Название: El fascismo vasco y la construcción del régimen franquista
Автор: Iñaki Fernández Redondo
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Història i Memòria del Franquisme
isbn: 9788491347743
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Durante los primeros meses de vida de FE en el País Vasco su situación fue bastante precaria y en buena medida transcurrió por los mismos cauces que la organización a nivel nacional. Canalizó su crecimiento sobre la base de organizaciones anteriores, ya fuese mediante la atracción de afiliados de otras organizaciones, como en el caso del PNE, o mediante su integración orgánica, como en el de las JONS; se movió en una situación de penuria económica que se reflejaba en la dificultad para acceder a unos locales propios y explicaba que las primeras reuniones se produjesen en cafés y dependencias propiedad de alguno de los miembros; y hubo de hacer frente a la hostilidad de la izquierda y de las organizaciones obreras que lanzaron una intensa campaña antifascista.10 La más mínima actividad falangista, que en las provincias vascas no podía tener más que una pequeña incidencia, provocaba que la prensa izquierdista y los órganos de expresión de las organizaciones sindicales publicasen numerosas notas en las que se alertaba de la llegada del peligro fascista. Ya hemos visto cómo en Vitoria el PCE realizó un llamamiento a la creación de milicias antifascistas tras el reparto del manifiesto vitoriano, campaña que proseguiría pese a las escasas muestras de actividad falangista en Álava, amenazando, por ejemplo, con convocar una huelga general cuando los falangistas vitorianos sopesaron la organización de un mitin en Vitoria en marzo de 1934.11 En Vizcaya las primeras actuaciones fascistas fueron recibidas con llamamientos a la unidad por parte de la izquierda y advertencias sobre la supuesta connivencia con las fuerzas policiales.12 En mayo de 1935 el PC de Euzkadi hacía un llamamiento antifascista como reacción al asesinato de un vendedor de periódicos que imputaba a Falange.13 Cualquier actividad que pudiese remitir a fascismo era recibida con abierta hostilidad y así, en enero de 1934, con motivo de una conferencia del conocido orador Federico García Sanchiz, se produjeron serios altercados en Bilbao y sus alrededores. El literato Juan Antonio de Zunzunegui y su acompañante, el médico de Santurce Bruno Alegría, fueron agredidos en la estación de tren de Portugalete cuando regresaban de ver la charla al grito de «¡Muera el fascismo!».14 En el caso guipuzcoano las cosas fueron más lejos.
Dos días después del reparto de octavillas en la playa de Ondarreta, el diario nacionalista El Día publicó una nota entre amenazante y premonitoria:
Estamos seguros de que los jóvenes fascistas, aprovecharán hoy el gentío de las regatas para repartir sus consejos […]. Cuidado, señor gobernador, con autorizar cierto género de provocaciones. ¡Ayer hubo muchos muertos en Madrid! […] Valga la advertencia. No lamentemos consecuencias lamentables.15
El tono del artículo, y más procediendo de un medio moderado como El Día, es ilustrativo del ambiente de radicalización de los discursos y las posiciones que se experimentaban en aquellos momentos en la sociedad guipuzcoana, crispada por el conflicto de los ayuntamientos vascos y por los rumores de la gestación de un movimiento revolucionario obrero, que finalmente acabaría estallando en el mes de octubre. En este ambiente se produjo el asesinato de Manuel Carrión, el ya mentado jefe local donostiarra. La noche del día 9 de septiembre, cuando este abandonaba el estudio de arquitectura de José Manuel Aizpurúa, que hacía las veces de local de Falange Española, un grupo de pistoleros que se encontraba esperándole en las cercanías del portal disparó varias veces contra él. Falleció en el hospital al día siguiente a consecuencia de las heridas que recibió.16 Significativamente, el atentado se produjo tan solo dos días después de los incidentes de Ondarreta, primer acto propagandístico público de la Falange donostiarra.
Esta agresión es la que dio lugar al único asesinato llevado a la práctica por Falange Española en el País Vasco durante la II República. Al día siguiente del atentado contra Carrión, el 10 de septiembre, caía víctima de las balas falangistas el director general de Seguridad del primer bienio Manuel Andrés cuando regresaba en compañía de un amigo a su domicilio. Por este asesinato fueron detenidos varios falangistas integrantes de las incipientes escuadras de acción donostiarras así como pistoleros reclutados en otras provincias entre los que se encontraban elementos sumamente radicalizados, como Adrián Irusta, que a comienzos de 1935 se encontraba encuadrado en la Falange sevillana, participando en los graves altercados de Aznalcóllar en el que perdieron la vida dos personas y por los que fue condenado junto a otros falangistas sevillanos a dos penas de más de dos años de cárcel por los delitos de homicidio y tenencia ilícita de armas (Dávila y Pemartín, 1938: 134-136). Ya con anterioridad a estos graves sucesos, la violencia contra falangistas había hecho acto de presencia en Guipúzcoa. En enero de 1934, el joven obrero de Industrias Vascas de Eibar, José María Oyarbide, fue objeto de una agresión con armas de fuego de la que milagrosamente salió con vida después de que varios proyectiles impactaran contra su cuerpo. Oyarbide, oriundo de la provincia de Santander, había llevado a cabo en los meses anteriores una campaña de proselitismo falangista entre diversos ambientes de jóvenes eibarreses.17
Estos sucesos, junto al asesinato de Manuel Banús el 15 de julio de 1936 a la salida de los funerales celebrados en honor de Calvo Sotelo en la iglesia del Buen Pastor donostiarra, ejemplifican el fuerte clima de hostilidad en que se movía la Falange guipuzcoana.18 Todo ello explica que fuese en la provincia de Guipúzcoa en la que el proceso de radicalización violenta de Falange Española alcanzase la mayor cota dentro del País Vasco. No solo porque soportaran un mayor número de atentados y sufriesen víctimas mortales sino porque estos acontecimientos influyeron en su práctica política y en su organización, desarrollando una rama paramilitar, compuesta por varias escuadras de acción, más acabada y numerosa que en las otras provincias vascas y que llegó a practicar el asesinato político en represalia por las acciones recibidas. Ello aumentó la presión de las fuerzas policiales y de los enemigos políticos contra los elementos de acción guipuzcoanos, que en bastantes casos hubieron de abandonar la provincia, caso de uno de los detenidos tras el asesinato de Manuel Andrés, que tras ser objeto de una agresión en abril de 1936, comenzó a barajar la posibilidad de «irse a Barcelona por el motivo de qu [sic] lo quieren matar».19
En Vizcaya también se produjeron incidentes violentos pero no llegaron a alcanzar la gravedad que revistieron en el caso guipuzcoano. Es cierto que la dinámica es similar a la guipuzcoana y es posible que tan solo la suerte o el azar evitasen que se produjesen víctimas mortales, ya que el empleo de armas de fuego y de armas blancas también era habitual. El 17 de abril de 1935, por ejemplo, un grupo de vendedores que voceaban la venta de Arriba en las inmediaciones de la calle de San Francisco fue asaltado y se desencadenó un enfrentamiento que acabó degenerando СКАЧАТЬ