Название: Pensamientos y afectos en la obra de Elizabeth Jelin
Автор: Sergio Caggiano
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788418929151
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— Sí, ese fue el momento de la invasión a Camboya, la guerra de Vietnam y toda la movilización neoyorkina. Inclusive un poquito antes. Cuando fue el Cordobazo, en mayo de 1969,15 estábamos en Nueva York y recuerdo que fuimos a manifestarnos frente al Consulado Argentino, a la manera norteamericana, que era dar vueltas por la vereda con una pancarta. Éramos alrededor de veinticinco y desde la ventana del consulado nos tomaban foto a cada uno. Luego nos fuimos a Europa, volvimos, y ahí es que Nueva York era un verdadero hervidero. Era una revolución.
En mayo del 70 fue la invasión norteamericana a Camboya. Yo estaba embarazada, a punto de dar a luz, y mis colegas y el director de departamento me llamaban para decirme que no fuera a la universidad, que era peligroso. Y yo iba igual a dar clases y a los sit-ins (una sentada en señal de protesta) que ocurrían en Harlem, en el campus. Ahí íbamos juntas con Frieda Silvert, que también enseñaba ahí. Vivíamos en el mismo edificio en NYU. Ese era el mundo más cercano.
— ¿Había mujeres enseñando en ese departamento?
— Había pocas. Ahí fue que yo me di cuenta más claramente de lo que te he contado ya, que las cosas eran para Jorge, y yo era secundaria. Ya había vivido toda la cosa sexista en México de una manera espectacular. Te cuento una anécdota. El director del departamento donde enseñaba lo llamaba a Jorge si me tenía que decir algo a mí sobre alguna de mis clases o algo que los alumnos pedían. Él no hablaba conmigo.
Y en Nueva York yo no estaba tan al tanto de cómo era el lugar de las mujeres en la universidad hasta cuando estuve embarazada y daba clases. Venían las alumnas en las horas de oficina a preguntarme cómo era posible ser madre y docente universitaria al mismo tiempo. Inclusive, el director del departamento dio por supuesto que yo iba a tomar una licencia después del nacimiento de Pablo, y no me anotó para cursos para el semestre siguiente. Yo le dije que “no,” que “yo iba a volver a dar clases”. Ahí no había licencias por maternidad, para nada. Yo le dije que iba a volver después de dar a luz al nene, que en septiembre estaba de vuelta en la universidad. Eso le resultó insólito. La posibilidad de combinar lo personal y lo profesional se veía como imposible.
— Ustedes no se quedan en Nueva York. Se van a Brasil. ¿Por qué se van a Brasil?
— Estuvimos en Nueva York un total de dos años y medio, hasta junio del 71, cuando nos vamos a Brasil. ¿Por qué nos vamos a Brasil? Mi versión –si le preguntas a Jorge probablemente te diga algo diferente– es la siguiente. Yo tenía una posición en City College que tenía sindicato de docentes, algo único en Estados Unidos. No había que negociar salarios de la manera como se negocia comúnmente en Estados Unidos, uno a uno. Tenía los salarios más altos que se pueda imaginar para la época, eran salarios muy buenos. Jorge estaba en NYU con el otro modelo, de negociación individual. Ambos trabajos eran tenure track.16 Pero en algún momento, no recuerdo a quién, le ofrecieron la oportunidad de pedir “early tenure” y aumentos salariales. Ahí nos miramos con dudas. Pablo era chiquitito, y dijimos: “¿Queremos criar un hijo en Estados Unidos? No. Si en este momento no nos vamos, el sistema nos atrapa.” Teníamos total conciencia de que una vez que entraste en el sistema, estás en el juego y estas, por decirlo así, atrapado.
Ahí pensamos que teníamos que buscar alternativas. Una alternativa que surgió, a través de Kalman Silvert –que estaba en la Fundación Ford al mismo tiempo que en NYU– era ir a reforzar el Departamento de Ciencia Política en Belo Horizonte. Esa Universidad estaba en la onda que se iban los docentes a estudiar afuera, y ya estaban volviendo los de ciencia política; pero la parte de sociología estaba más débil. Al mismo tiempo, la oficina de Ford en Brasil necesitaba a alguien de ciencias sociales para supervisar programas. Entonces lo pensamos y al final nuevamente tuvimos que hacer una fuerte negociación, porque la gente de la Ford me decía a mí que, si mi marido iba a tener un buen salario, para qué tenía que trabajar yo; que bastante tenía con un nene chiquito. Otra vez lo mismo: la condición era que, si no teníamos trabajo los dos, no íbamos. Ahí se negoció que en la docencia de ciencia política íbamos a estar los dos. Además, yo iba a tener una inserción en CEBRAP (Centro Brasileño de Análisis y Planificación) en São Paulo,17 y Jorge en la Fundación Ford en Río.
Brasil, 1971-73
— Así que se mudan a Brasil.
— Sí, vivíamos en Belo Horizonte. Pero viajábamos mucho. Yo iba a São Paulo a cada rato; era muy fácil ir y venir. Jorge también iba a São Paulo. E íbamos a Río.
CEBRAP
— Trabajás en el CEBRAP del 71 al 73. Este centro se había creado hacía poco, en 1969, en un momento político duro del régimen militar en Brasil. ¿Nos podés contar de tu experiencia en CEBRAP?
— En CEBRAP eran todos hombres, menos Elza Berquó, una demógrafa increíble, que tenía el mismo status con autoridad en la institución que los hombres. Las reuniones que se armaban entre ellos eran potentes intelectualmente. Además, eran muy eruditas. CEBRAP tenía un rigor académico fortísimo.
Yo estaba integrada en un grupo de estudios sobre fuerza de trabajo desde una perspectiva marxista. Era un grupo en que estaban el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, el economista Paulo Singer, la demógrafa Elza Berquó, el sociólogo Francisco de Oliveira, y alguna gente más joven. Estaba también Vilmar Faría, que le daba los toques más cuantitativos al asunto. Teníamos un proyecto de investigación sobre la estructura ocupacional de Bahía.
Al mismo tiempo, yo estaba comenzando a trabajar sobre sindicalismo, con Francisco Weffort, que también andaba por ahí. Ahí se armó el grupo de trabajo de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), que me tocó coordinar en algún momento, con Juan Carlos Torre, Weffort, y Daniel Pécaut.
Había seminarios sobre cualquier tema que uno se pueda imaginar. Era un clima intelectual muy efervescente y, al mismo tiempo, era un momento político duro en Brasil. CEBRAP era un refugio: poder hablar ahí adentro sobre muchas cosas cuando, por afuera, era más duro.
De hecho, los años que estuvimos en Brasil, en Belo Horizonte solo enseñamos posgrado, porque se sabía muy bien que en las clases de grado había infiltrados e informantes.
— ¿Cómo fue esa investigación sobre Bahía?
— La investigación sobre Salvador, Bahía, usó el modelo de investigación que habíamos usado en Monterrey. Este modelo se replicó primero en Ciudad de México. Lo hicieron Orlandina de Oliveira, Humberto Muñoz y Claudio Stern, y Harley, Jorge y yo fuimos algo así como asesores. Al mes de nacimiento de nuestro hijo Pablo, en 1970, nos fuimos a México a trabajar con ellos durante el verano del hemisferio norte. Luego, el trabajo se replicó en Bahía, a través de CEBRAP. La diferencia es que el estudio en Bahía incluía mujeres y hombres, mientras que en Monterrey era solo sobre hombres.
En el proyecto de Bahía, además de lo metodológico, el foco de mi trabajo tenía que ver con el debate sobre la incorporación de las mujeres y el trabajo doméstico, y qué pasaba con la relación entre producción y reproducción. Era un tema que en ese momento estaba empezando a trabajarse.18
Leíamos cosas de Marx. Había grandes debates. Yo no recuerdo que en aquella época tuviera una conexión con Isabel Larguía y John Dumoulin, que estaban trabajando en Cuba sobre estos temas (Larguía y Dumoulin, 1971). Heleieth Saffioti ya había defendido su tesis y su libro estaba publicado (Saffioti, 1969). Su modelo de análisis ponía el énfasis sobre la explotación capitalista. Era el capitalismo el que sometía a las mujeres. Entonces había un debate sobre qué fue el pre-capitalismo, con una cierta romantización que, sin duda, encontramos todavía en algunas académicas feministas.
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