Ternura, la revolución pendiente. Harold Segura
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Название: Ternura, la revolución pendiente

Автор: Harold Segura

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9788417620721

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      ¿Qué sensaciones nos generan volver la mirada a nuestra infancia?

      ¿Qué hilos tejen nuestra memoria? ¿Cómo resuenan en nuestro cuerpo estos hilos?

      Nuestra identidad se ha venido tejiendo día a día desde nuestra infancia a través de los hilos de la memoria, hilos que se entretejen en las dimensiones biológica, psicológica, existencial y espiritual. Los hechos y eventos de nuestra vida nos determinan; es un proceso que nos ha permitido evolucionar y transformarnos. Tenemos la capacidad de autodeterminación; esta conciencia facilita la posibilidad de restaurar aquellos momentos biográficos que han sido marcados por eventos dramáticos, trágicos, traumáticos o desagradables de nuestra historia, para transformarlos en huellas de sentido cargadas de ternura y afecto; es decir, en vivencias significativas y positivas del pasado, que nos permiten hacer un balance existencial positivo, para convertirlas en motores de nuestra existencia.

      Pero a veces el dolor y el sufrimiento nos agobian y enceguecen, y así nos convierten en sujetos agresivos y violentos. Sin embargo, somos seres resilientes por naturaleza, que por medio del amor y la ternura podemos iniciar procesos de reconciliación y restauración personal y social. La memoria individual teje simultáneamente una memoria colectiva al acompañar a niños, niñas, adolescentes y adultos en ser protagonistas de su propia trasformación.

      Procesos biológicos de la conformación de la memoria

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      ¿Qué estímulos físicos cotidianos impactan nuestra memoria?

      ¿Qué factores le dan significado a nuestras experiencias para que se conviertan en recuerdos a largo plazo?

      Mientras que el aprendizaje es el proceso mediante el cual se adquiere nueva información sobre el mundo que nos rodea, la memoria es el proceso que garantiza el almacenamiento de la información. La memoria es el código secreto que mantiene unidos a los innumerables fragmentos de experiencias de vida y de recuerdos que han participado en la formación de nuestra identidad personal (Werner, 2012, p. 2).

      Gozamos de diferentes tipos de memoria, en los cuales las células cerebrales construyen complejas e intrincadas redes neuronales. La memoria no es una sola entidad, se puede dividir en dos componentes mentales básicos: la memoria primaria o de corto plazo y la memoria de almacenamiento secundario o de largo plazo. Las dos memorias difieren en la manera en la que se encuentra la información que representan. La memoria a corto plazo favorece las características físicas del estímulo, mientras que la memoria a largo plazo se centra en el significado de los estímulos. La memoria a largo plazo se basa en dos sistemas distintos: la memoria explícita y la memoria implícita.

      La explícita se subdivide en memoria semántica, es decir, la de los hechos o conocimientos generales, y la memoria episódica, que es la de los acontecimientos, que contiene los elementos del pasado de la persona (autobiográfica) y lo prospectivo de las operaciones futuras.

      La memoria implícita se refiere a las capacidades motora, verbal o cognitiva, cuando se adquiere experiencia, y se repetirá ulteriormente. La memoria implícita facilita el rendimiento sin tener que hacer un recuerdo consciente (Werner, 2012, p. 2).

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      ¿Qué criterios hemos construido a lo largo de nuestra vida para seleccionar, organizar y regular nuestra memoria?

      Podemos, entonces, darnos cuenta de que somos memoria, con procesos conscientes y no conscientes de aprendizaje y de selección de información. Sin embargo, tenemos la autodeterminación de organizar y regular esta memoria; no somos simples ratas de laboratorio que aprendemos a recorrer un laberinto para, al final, tomar una recompensa. Somos personas libres y responsables de orientar nuestra vida; aun, a pesar de las disfunciones orgánicas, nuestro cerebro posee la habilidad de la trasformación: «La arquitectura del cerebro va cambiando y adaptándose a las circunstancias actuales, una forma de remodelamiento llamada neuroplasticidad» (Borisenko, 2010, p. 115).

      La resiliencia también se expresa en las neurociencias; en cómo, pese a todos los condicionamientos ambientales, biológicos, psíquicos, sociales, el hombre puede autodeterminarse; y es allí donde radica la fuente de la espiritualidad. Es lo que Viktor Frankl llama la «libertad interior» o logoactitud1, como lo expresa en su libro El hombre en busca de sentido.

      LAS DIMENSIONES

      Restauradora

      Antes de mirar o atender las historias de los niños y las niñas a partir de la recomendación del texto de Martínez, debemos revisar primero nuestro propio recuerdo de nuestras historias infantiles para sanarlas.

       Como personas adultas, ¿qué espacios podríamos construir para trabajar en la iglesia el dolor de nuestro niño o niña interior?

       ¿Con qué espacios y elementos de las actividades o discursos pastorales contaríamos para resignificar las historias de violencia y dolor de nuestros niños, niñas y adolescentes?

       ¿De qué manera podríamos aprovechar la plasticidad del cerebro y la resiliencia para acompañar pastoralmente en los procesos sanadores?

      Formativa

       ¿Cómo podrían la escuela dominical, el culto, la misa, la pastoral o la catequesis generar condiciones ambientales que le permitan a la niñez autodeterminarse?

       ¿Qué condiciones dentro de la estructura y las prácticas pastorales deberíamos analizar para promover la ternura y la reconstrucción de historias de dolor de las personas que participan?

      Transformadora

       ¿Qué aspectos dentro de la iglesia tanto personales como colectivos podríamos cambiar para que las personas que han sufrido violencia y dolor encuentren discursos, actividades y afectos que les permitan leer su historia de vida desde las huellas de sentido que nos plantea Martínez?

      La psicología de la memoria y el afecto

      imagePENSAR

      ¿Qué sensaciones dolorosas recordamos, y de qué nos han desconectado?

      ¿Cuáles valores encabezan nuestra jerarquía para darle significado a los recuerdos?

      Muchas de las vivencias y experiencias de la infancia y la adolescencia nos marcan, dejan huella, y a veces de por vida. Si estas huellas son gratas, alegres y fáciles de recordar, no hay problema; pero, si son marcas que han dejado una cruel cicatriz, como experiencias de sufrimiento profundo, eventos traumáticos, maltrato, abusos, es con ellas cuando recordar se convierte en un martirio y en una experiencia desalentadora de la vida y de nosotros mismos.

      A veces, con el miedo, los recuerdos traumáticos, negativos o desagradables, se vuelve imposible la expresión de la ternura; ellos nos impiden conectarnos con emociones como la alegría, la tranquilidad o la gratitud. Nos imposibilitan expresar afecto y amor tanto para nosotros mismos como para nuestros semejantes. Esta dificultad radica, según Sigmund Freud, en que un recuerdo tiene una carga afectiva o «monto de afecto». Esta asociación persiste según la forma en que la persona reacciona frente a los sucesos de su vida. Si la persona logra expresar las emociones СКАЧАТЬ