Название: Ternura, la revolución pendiente
Автор: Harold Segura
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417620721
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El profesor Luis Alonso Schökel, en su Diccionario bíblico hebreoespañol (Schökel, 2008), muestra las siguientes traducciones para hesed: gracia, misericordia, clemencia, bondad, benevolencia, piedad, compasión, conmiseración, cariño, afecto, caridad; lealtad, fidelidad, amabilidad, simpatía, entre otras posibilidades más. Tanto por el significado original del vocablo hebreo como por las palabras con las que se traduce al castellano, es fácil reconocer la validez de la palabra ternura como otra de sus legítimas opciones de traducción, en especial si se reconoce la importancia sociocultural del término, más allá de sus estrictas fronteras etimológicas. Al respecto, dice Tirsa Ventura que «se debe tomar en cuenta tanto el contexto lingüístico como el cultural en el cual se implementa», y añade algo de mucho valor para la comprensión de la ternura bíblica: «para hablar de hesed hace falta pensar en relaciones e interacciones. No existe hesed sin esta idea relacional que […] puede ser entre seres humanos o Dios en vínculo con las personas» (Ventura, 2016, p. 2).
La ternura en nuestra cotidianidad no solo como una actitud sino como un valor humano dentro de nuestra vivencia de la fe cristiana, porque esa es la naturaleza de Dios mismo.
La ternura que se expresa en hesed no se refiere solo a una actitud de Dios, quien es tierno, misericordioso y bondadoso, sino también a un valor humano que se expresa en las relaciones cotidianas mediante el cuidado mutuo, la protección recíproca y las expresiones de afecto. Este caso es el que se presenta en el libro de Rut, y al cual Ventura reconoce como paradigmático para destacar en qué sentido este término hebrero apunta también a relaciones familiares y a la acogida entre personas. En Rut 3.10 se lee: «Booz le dijo: —¡El Señor te bendiga, hija! Esta muestra de fidelidad supera aún a la anterior, pues no has pretendido a ningún joven, sea rico o pobre». En este texto, el vocablo al que nos referimos se traduce con el sustantivo fidelidad, pero ¡cuánta fuerza expresiva se lograría si se afirmara de Rut que su «muestra de ternura [ךֵּ֥דְסַח] supera aún a la anterior, pues…»! No dudo de que la palabra ternura enriquecería de manera formidable el significado del término en nuestro idioma. Y, con Ventura, agreguemos algo más acerca de la misericordia-ternura que se expresa en las relaciones humanas en el caso del libro de Rut:
Lo primero que se puede observar es que el acto misericordioso no viene directamente de Dios, sino de una mujer (Ruth) en favor de otra mujer (Noemí). Sin dejar de señalar que la misericordia de Ruth está respaldada por la misericordia de Dios, concedida a través del derecho del rescate (2.20-21). La responsabilidad de Ruth, en medio del caos que provocó la muerte se ve concretada en su decisión de llevar hacia adelante el proyecto que incluye también a Noemí. (Ventura, 2016, p. 7)
Noemí reconoció que sus dos nueras, Ruth y Orfa, habían actuado con hesed, con ella y con sus hijos que habían muerto. Así, la ternura-misericordia entre los seres humanos, en este caso entre estas mujeres, llega más allá de todo lo esperado, y expresa el rostro del Señor, que también es tierno y misericordioso (Cf. Ventura, 2008).
Cómo la ternura con la que se describe a Dios tiene tantos rasgos como intensidades, los cuales nos develan a un Dios distinto a la lectura tradicional, que nos exhibe a un Dios castigador, incluso vengativo.
Pero, además del término hesed, y sin desconocer la profundidad del significado de este para la ternura veterotestamentaria, rahûm es el más análogo al término latino de ternura. Roccheta, con fino estilo explica que este término bíblico se deriva de la raíz hebrea rḥm y remite a un sentimiento localizado en la parte más profunda de la persona y de su cuerpo, las interioridades, sus vísceras (raḥamîm, plural de intensidad), el vientre materno (reḥem), y corresponde por tanto a una vivencia de fuerte participación afectiva, que no se limita a observar desde lejos el objeto al que se dirige, sino que lo experimenta en primera persona, con cariño, como en el caso de una madre que se conmueve por el hijo que ha dado a luz (1 Reyes 3.26). Por consiguiente, el verbo rāḥam significa sentir piedad y benevolencia por una persona que se encuentra necesitada; una emoción interior que se traduce en gestos concretos de bondad y solicitud. Los gestos surgen como expresión visible de un amor intenso y de una viva com-pasión que roza en sus raíces la profundidad del que lo realiza (Rocchetta, 2001m p. 106).
En este caso, y a diferencia de hesed, este término se emplea en la mayoría de las veces para referirse a Dios, y en relación con los pactos o alianzas de amor que ha hecho con su pueblo. Este es el caso de Isaías 54.10: «Aunque se muevan las montañas y se vengan abajo las colinas, mi cariño (hesed) por ti no menguará, mi alianza de paz se mantendrá dice el Señor, que te quiere (meraḥamek)». Este versículo es afín a otro en el que Dios se presenta con la ternura de una madre que amamanta y protege a su hijo consentido, al que ama y nunca olvida: «Pero Sion dijo: “El Señor me dejó vacía, mi Dios se olvidó de mí”. ¿Se olvida una madre del bebé que amamanta? ¿No tiene compasión del hijo que dio a luz?» (Isaías 49.14-15 PDT). La palabra rakjám, que en español se traduce con el sustantivo compasión equivale a mimar, acariciar, compadecerse, ser clemente o misericordioso. Es la ternura que se expresa por medio de gestos concretos, no abstractos ni retóricos, como una expresión gratuita y libre del amor.
En las implicaciones que tienen toda las formas de comunicación en la iglesia, para reemplazar esas imágenes tradicionales acerca de Dios que esconden la dimensión de la ternura; esa que leemos en los textos veterotestamentarios.
Así como en unos casos la ternura del Señor es como la de una madre, en otros se asemeja a la de un padre: Como un padre quiere a sus hijos, el Señor quiere a sus fieles. (Salmos 103.13). Es una ternura inmensa, como la describe otro salmo: Señor, tu misericordia es inmensa, dame vida según tu justicia. (Salmos 119.156). Esta ternura que nos enseña el Primer Testamento devela un rostro de Dios pocas veces acentuado por las teologías tradicionales. Estas, anquilosadas por sus enciclopédicas especulaciones metafísicas, nos acostumbraron a ver el rostro de Dios como enjuiciador y justiciero. Esas teologías fabricaron una equivalencia equivocada entre la grandeza de Dios y la aspereza de su rostro. Como si ser grande significara ser distante e implacable.
El teólogo español Olegario González de Cardenal afirma con sobrada razón que el «Dios de la ternura es probablemente una de las designaciones que revelan mejor la relación de Dios con el hombre, por ser éste fruto exclusivo de su amor, destinatario permanente de su amor y objeto perenne de su espera en amor». Y se atreve a considerar que en Occidente ha quedado en penumbra esta perspectiva, al traducir rahamim por misericordia y compasión. Mientras que rahamim con que Dios mira a todas sus criaturas se dirige ante todo a su realidad como fruto de creación y gloria de su existencia, la misericordia y compasión en cambio presuponen algo negativo que superar, algún pecado que perdonar o algún desamparo que aliviar. La mirada de Dios se dirige ante todo, al ser que él ha creado, con el impulso con que las entrañas orientan hacia el fruto que es el hijo (González, 2001, p. 53).
A renglón seguido, González de Cardenal llama la atención al hecho de que fueron los filósofos —y no los teólogos— quienes reivindicaron el rostro tierno de Dios. Así lo hizo en su momento Gottfried Leibniz (1646-1716), también Alfred North Whitehead (1861-1947), y recientemente Gianni Vattimo y John Caputto.
Pero sigamos con el Primer Testamento. A la ternura maternal y paternal del Señor se suma la metáfora de Dios como СКАЧАТЬ