Miserias del poder. Óscar Rodríguez Barreira
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СКАЧАТЬ y sus representantes, como Fernando Vivar Torres –el padre de Rodrigo–, eran mal vistos, e incluso odiados, por importantes sectores de las clases subalternas, además de por los sindicatos y los partidos de izquierda.13 Como era de esperar, el joven juez fue prendido de nuevo. Gracias a los contactos de su familia y a las redes de solidaridad derechista malagueñas, Rodrigo salvó su vida. El precio, no obstante, sería alto. Si lo sufrido hasta el momento había sido poco, todavía le tocaría vivir casi un año en un psiquiátrico. Fue su fe la que le insufló fuerza y esperanza para salir de esa traumática experiencia.

      ¡Van a matar al señor Rodrigo! [...] La forma de salvarlo fue que no se podía hacer nada pero que lo único era hacer un parte médico en el que no estaba bien, que tenía problemas psíquicos y tal y cual y que había que internarlo... [...] Entonces consiguieron que lo internaran en un sanatorio psiquiátrico que tenían unos primos hermanos: los Linares [...] Uno de los hermanos Linares tenía el psiquiátrico. Lo internaron ahí y se pasó un año de la guerra encerrado.14

      Realmente no llegó a ser un año, aunque seguramente a Vivar Téllez el tiempo transcurrido hasta la primera semana de febrero de 1937 debió de parecerle una eternidad. Vivir la Cruzada en el Infierno terminó transformando radicalmente a Rodrigo. Si hasta ese momento había estudiado como un mulo, en adelante dedicaría sus talentos y energías a defender a su Caudillo.15

      Al margen de la verosimilitud que queramos conceder al relato autobiográfico que Rodrigo Vivar transmitió a su hijo Fernando, este, entendido como un discurso autoexplicativo de su identidad política en conexión con las culturas políticas que hemos descrito más arriba, nos puede ser útil para entender no solo los valores de las clases medias católicas en los años treinta, sino cómo estos se transformaron durante la Guerra Civil.16

      En primer lugar, cabe decir que el relato de nuestro actor se explica desentrañando una matriz significativa basada en dos conceptos: la descripción de su evolución vital de acuerdo con un esquema palingenésico (República/Vida, Guerra/Muerte y Posguerra/Resurrección) y una autopercepción victimista de su situación en la coyuntura histórica que le tocó vivir. Rodrigo Vivar Téllez afirmaba que durante la II República era una persona completamente apolítica y al margen de cualquier conflicto. Únicamente se dedicó a sus estudios. Este apoliticismo se ve refrendado, al decir de los suyos, por su propia condición de juez que, evidentemente, le impedía tomar partido por ninguna opción política.17 Preguntado su íntimo amigo Juan José Pérez Gómez acerca de cómo definiría la identidad política de Rodrigo Vivar, respondió con un largo silencio y dos palabras: «como magistrado».18

      Mas una cosa es la autorrepresentación y el autoentendimiento de cada cual y otra, bien distinta, cómo se es o cómo lo perciben a uno los demás. El hecho de que Vivar Téllez perteneciera a la familia Vivar, históricamente vinculada a la odiada Casa Larios –un poder fáctico indiscutible y persistente en el tiempo en la provincia de Málaga–; su firme y decidido catolicismo en un periodo en el que el conflicto clericalismo/anticlericalismo era una línea de escisión que, en gran medida, marcaba no solo la identidad política, sino la propia actitud hacia la República; su posición y ascendencia social –un joven juez, vástago, además, de un pequeño terrateniente vinculado al conservadurismo decimonónico–; añadido a la propia percepción de las clases subalternas de las estrategias tradicionales de la burguesía terrateniente para conservar su poder y ascendencia por medio de la paciente colocación de sus hijos, bien en el funcionariado, bien en otras familias de recursos a través de matrimonios convenientes,19 no hacían, precisamente, que el apoliticismo de Rodrigo Vivar fuera demasiado creíble en el contexto de los años treinta. Podía no pertenecer oficialmente a ningún partido, pero su cultura política y su posición social estaban claramente definidas.20

      De este modo, la anécdota que ya hemos narrado de cómo ayudó a un pobre jornalero desesperado que luego le devolvió el favor salvándole la vida no solo narra la verdad de Rodrigo, sino que señala lugares comunes del discurso victimista que refrendará las agresiones de los rebeldes primero y del franquismo después: actitud agresiva de las izquierdas, o de las clases subalternas, y pacífica de las piadosas derechas –la gente de orden–en el contexto republicano. La caridad como solución válida al problema social. El discurso de que había buenas y malas personas en ambos bandos –señalándose implícitamente como uno de los buenos en su bando–. Y, finalmente, la representación de la guerra como una locura trágica en la que los buenos españoles eran exterminados al margen de si se vincularon o no al golpe de Estado. En este relato pierde sentido el problema de cómo comenzó la guerra y por qué se desató la violencia revolucionaria, y se transforman estos episodios en un martirio personal que legitima cualquier ulterior decisión.

      La experiencia de persecución que sufrió Rodrigo, con aparición mariana incluida durante su cautiverio en el hospital, es un relato de muerte y resurrección que explica su cambio radical y su vinculación al franquismo. A partir de ahí, sus acciones no tendrían responsabilidad alguna ya que, tras el Apocalipsis, simplemente se ejercía justicia:

      En Málaga se pide que se haga justicia. Justicia inexorable y rápida contra las bandas de ladrones, de verdugos y de asesinos, sostenidas durante estos meses por gentes en franca inteligencia con los rojos y que hoy alzan la mano a nuestras tropas [...] Justicia contra los que no son dignos de ser españoles y de vivir por más tiempo entre españoles.21

      Pero no fue solo Rodrigo quien sufrió una transformación. Con la Liberación, la propia Málaga trocó en ciudad Redención, un espacio utópico que sus escasos, y alterados, ocupantes quisieron percibir como un retorno al Edén perdido.

      Desde que pisamos las primeras calles de la ciudad es magnífica la impresión. Parece feria. Toda Málaga está en la calle. Van los grupos en manifestación de un lado para otro, lanzando al aire patrióticas canciones. Se abrazan los hombres que se ven al cabo de siete meses. Los legionarios vitorean a Franco. Y cruza la calle de Larios una mujer con mantilla de madroños y una gran bandera española al pecho que arranca vivas y olés que erizan la piel de incontenible emoción patriótica.22

      La perspectiva de aquellos que huyeron de la «Liberación» era distinta.

      Cuando llegó a Málaga observó la desolación que allí hay por las calles, no se ve a nadie, los obreros se niegan a trabajar, los jornales que dan son míseros, allí impera el terror siendo la guardia civil los encargados de todas estas cuestiones [...] Por las noches de ciento a ciento cincuenta personas enlazadas las manos con una cuerda y utilizaban una ametralladora, la que era servida por la guardia civil, con la cual quitaban la vida a estos infelices, el número de seres muertos es incalculable, el de mujeres fusiladas calculado por lo menos serán trescientas.23

      Será en esta nueva Málaga donde Rodrigo Vivar se afilie a Falange y comience su nueva vida y su actividad política. El valedor de Rodrigo sería el flamante gobernador civil de Málaga: José Luis de Arrese. Al poco de su llegada a la ciudad, en febrero de 1940, Arrese propuso a Rodrigo como candidato idóneo para cubrir el puesto de delegado provincial de Información e Investigación de FET-JONS. Su paso por esta delegación, de ocurrir, fue un visto y no visto, ya que tan solo dos meses más tarde era propuesto para la jefatura provincial de FET-JONS y Gobierno Civil de Almería.24

      Mientras Vivar Téllez disfrutaba de una libertad antes negada en una ciudad en ruinas, miles de rojos malagueños vivían un pavor y una desesperación mayores aún que los sufridos por los azules en los meses anteriores. Muchos malagueños, convencidos de que les esperaba un trágico destino, habían inundado la carretera de Almería. El pánico, la angustia y la desesperación eran los sentimientos dominantes en esa carretera sin víveres, sin organización y sin ayuda alguna...25 Entretanto, los cañones de los cruceros Canarias, Baleares y del Almirante Cervera lanzaban obuses y metralla sobre la población indefensa en su huida. La aviación secundaba, СКАЧАТЬ