Legends, Tales and Poems. Bécquer Gustavo Adolfo
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Читать онлайн книгу Legends, Tales and Poems - Bécquer Gustavo Adolfo страница 16

Название: Legends, Tales and Poems

Автор: Bécquer Gustavo Adolfo

Издательство: Public Domain

Жанр: Зарубежная классика

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СКАЧАТЬ aullaba la bruja; y uno de los mozos, que con la una mano la había asido de las greñas, mientras tenía en la otra la navaja que procuraba abrir con los dientes, la contestaba rugiendo de cólera: ¡Ah, bruja de Lucifer, ya es tarde para lamentaciones, ya te conocemos todos! —¡Tú hiciste un mal á mi mulo, que desde entonces no quiso probar bocado, y murió de hambre dejándome en la miseria! decia uno.—¡Tú has hecho mal de ojo á mi hijo, y lo sacas de la cuna y lo azotas por las noches! añadia el otro; y cada cual exclamaba por su lado: ¡Tú has echado una suerte á mi hermana! ¡Tú has ligado á mi novia! ¡Tú has emponzoñado la hierba! ¡Tú has embrujado al pueblo entero![2]

      [Footnote 1: sería = ' it must have been,']

      [Footnote 2: Accusations commonly made against those deemed guilty of witchcraft.]

      Yo permanecía inmóvil en el mismo punto en que me había sorprendido aquel clamoreo infernal, y no acertaba á mover pie ni mano, pendiente del resultado de aquella lucha.

      La voz de la tía Casca, aguda y estridente, dominaba el tumulto de todas las otras voces que se reunían para acusarla, dándole en el rostro con sus delitos, y siempre gimiendo, siempre sollozando, seguía poniendo á Dios y á los santos Patronos del lugar por testigos de su inocencia.

      Por último, viendo perdida toda esperanza, pidió como última merced que la dejasen un instante implorar del cielo, antes de morir, el perdón de sus culpas, y de rodillas al borde de la cortadura como estaba, la vieja inclinó la cabeza, juntó las manos y comenzó á murmurar entre dientes qué sé yo qué imprecaciones ininteligibles: palabras que yo no podía oir por la distancia que me separaba de ella, pero que ni los mismos que estaban á su lado lograron entender; Unos aseguran que hablaba en latín, otros que en una lengua salvaje y desconocida, no faltando quien pudo comprender que en efecto rezaba, aunque diciendo las oraciones al revés, como es costumbre de estas malas mujeres.

      En este punto se detuvo el pastor un momento, tendió á su alrededor una mirada, y prosiguió así:

      –¿Siente usted este profundo silencio que reina en todo el monte, que no suena un guijarro, que no se mueve una hoja, que el aire está inmóvil y pesa sobre los hombros y parece que aplasta? ¿Ve usted esos jirones de niebla obscura que se deslizan poco á poco á lo largo de la inmensa pendiente del Moncayo,[1] como si sus cavidades no bastaran á contenerlos? ¿Los ve usted como se adelantan mudos y con lentitud, como una legión aérea que se mueve por un impulse invisible? El mismo silencio de muerte había entonces, el mismo aspecto extraño y temeroso ofrecía la niebla de la tarde, arremolinada en las lejanas cumbres, todo el tiempo que duró aquella suspensión angustiosa. Yo lo confieso con toda franqueza: llegué á tener miedo. ¿Quién sabía si la bruja aprovechaba aquellos instantes para hacer uno de esos terribles conjuros que sacan á los muertos de sus sepulturas, estremecen el fondo de los abismos y traen á la superficie de la tierra, obedientes á sus imprecaciones, hasta á los más rebeldes espíritus infernales? La vieja rezaba; rezaba sin parar; los mozos permanecían en tanto inmóviles cual si estuviesen encadenados por un sortilegio, y las nieblas obscuras seguían avanzando y envolviendo las peñas, en derredor de las cuales fingían mil figuras extrañas como de mónstruos deformes, cocodrilos rojos y negros, bultos colosales de mujeres envueltas en paños blancos, y listas largas de vapor que, heridas por la última luz del crepúsculo, semejaban inmensas serpientes de colores.

      [Footnote 1: El Moncayo. A mountain of some 7600 feet in height situated near the boundaries of the provinces of Soria and Saragossa, to the west of the town of Borja and to the south of Tarazona. The panorama presented to the view from its summit is most extensive. To the south can be seen vaguely the Sierra de Guadarrama, to the southeast the mountains of Teruel, to the east the plain of the Ebro, to the north and northeast the Pyrenees and to the west the summits of the Cantabrian range. The rivers Queiles, Huecha, and others of less importance have their source in the Moncayo. It is the ancient Mons Caunus, celebrated in history for the defeat of the Celtiberians in the time of the consul Tiberius Sempronius Gracchus (governor of Hither Spain from 181 to 178 B.C.).]

      Fija la mirada en aquel fantástico ejercito de nubes que parecían correr al asalto de la peña sobre cuyo pico íba á morir la bruja, yo estaba esperando por instantes cuando se abrían sus senos para abortar á la diabólica multitud de espíritus malignos, comenzando una lucha horrible al borde del derrumbadero, entre los que estaban allí para hacer justicia en la bruja y los demonios que, en pago de sus muchos servicios, vinieran á ayudarla en aquel amargo trance.

      –Y por fin, exclamé interrumpiendo el animado cuento de mi interlocutor, é impaciente ya por conocer el desenlace, ¿en qué acabó todo ello? ¿Mataron á la vieja? Porque yo creo que por muchos conjures que recitara la bruja y muchas señales que usted viese en las nubes, y en cuanto le rodeaba, los espíritus malignos se mantendrían[1] quietecitos cada cual en su águjero; sin mezclarse para nada en las cosas de la tierra. ¿No fué así?

      [Footnote 1: se mantendrían = 'must have remained,' 'probably remained.']

      —Así fué, en efecto. Bien porque en su turbación la bruja no acertara con la fórmula, ó, lo que yo más creo, por ser viernes, día en que murió Nuestro Señor Jesucristo, y no haber acabado aún las vísperas, durante las que los malos no tienen poder alguno, ello es que, viendo que no concluía nunca con su endiablada monserga, un mozo la dijo que acabase y levantando en alto el cuchillo, se dispuso á herirla. La vieja entonces, tan humilde, tan hipocritona, hasta aquel punto, se puso de pie con un movimiento tan rápido como el de una culebra enroscada á la que se pisa y despliega[1] sus anillos irguiéndose llena de cólera.—¡Oh! no; ¡no quiero morir, no quiero morir! decía; ¡dejadme, ú os morderé las manos con que me sujetáis!… Pero aún no había pronunciado estas palabras, abalanzándose á sus perseguidores, fuera de sí, con las greñas sueltas, los ojos inyectados en sangre, y la hedionda boca entreabierta y llena de espuma, cuando la oí arrojar un alarido espantoso, llevarse por dos ó tres veces las manos al costado con grande precipitación, mirárselas y volvérselas á mirar maquinalmente, y por último, dando tres ó cuatro pasos vacilantes como si estuviese borracha, la ví caer al derrumbadero. Uno de los mozos á quien la bruja hechizó una hermana, la más hermosa, la más buena del lugar, la había herido de muerte en el momento en que sintió que le clavaba en el brazo sus dientes negros y puntiagudos. ¿Pero cree usted que acabó ahí la cosa? Nada menos que eso: la vieja de Lucifer tenía siete vidas como los gatos.[2] Cayó por un derrumbadero donde cualquiera otro á quien se le resbalase un pie no pararía hasta lo más hondo, y ella, sin embargo, tal vez porque el diablo le quitó el golpe ó porque los harapos de las sayas la enredaron en los zarzales, quedó suspendida de uno de los picos que erizan la cortadura, barajándose y retorciéndose allí como un reptil colgado por la cola, ¡Dios, como blasfemaba! ¡Qué imprecaciones tan horribles salían de su boca! Se estremecían las carnes y se ponían de punta los cabellos sólo de oirla.... Los mozos seguían desde lo alto todas sus grotescas evoluciones, esperando el instante en que se desgarraría el último jirón de la saya á que estaba sujeta, y rodaría dando tumbos, de pico en pico, hasta el fondo del barranco; pero ella con el ansia de la muerte y sin cesar de proferir, ora horribles blasfemias, ora palabras santas mezcladas de maldiciones, se enroscaba en derredor de los matorrales; sus dedos largos, huesosos y sangrientos, se agarraban como tenazas á las hendiduras de las rocas, de modo que ayudándose de las rodillas, de los dientes, de los pies y de las manos, quizás hubiese conseguido subir hasta el horde, si algunos de los que la contemplaban y que llegaron á temerlo así, no hubiesen levantado en alto una piedra gruesa, con la que le dieron tal cantazo en el pecho, que piedra y bruja bajaron á la vez saltando de escalón en escalón por entre aquellas puntas calcáreas, afiladas como cuchillos, hasta dar, por último, en ese arroyo que se ve en lo más profundo del valle.... Una vez allí, la bruja permaneció un largo rato inmóvil, con la cara hundida entre el légamo y el fango del arroyo que corría enrojecido con la sangre; después, poco á poco, comenzó como á volver en sí y á agitarse convulsivamente. El agua cenagosa y sangrienta saltaba en derredor batida por sus manos, que de vez en cuando se levantaban СКАЧАТЬ