Название: Viajes y viajeros, entre ficción y realidad
Автор: Autores Varios
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Oberta
isbn: 9788437082493
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Aunque la mayor parte de los monjes estaba sometida al mandato de la stabilitas loci, hubo alguna orden, como la de los Siervos de María, que concedió gran movilidad a sus miembros si ésta respondía a ideales religiosos. Hermann Künig von Vach, que se unió a esta orden en 1479, emprendió en 1495 una peregrinación a Santiago de Compostela. Tras haber visitado procedente de Einsiedeln muchos lugares en Francia, cruzó los Pirineos por Roncesvalles y se dirigió entonces, entre otras, a las siguientes ciudades: Pamplona, Burgos, León y Santiago de Compostela; después volvió a León y Burgos para regresar poco a poco a casa pasando en Francia por Burdeos (Halm, 2001, n.º 108: 267-268).
Algunos viajeros parecen haber perseguido objetivos casi planetarios en la medida en que se esforzaron por visitar el máximo de países posible en el mismo viaje. Arnold von Harff, un caballero del Bajo Rhin al servicio del duque Wilhelm IV de Jülich, realizó en 1496 un viaje de estas características y pasó por Italia, Siria, Egipto, Arabia, Etiopía, Nubia, Tierra Santa, Turquía, Francia y España. Su relato de viaje, extraordinariamente detallado, debía evidentemente servir como guía turística dedicada por él a su señor y a su esposa Sybilla. Harff coleccionó incluso muestras de idioma árabe, sirio, etíope, hebreo, armenio, turco, húngaro, euskera, serbocroata, albanés y griego, aunque no de español o portugués. Su fascinación estaba motivada por lo novedoso de la fauna y flora, las costumbres y las situaciones exóticas de los países que visitó.
Esta visión panorámica y la buena accesibilidad de una edición de su texto nos permiten en este caso embarcarnos con más precisión en la materia e intentar hacernos una idea de cómo percibió Harff el mundo en la Península Ibérica.[16] Su Peregrinación ya ha sido tratada con bastante profundidad, aunque, no obstante, el interés se ha centrado por lo general en aspectos que no nos afectan directamente, como la transmisión manuscrita, los glosarios que contiene el relato o los conocimientos que tenía Harff de lenguas extranjeras, sus observaciones sobre la ciudad como hilo conductor de su relato, las xilografías que acompañaban al texto y que le proporcionan valor antropológico o las actitudes religiosas del autor.[17]
La investigación no alemana apenas se ha ocupado de Harff, aun existiendo una traducción inglesa de su obra.[18]
No hay otro escritor de viajes de la Baja Edad Media que haya hecho un informe de sus experiencias tan exhaustivo y hasta con el detalle técnico más nimio. Sin embargo, no debemos cifrar muy altas nuestras expectativas de encontrar afirmaciones relevantes en cuanto a la mentalidad, ya que Harff destaca en primer lugar –como se observará después en el Fortunatus– la distancia que hay entre los diferentes lugares aunque no escatima esfuerzos para dar el nombre de los poblados más pequeños (pp. 227-228). Como debía ser normal para un cristiano de la Baja Edad Media, la atención de Harff se centra sobre todo en iglesias, retablos, santuarios, etc., pero junto a esto comenta también las prácticas de ejecución, sobre todo las que le parecen crueles en España: «Item in Hyspanyen deyt man gar strenglich justicien» («En España se ajusticia con especial rigor», p. 228), sin interesarse por el trasfondo y procediendo más fenomenológica que analíticamente. Parece ser que le escandalizó haber visto incluso a mujeres bamboleándose en la horca, algo que el ilustrador representó eficazmente en una drástica escena. Cuando el autor se centra más en una ciudad, como en el caso de Burgos, sólo informa de que es una ciudad bonita, que está sometida al rey de Castilla, que posee una catedral considerable, que está encabezada por un obispo, que además tiene un palacio real y que está situada junto a un río (229-230). Harff se queja amargamente del hospedaje en España, ya que los albergues no incluían la comida en el precio: más bien se hacía necesario comprarla en la calle. También le atormenta que el huésped tenga que pagar aparte la ropa de cama, algo que en su conjunto le lleva al juicio de que «ist Hyspanien gar eyn buesser lant, as ich in der Turkijen mit der cristenheyt funden hane ind dae man eyns mans me spottet dan in Hyspanien» («España es un país mejor que el que he encontrado en Turquía con la cristiandad, y [no hay lugar] donde se burlen más de uno que en España», 230).
En Galicia le llama la atención que todas las mujeres llevan aros de oro o plata en las orejas (231), pero su atención recala principalmente en la dotación de las iglesias, algo que, lógicamente, está cercano a su condición de peregrino. Se informó especialmente sobre las reliquias de Santiago de Compostela y menciona la cuestión polémica de si los restos del apóstol están en verdad enterrados allí o en Tolosa, en el Languedoc (p. 233). También fue importante para él la posibilidad de conseguir allí una concha como acreditación de su peregrinación (233-234), cuando el resto de las ocasiones apenas habla de las gentes o de la cultura extraña que le rodeaban. También se puede decir esto de otros apartados de su descripción, y no deja entrever nada de su postura personal sobre la cultura y la sociedad de España o Portugal. Visto en su conjunto, su interés narrativo no se refiere prácticamente nada al entorno, sino, en primer lugar a sí mismo como viajero, de manera que en su informe de viaje nos topamos frecuentemente con largas listas de lugares de estancia que marcaron la ruta, sin poder extraer mucha más información sobre otros aspectos relevantes. Si contemplamos, por el contrario, el relato que hace Harff de otras partes de su peregrinación mundial, descubriremos diferencias considerables, como en el caso de cuando nos habla en Siria de los jardines, el paisaje, la estructura de gobierno o la praxis comercial (por ejemplo, p. 196). Cuando el autor nos da informaciones más exactas sobre el mundo en España, éstas se refieren a iglesias y conventos, por ejemplo: «vff eyn halff ijle ouer dat wass Moneta lijcht eyn schoyn kartuyser kloister vff eynem kleynen berge, heischt ad mille flores. dae inne lijgen alle die koeninck ind konincgynnen van Kastilien begrauen» («en una península sobre el río Moneta se alza un hermoso monasterio cartujo sobre un montículo, llamado Miraflores. Allí están sepultados todos los reyes y reinas de Castilla», p. 230).
Pero también proporcionó datos muy similares sobre, por ejemplo, Padua o Venecia, ya que las intenciones de su viaje eran tan amplias que nunca encuentra tiempo para dejar reposar las cosas que están justo delante de él, a no ser que éstas despertaran su interés turístico, interés que, sin embargo, era dirigido conscientemente por los guías locales. Así se le muestra en Roncesvalles el presunto cuerno de caza de Roldán (Roland) y él se muestra admirado por el recuerdo del gran héroe sin comprobar la autenticidad de esa pretensión, tal como hizo antes que él Hieronymus Münzer: «dat saicht man were Roelantz des resen jheger horn geweest» («ese, se decía, era el cuerno de caza del gigante Roland», p. 226).[19]
La lista de peregrinos a Santiago, sin embargo, no se interrumpe ni con Arnold von Harff ni con Hieronymus Münzer. A principios del XVI se puso en camino Gerdt Helmich de Hildesheim, y ese mismo año partió hacia España también el duque Heinrich el Piadoso de Sajonia para dar satisfacción a su necesidad religiosa y descubrir al mismo tiempo el mundo exótico de la Europa meridional (Halm, 2001, n.º 116: 292; n.º 117: 293). Sigmund Freiherr zu Herberstein pasó entre 1519 y 1520 tanto por Italia como por el norte de España (Halm, 2001, n.º 136: 334), y el príncipe elector Friedrich СКАЧАТЬ