Название: Viajes y viajeros, entre ficción y realidad
Автор: Autores Varios
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Oberta
isbn: 9788437082493
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Al mismo tiempo, Valencia gozaba de buena fama como puerto de paso para el tráfico comercial desde y hacia Barcelona. A los representantes de la Liga Hanseática les gustaba utilizarlo porque el gran liberalismo de la política económica creaba condiciones favorables para los negocios. También los primeros impresores de libros alemanes que fueron a España, entre los que destacaron Lambert Palmart y Hermann Lichtenstein, se establecieron preferentemente en Valencia. Otros centros impresores importantes donde los artesanos alemanes dejaron su impronta son Sevilla, Burgos, Granada, Zaragoza, lo que, por supuesto, no quiere decir necesariamente que estas personas contribuyeran al intercambio o al comercio internacional (Classen, 2003a). Sin embargo, su existencia en España confirma en qué medida este espacio del suroeste europeo era accesible también para las gentes de la región del norte de los Alpes.
Por una parte, nos encontramos, por tanto, con comerciantes alemanes, por otra parte con numerosos peregrinos que querían visitar Santiago de Compostela. Después hay que considerar el grupo bastante amplio de artesanos que se podía encontrar en toda España y en parte también el grupo algo más reducido de artistas (juglares, músicos, poetas, etc.) para los que no había prácticamente fronteras nacionales, culturales o lingüísticas apreciables (Salmen, 1983: 197).
Con el descubrimiento de América floreció de nuevo el comercio de Colonia con Lisboa, lugar desde el que se importaba azúcar a Alemania. Algunas casas comerciales consiguieron así una fortuna tan grande que pudieron comprar plantaciones y refinerías de azúcar en la isla canaria de La Palma. Simultáneamente continuó floreciendo de manera considerable el comercio con Valencia y Barcelona, tal como lo demuestran los negocios de la casa de Johann de Colunga (Hirschfelder, 1994: 19-25). Pero también entraron aquí en escena empresas comerciales de la Alta Alemania, y consiguieron en gran medida hacerse con una posición propia porque el margen de beneficio para ambas partes adquirió dimensiones considerables (Haebler, 1902: 392). Al parecer, las empresas de Augsburgo, Ratisbona y Constanza mantuvieron representaciones permanentes en Barcelona y después incluso en Valencia, algo que da una idea de lo intensivo y regular del intercambio comercial.[13]
El medio textual más importante para poder valorar con mayor exactitud el grado en que se conocía en Alemania la Península Ibérica durante la Baja Edad Media lo constituyen los relatos de viaje, sorprendentemente numerosos. Tras la caída de Akko en 1291 y con ello también tras el fin de las Cruzadas, los intereses de los cristianos europeos cambiaron, de forma que ya no se continuó con los intentos de recuperar Tierra Santa por medios militares, aunque siguieron los esfuerzos por conseguir acceso a los Santos Lugares. Por este motivo, a partir de entonces comenzó un intenso tráfico de peregrinos muy marcado finalmente por motivos turísticos, tal como reflejan los detallados textos, de redacción cada vez más florida. Resulta digno de mención que ya no se dirigían sólo a Jerusalén, sino que se visitaba también Santiago de Compostela, algo casi tan fatigoso como el viaje por el Mediterráneo oriental. Aquí quisiera seguir las rutas fundamentales emprendidas por los que se dirigieron a España, lugar donde se encontraba el tercer santuario europeo en importancia (Estepa Díez, Martínez Sopena y Jular Pérez-Alfaro, 2000). Por ejemplo, entre 1428 y 1432 Peter Rieter fue, junto con el viejo Paumgartner y Gabriel Tetzel de Núremberg, a Santiago, visitó también Finisterre, Astorga, Zaragoza y Montserrat, para desde allí ir por Francia a visitar Roma (Halm, 2001, n.º 73: 75). En 1446, Sebastian Ilsung, miembro de una conocida familia patricia de Augsburgo, viajó a Santiago y eligió la ruta siguiente: viniendo de Francia se dirigió a Barcelona, Montserrat, Tortosa, Zaragoza, Olite, Burgos, León, Santo Domingo de la Calzada y llegó después a Santiago (Halm, 2001, n.º 36: 102).
En las notas autobiográficas de su diario, Niklas Lankman von Falkenstein hace un informe detallado de su prolongada peregrinación a Lisboa, que tuvo lugar entre marzo de 1451 y el 19 de junio de 1452. Ésta le llevó a España y Portugal pasando por Francia. Cruzó los Pirineos por Roncesvalles e hizo estación en las siguientes ciudades: Narbona, Perpiñán, Girona, Barcelona, Zaragoza, Lleida, Navarra, Santiago de Compostela, Burgos, León, Oporto, Coimbra y Lisboa. El camino de vuelta pasó por Granada, Gibraltar, Ceuta y después, en barco, por Marsella para dirigirse desde allí por tierra a su patria (Halm, 2001, n.º 47: 121).
Leo von Rožmital, caballero de Bohemia, inicia el 25 de noviembre de 1465 su extensa peregrinación que le lleva, en primer lugar, a atravesar toda Alemania para llegar a Calais, donde hace la travesía a Inglaterra para llegar desde allí en barco a España. En esta travesía lo abordan piratas, pero cuando éstos ven sus salvoconductos se arrepienten de lo que han hecho y llegan a ofrecerle incluso llevarlo sano y salvo a su destino. En la Península Ibérica va primero a Burgos, después a Salamanca, Braga, Santiago de Compostela, Finisterre, luego de nuevo a Santiago, Padrón, Braga, Évora, Mérida, Toledo, Calatayud, Zaragoza y después de regreso a Francia, pasando por la Provenza al norte de Italia, donde hace estación en Milán, Treviso, Padua, Venecia, Mestre y Treviso para regresar desde allí a su tierra (Halm, 2001, n.º 63: 157).
Al igual que él, otros comerciantes acometieron también este tipo de viajes de inspiración religiosa, como Hinrich Dunkelgud de Lübeck, que partió el 2 de febrero de 1479 y llegó a Santiago de Compostela. Sin embargo, no sabemos nada de los detalles de su viaje, ya que sus notas se limitan prácticamente a los asuntos puramente comerciales. Su ejemplo, no obstante, ilustra algo que también debe asumirse en la mayoría de los demás viajeros: en qué medida le movieron motivos religiosos y económicos a acometer esta costosísima empresa que implicaba, incluso, arriesgar la vida. Otros peregrinos, como Leo von Rožmital, combinaban intereses políticos con religiosos y, al fin y a la postre, también con los turísticos, para justificar su viaje hasta España y Portugal, algo que, en vista de la curiositas muy extendida ya desde la Baja Edad Media, no debería considerarse en modo alguno inusual.[14]
Otras personas, por el contrario, viajaban en calidad de diplomáticos o de representantes de señores seculares y religiosos, y llegaron a Portugal y a España, como fue el caso ya a principios del siglo XV, del poeta y caballero del Tirol meridional Oswald von Wolkenstein (1376/1377-1445).[15] En este punto quiero citar brevemente a otro autor que retrató sus vivencias con mucho más detalle y no de una manera literaria tan fragmentaria como las canciones de Oswald, con las que se encontró en su viaje por Europa Occidental entre 1483 y 1486. Nikolaus von Popplau, al servicio del emperador Federico III desde 1482, registró con gran amor por el detalle a dónde lo llevaron sus misiones diplomáticas. Entre los años 1486 y 1487 y de 1489 a 1490 también viajó a Rusia, pero aquí nos interesa sólo que contempló algunas partes de la Península Ibérica. Tras un reconocimiento detallado de Bélgica, Inglaterra e Irlanda, se dirigió a España, visitó Santiago de Compostela; después, entre otros lugares, Finisterre, Padrón, Muros, Pontevedra, Redondela, Barcelos, Barreiro, Oporto, Lisboa, Sevilla, Córdoba, Valencia, Sagunto, Girona, Figueres, etc., para regresar desde allí a Francia, hacer una ruta por Flandes (Mons, Nivelles, Bruselas y Malinas) y volver a Breslau, СКАЧАТЬ