La derrota de lo épico. Ana Cabana Iglesia
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СКАЧАТЬ galeguistas, pero sin elaborar planes de ningún tipo, especulando solamente con lo que nos podía deparar el futuro (Piñeiro, 2002: 62).

      Me encuentro un poco desalentado con lo que sucede; creía que con la victoria de los aliados quedaría el mundo libre de la peste fascista, pero, por lo que voy viendo España no es del mundo. Tenía ciertas esperanzas en Francia y acabo de escuchar que iba a venir una representación a Madrid para concretar un tratado comercial. Por otro lado Churchill dice que hay que evitar el triunfo de las izquierdas en las elecciones inglesas porque eso le abriría la puerta al comunismo. Veo que no puede fiarse uno de nadie (Garrido, 1995).

      En lo que respecta a la oposición y a la resistencia, la Segunda Guerra Mundial supuso un hito. Dio pie al auge de ambas expresiones mientras las esperanzas de victoria aliada y de intervención en España se mantuvieron. Pero concluyó con una tragedia para ambas, ya no solo por la actitud no beligerante y adaptativa de los aliados ante el franquismo, sino por el triunfo que para el régimen, sobre todo para la figura de Franco, supuso la no intervención española. Las ansias de paz de la población eran superiores a cualquier otra consideración y la publicística realizada por el régimen para explicar su neutralidad con una decisión acertada de Franco funcionó como un foco generador de consentimiento en ciertos sectores de la sociedad y, por tanto, como elemento minimizador de la resistencia civil.

      2. El papel de las autoridades locales en la resistencia

      Los miembros del clero parroquial se revelan también en ocasiones como «protectores» de los descontentos de los fieles de sus parroquias, evidenciando cierta solidaridad. Esta puede ser medida en la mayoría de las ocasiones en clave de defensa de sus propios intereses. Acciones como encabezar las cartas de queja contra la repoblación de los montes vecinales, en las parroquias en las que ejercían su labor pastoral, eran relativamente usuales. Eduardo Rico (1999) ha documentado varios casos. En el municipio de Baralla los párrocos de las aldeas de Guimarei, Constantín, S. Xoán de Arroxo, Sobrada do Picato, Pacios y Vilachambre fueron los firmantes únicos de la petición de descatalogación de los montes vecinales de dichas parroquias para evitar la reforestación. Un caso parecido fue el ocurrido en el municipio de Castroverde, donde el cura de Montecubeiro personalizó el descontento de los vecinos de sus curatos. El protagonismo de los párrocos en ocasiones es compartido con otras autoridades de las mismas parroquias, como eran los alcaldes pedáneos. En O Saviñao, por ejemplo, ambas autoridades firmaron en las cartas de protesta de dos parroquias. Otras veces los curas optaron por comportarse como un vecino más y firmar entre el conjunto de los solicitantes de la no repoblación forestal. Eso ocurrió en parroquias como la de Viduedo, en O Incio; en la de Folgoso, en O Corgo, y en las parroquias de Chave y Reiriz, en O Saviñao.

      A la vista de estos y otros episodios semejantes podemos concluir que las autoridades locales jugaron un papel de primer orden en las protestas que se desencadenaron durante las primeras décadas del franquismo. Eran la «bisagra» del régimen en el rural y operaron sopesando su doble papel, el de autoridades y el de vecinos. En ocasiones eran los intereses y solidaridades locales los que tuvieron más peso en sus actuaciones frente al apoyo y seguidismo al régimen. La posibilidad de controlar y gestionar los recursos en un periodo en el que eran sumamente escasos les daba un papel predominante y los hacía meros agentes reproductores de la «cadena de mando» superior en tanto que deudores del favor de sus cargos. Pero su condición de vecinos, con intereses privados coincidentes en muchas ocasiones con el resto de la comunidad, los convertía no en transmisores del poder central sino en los primeros moldeadores y negociadores de órdenes superiores. Que primara una u otra condición, la de autoridad o la de vecino, desbarataba o alentaba las formas de resistencia cotidiana, las camuflaba o las hacía innecesarias al colaborar en la mejora de la situación. Al referirnos a esa condición de vecino no tratamos solo de subrayar sus intereses similares al resto de la comunidad local, sino de evidenciar que en muchas ocasiones, al entender que su posición dominante así lo requería, se mostraban prestos a apoyar las reclamaciones de su comunidad. Sentir que su posición estaba segura y, en cierta medida, se respetaba era lo que generalmente movía a las autoridades locales a revelarse más proclives a dar traslado tal cual a medidas políticas superiores o a adaptar, transformar o incluso transgredirlas.

      Para el Estado Novo portugués, Dulce Freire (2000) ha estudiado cómo las élites locales y las autoridades portuguesas criticaron públicamente en los años treinta la СКАЧАТЬ