Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin. Sergio Caggiano
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Название: Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin

Автор: Sergio Caggiano

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 9788418929151

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СКАЧАТЬ al congreso, donde había una mesa plenaria a la que me había invitado Ulf. En verdad, en ese período me dediqué bastante a la negociación con SAREC. Hacia 1978, en el CEDES ya habíamos tenido subsidio de SAREC y había que ir a negociar con SAREC. Aproveché la invitación a la mesa del Congreso, y ahí fui.

      — ¿Eras consciente en ese momento de la relevancia estaba teniendo el CEDES en las ciencias sociales argentinas?

      — En un sentido, sí. Yo tenía conciencia de que el CEDES era un centro de investigación de peso.

      — En esos años también se acercan muchos jóvenes al CEDES.

      — En un momento que no podría fechar, quizás 78 o antes, Canitrot dijo que no podíamos permitirnos que el promedio de edad de la institución aumentase un año por año. En medio de la dictadura, frente al cierre de las ciencias sociales en el ámbito de la formación universitaria, entre Ford y IDRC (la agencia de cooperación para el desarrollo de Canadá), armamos el programa de formación de investigadores jóvenes. Yo dirigí ese programa y lo coordiné durante ocho años. Mi presencia estuvo ahí, armando diez mil cosas distintas, desde cursos de escritura hasta discusión de avances de investigación; lo que se pudiera para que se formara gente joven. Trataba de mezclar disciplinas y establecer diálogos. No era que los economistas estaban con los economistas, sino que el programa fuera de intercambio. Desde entonces, la formación de nuevas generaciones es para mi una de mis tareas centrales. No solamente la formación en saberes académicos, sino un sentido más amplio de trayectorias intelectuales, de investigadoras e investigadores compenetrados y comprometidos con su realidad.

      Si se mira la cantidad de gente que pasó por el programa, y dónde están ahora, podrías decir que fue un súper éxito del CEDES. Tenés a Luis Alberto Quevedo dirigiendo FLACSO en Argentina, Silvina Ramos, Mónica Gogna, Claudio Lozano en la política, Pablo Vila enseñando en Estados Unidos. La cantidad de gente que se formó en ese programa es muy grande. Es una generación de académicos, intelectuales y políticos que están muy presentes hoy. Eso, para mí, es una satisfacción institucional enorme, pero también personal. Yo puse todo mi esfuerzo y mi entusiasmo en la canasta de la formación. Y eso es algo que sigo haciendo.

      — El rol del CEDES cambia con la llegada de la democracia en 1983. ¿Cómo fue ese cambio?

      — Yo pienso los primeros años en CEDES como un periodo de resistencia, donde la mirada mía estaba puesta en la comparación con CEBRAP y con Chile, especialmente. FLACSO se mudó de Chile a Buenos Aires. Recuerdo una larga conversación con Enzo Faletto sobre qué quería decir quedarse en Chile durante la dictadura, cómo se manejan las cosas, qué hacer cuando sentís que un colega se tiene que ir y no hay manera de convencerlo, u otro que te dice “me muero de miedo, ayúdame a irme” y lo minimizás. Entonces, recuerdo su frase diciendo “cuando alguien se quiere ir, ayudalo a irse”.

      Recuerdo también que una de las cosas que yo traía de CEBRAP era que frente a la amenaza de la censura, había maneras diferentes de decir lo mismo; que había que saber cómo usar terminologías que no despertaran tanta posibilidad de censura.

      En 1978, cuando yo era directora, hubo una evaluación del CEDES pedida por la Fundación Ford. Vinieron Adam Przeworski, Dudley Sears y Richard Fagen. En medio de la dictadura, no era posible hacer trabajos de investigación de campo. De hecho, algunos investigadores del CEDES –por ejemplo, Oszlak y Balán– volvieron sus ojos a la investigación más histórica. Ahí, en conversaciones con los colegas que habían venido, se me ocurrió pensar en la posibilidad de un trabajo de campo limitado, fragmentado, pero que pudiera servir para tener alguna información sobre cómo se vivía cotidianamente la vida en dictadura. Ahí se armó la investigación longitudinal con familias populares. Eran pocas familias, en distintos barrios (para no provocar sospechas al estar siempre en el mismo barrio), a las que visitábamos frecuentemente. Para mí fue una experiencia de investigación fundamental –significó trabajar sobre la vida cotidiana, sobre las mujeres y las familias. Un trabajo difícil en su momento, lleno de temores y cuidados, que abrió una nueva perspectiva sobre género, familia, cuidado, políticas públicas y demás, sobre las que seguí trabajando hasta ahora.

      Luego vino la preparación para la transición a la democracia. El grupo de los economistas del CEDES participaba en el grupo que estaba armando el programa de un posible gobierno de Raúl Alfonsín. Alfonsín mismo venía al CISEA, donde estaba todo su grupo, y era un tiempo de fermento político y económico. Todo el grupo estaba activo y pendiente de lo que iría a pasar. Estábamos también quienes participábamos en el grupo más amplio que se reunía los sábados por la mañana, con Oscar Landi tan activo.

      Otra cuestión de debate colectivo fue la vuelta a la universidad. Todxs decidimos que era el momento de volver a la universidad. Luego había un debate sobre si convertir al CEDES en un centro de posgrado, lo cual no pasó. Cuando otras instituciones se fortalecieron, el protagonismo del CEDES en términos institucionales en la pos-transición disminuyó.

      — Eventualmente terminás tu ciclo en CEDES y te vas del centro, ya en la etapa democrática del país, en 1993. ¿Por qué te vas del CEDES?

      — En un momento yo tuve la sensación de que el CEDES cambió de perfil. También cambiaron las condiciones del entorno. Se había perdido por completo el espíritu colectivo que habíamos tenido a lo largo de los años. Pensá, por ejemplo, en el proyecto sobre la transición y los juicios, que nos involucró hacia finales de los años ochenta y comienzos de los noventa. Pero pronto sentí que no había proyecto colectivo, y me sentí mal. Me fui del CEDES por eso. Yo estuve en el CEDES dieciocho años, desde el 75 hasta el 93.

      Después del CEDES

      — ¿Qué hacés cuando dejás el CEDES?

      — Desde 1984 yo era investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Ahí me acerqué a Enrique Oteiza, que era director del Instituto de Investigaciones Sociales Gino Germani, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Y, para el CONICET, me pasé al Instituto Gino Germani.

      Lo del CONICET no te daba ni para comer. Otros recursos se estaban agotando o cerrando. Pero yo había ganado dos becas grandes, la de MacArthur Research and Writing, y la de la Fundación Harry Frank Guggenheim. Podía irme a mi casa o a donde quisiera, porque esas eran becas personales.

      Luego me acerqué al Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES). Yo era socia, había dado cursos a lo largo de los años, y sentí que ahí había apertura. Y empecé a trabajar en el IDES.

      En esos años, en 1998, empiezo el proyecto de memoria con el SSRC (Social Science Research Council), que cruza mi atención y preocupación por dos cuestiones: las maneras en que las sociedades latinoamericanas reaccionan y elaboran sus memorias del pasado reciente de represión por un lado, y la formación de investigadoras e investigadores jóvenes, por el otro. Fue un programa por el que pasaron cerca de sesenta becarios y becarias de países de la región, y cuyo producto, además de los procesos de formación, fue una serie de doce libros (Memorias de la represión).

      Instituciones y redes latinoamericanas

      — Pensando ya en el largo plazo, ¿has mantenido relaciones con los investigadores que has conocido a través de tu carrera?

      — Sí. Yo diría que en México tuve dos referentes. Está la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Nuevo León en Monterrey y, muy importante, el Colegio de México.21 Porque cuando Jorge y yo andábamos entre Monterrey y la cuidad de México se empezó a gestar el Centro de Estudios Sociológicos (CES) del Colegio de México (Colmex).22 Lo creó Rodolfo Stavenhagen con Orlandina de Oliveira y Claudio Stern, que volvían de FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) СКАЧАТЬ