Название: Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin
Автор: Sergio Caggiano
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788418929151
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— Y tu trabajo con Eric Hershberg, que llevó al libro Construir la democracia (Jelin y Hershberg, 1996), ¿también lo ves como un intento de abordar temas políticos desde una perspectiva más amplia que la que suelen usar los politólogos?
— En el libro están Kathryn Sikkink, Eric Hershberg y Fábio Wanderley Reis, politólogos, analizando la ciudadanía y el activismo político. Y están junto a antropólogas y sociólogas, en un libro que no es de “sociólogos versus politólogos”. Pero sí tratan de ofrecer una visión más amplia sobre la democracia.
— Mencionaste que en los ochenta te enfocás en el tema de los movimientos sociales, y luego estudiás en tema de ciudadanía. Venías trabajando desde antes sobre el mercado de trabajo, clase obrera y huelgas. ¿Ves continuidad entre esos temas y los movimientos sociales y ciudadanía?
— Sí, durante los setenta había trabajado sobre sindicalismo, protestas de base, siempre viendo la relación entre la base y el liderazgo, las tensiones, tomando un enfoque más bien basista (Jelin, 1974c; 1978, 1979; Torre y Jelin, 1982). Y hay una cierta continuidad entre esos trabajos y mis investigaciones sobre movimientos sociales, porque también veo los movimientos sociales desde abajo, y el movimiento obrero es parte del tema. Lo que pasó es que en esa época, fueron otros movimientos los que surgieron y se tornaron más protagonistas centrales de la esfera pública: los derechos humanos, las mujeres, la juventud.
En esta línea también pondría los trabajos que hice desde principios de los ochenta sobre la familia. Al estudiar la clase obrera, quizás porque estábamos en dictadura y no se podía entrar a las fábricas, entro en la casa, lo que me abre otro camino. Entro por el lado de las familias para ver qué le pasa a la gente trabajadora. Los productos fueron varios libros (Jelin y Feijoó, 1980; Jelin, 1984, 1991 y 1998). Estos trabajos se enfocan en la vida cotidiana y el mundo de la domesticidad, y me abrieron una nueva manera de estudiar a los sectores populares, que tenía algo de conexión con el tema de mujeres que venía trabajando y con los temas de las carreras ocupacionales y el mercado de trabajo que venían desde mi tesis doctoral.
Para mis colegas académicas feministas, la familia era un tema denigrado. Me decían, “¿por qué te vas a meter a estudiar el tema familia si lo que tenemos que hacer es cambiar eso por completo?” Yo siempre seguí estudiando la familia, y fue central en mi trayectoria. Hice investigación comparativa con Suecia (Jelin, 2008) y seguí en el tema hasta la actualidad (Jelin, 2017b).
— Estos estudios sobre domesticidad, familia y las experiencias cotidianas de los individuos, son el relato de cómo la historia pasa por sobre los individuos. El movimiento inverso es cómo estos individuos, atravesados por esta historia, intervienen o modifican la historia por medio de los movimientos sociales. O sea que estos trabajos pueden ser vistos como la otra cara de tus estudios sobre movimientos sociales y ciudadanía.
— Sí, básicamente la contraparte de estos estudios sobre la familia y la situación cotidiana de los trabajadores son mis trabajos sobre participación popular, movimientos sociales y demandas de ciudadanía y derechos.
Género
— Hablemos ahora del tema de género en detalle. Este tema ha ido apareciendo en diversas oportunidades, pero sos la persona indicada para tratar cómo el tema de género ha sido incorporado en los estudios sociales latinoamericanos. ¿Cuál es tu trayectoria en estos temas? ¿Qué implicaba estudiarlos en América Latina?
— La conciencia de relaciones desiguales de género y, desde ahí, el intento de militancia intelectual, creo que se originó en mí a partir de mi experiencia en Nueva York a fines de los sesenta, después de haber pasado por México. El contraste con el mundo del departamento de sociología en Buenos Aires era grande, porque en esa temprana etapa no tuve conciencia de la discriminación hacia las mujeres, que en todo caso era sutil. Lo manejaba de una manera relativamente igualitaria en mi vida privada, y aceptaba las reglas de juego –que ya mencioné– en las relaciones con colegas. Especialmente en México, pero también en Nueva York, parecía que el mundo era completamente masculino y las mujeres no teníamos nada que ver. Al mismo tiempo y de manera incipiente, en Nueva York había gente que se preguntaba cómo se podía combinar la academia y la familia. Esa es mi experiencia personal.
Es con la llegada a Brasil a comienzos de los 70, y con el trabajo con el grupo de estudios en CEBRAP, que empieza a aparecer el tema desde una perspectiva más teórica. El trabajo de Heleieth Saffioti llamó la atención sobre la ausencia de escritos sobre reproducción social. Antes, la idea de reproducción era interpretada solamente en términos de fecundidad, reproducción biológica, y la preocupación estaba en los altos niveles de fecundidad en América Latina. En nuestra investigación sobre Salvador de Bahía, en cambio, tuvimos discusiones sobre la relación entre producción y reproducción. Y mi trabajo sobre las bahianas habla sobre la necesidad de reconocer el trabajo doméstico y reproductivo, el que no está en el mercado. Al intentar replicar la investigación que habíamos hecho en Monterrey donde no incluimos a las mujeres, me di cuenta de que incorporar a las mujeres era central.
Ahí empezó también un movimiento internacional. Esa primera conferencia que organizaron Helen Safa y June Nash en el 74, y el movimiento que se empezó a armar, fueron significativos para ir viendo la pertinencia y la importancia de la incorporación del tema. También pasó otra cosa, que fue una opción personal con implicancias. Empezaron a formarse los primeros centros de estudios de mujeres, y me invitaron a participar en uno de ellos. Yo dije que no, con la convicción de que no tenía sentido armar guetos académicos. Desde entonces, mi conducta fue siempre la de intentar integrar el estudio de las mujeres en las investigaciones sociales. Quería evitar que los estudios de mujeres los hagan solamente las mujeres feministas, cerradas en un círculo y hablando entre ellas. Esa fue mi opción, y reconozco que el resultado fue muy limitado.
— ¿Cuál era la percepción que el resto de los académicos y científicos sociales tenían sobre que aparecieran estas mujeres estudiando temas de género?
— Bueno, era un “que hagan lo que quieran”. Era visto como una demanda a la que había que dar algún espacio, que el costo no era tan alto, y que si las que molestan se iban por su lado, dejaban en camino libre para hacer lo que había que hacer en realidad, estudiar “cosas más importantes”. Cuando vinieron los de la Ford al CEDES, e hicieron notar que en el programa de becarios no había becarias mujeres en economía, mis colegas lo vivieron como una imposición. Pero aun así poco cambió. Los economistas del CEDES no adoptaron una perspectiva de género en la economía. Además, las economistas mujeres que contrataban eran las que seguían exactamente los mismos parámetros. Es decir, una cosa es ser mujer y otra es tener una perspectiva de género o feminista. En otras palabras, cumplir la cuota es una cosa, incorporar perspectivas es otra.
Ese era el entorno. Lo que me pasaba es que yo tenía suficiente red internacional como para hacer lo que quería, sin estar sometida al modelo dominante en el CEDES.
— En tu perspectiva, ¿cómo se ha ido desarrollando este tema en las preocupaciones académicas?
— La temática de género entra desde la demanda de las mujeres. No es un desarrollo planificado. Entra porque hay académicas, porque cambió la estructura educacional y hay más mujeres en la academia. Más mujeres con “buenos antecedentes” a las que no se les puede negar su lugar. A pesar de todo tipo de discriminaciones, СКАЧАТЬ