hablamos de revolución porque la ternura constituye en sí una revolución en medio de una cultura con altos grados de estructura racional, con dinámicas de poder y violencia.
Jesús acogió amorosamente a quien lo buscaba, a la persona que estuviera enferma, abandonada, bajo el severo juicio social y religioso, incluso si estuviera muerta. Y no solo la acogía, también le daba afecto físico; él siempre tocaba o se dejaba tocar (como algunos relatos nos muestran), con caricias, con el soplo de su aliento, hablando de frente, protegiendo.
Jesús mismo amonestó a sus discípulos porque ellos no habían entendido bien su revolución de amor, pues todavía no se habían percatado del lugar tan importante que ocupan los niños y las niñas en el Reino. Así que, en nuestros lugares de trabajo pastoral o formativo, debemos reflejar esa ternura de Jesús; debemos hablar, mirar, tocar y proteger como él; dejemos que él ame a través de nosotros.
Sus enseñanzas así como sus actos reivindicaban de manera constante la dignidad y la trascendencia espiritual humanas. Él logró una ruptura total entre él y el paradigma legitimado de la violencia. Su vida encarnó la más absoluta empatía para con las personas vulnerabilizadas, pues su revolución de amor no se quedó solo en un discurso evangélico, sino que también con su amor sanador tocó con su propio cuerpo a las personas que luchaban contra el dolor y la enfermedad.
Son numerosos los textos que exponen a Jesús conmoviéndose profundamente ante la angustia humana y actuando para remediar dicha situación. «Jesús, conmovido, les tocó los ojos, y al punto los ciegos recobraron la vista y se fueron tras él» (Mateo 20.34). La ternura es un acto de justicia ante estas situaciones de dolor humano. El contacto físico amoroso de Jesús es un hecho que está presente a lo largo de los evangelios; por eso hemos dado a Jesús el título de «el maestro de la ternura».
Siento, luego pienso; juego, luego actúo
Sentipensar, término creado por Saturnino de la Torre (1997), en sus aulas de Creatividad en la Universidad de Barcelona (De la Torre, 2001),
es el proceso mediante el cual ponemos a trabajar conjuntamente el pensamiento y el sentimiento […], es la fusión de dos formas de interpretar la realidad, a partir de la reflexión y el impacto emocional, hasta converger en un mismo acto de conocimiento que es la acción de sentir y pensar. (De la Torre, como lo cita Núñez, 2014, p.51)
El mundo adulto es racional, mientras que el mundo de los niños y las niñas es emocional, las personas adultas actúan y los niños y las niñas juegan. No se trata de que las personas adultas no sentimos o jugamos ni que los niños y las niñas no piensan o no actúan; sino que nuestro proceder predominante va en esa línea así como el de ellos y ellas.
De ahí la demanda de sentir y luego pensar, pues le daremos vuelta a la tendencia, trataremos de ponernos los zapatos de los niños y las niñas; y, antes de aplicar la racionalidad para todo y de vivir la experiencia solo en el plano racional, seremos niñas y niños, y veremos todo con el corazón; y antes de actuar, jugaremos primero.
Que todo proceso, actividad y lenguaje pasen primero por nuestros sentimientos; y que, antes de hacer cualquier cosa, juguemos primero. Jugar es una forma de probar, tantear, ensayar la realidad antes de hacer razonamientos con ella. Modificamos la realidad desde la fantasía, la inventamos desde la creatividad, la vivenciamos en el cuerpo… Primero pasa por nuestros sentidos y por la imaginación antes de racionalizarla.
Comprender estos procesos lúdicos y sensoriales resulta fundamental para nuestro trabajo con los niños, niñas y adolescentes. Pues estas personas viven del presente, de lo que se pueda disfrutar con el cuerpo, de lo que se pueda moldear, transformar y jugar. Necesitan mover sus cuerpos, reír, recibir estímulos de manera constante; necesitan la interacción frecuente entre pares, actividades que los divierte, el arte, el sentido del humor y más.
Conocer estas necesidades es primordial cuando planificamos actividades o encuentros para niños y niñas en la iglesia. Debemos actuar conscientes de que requieren jugar antes que pensar o hacer; sentir antes que analizar cualquier cosa. La tarea de meternos en su mundo es una tarea difícil, pues significa la deconstrucción del mundo adulto «maduro», que con tanto celo protegemos e idealizamos.
Primero, sentir con todos nuestros sentidos; luego, externar las emociones; y, después, pensar; todo esto implica un «razonamiento» alimentado con sensaciones y emociones. Estas últimas constituyen el motor de la acción. Este «sentipensar» es, en esencia, el motor del aprendizaje que resaltaba Piaget, el padre de la educación.
La invitación que resta en este apartado es a que recuperemos la fantasía. Que toquemos, olamos, veamos, saboreemos, oigamos, riamos… Que hagamos todo lo que nos vincule con el cuerpo, con la capacidad de disfrutar y con lo reconfortante que es el afecto físico. Que nos reencantemos con la vida y con las personas para que brote la ternura por sí misma.
No olvidemos que las emociones, las motivaciones y el placer de hacer las cosas son lo que nos impulsa a la acción. Independientemente de la edad, ese impulso que nos activa, recorre toda nuestra vida. Por eso, en este apartado se introduce el concepto de conmoción, la acción generada por la emoción; el movimiento físico que proviene СКАЧАТЬ