Название: Curso de sociología general 2
Автор: Pierre Bourdieu
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca clásica de siglo veintiuno
isbn: 9789878010915
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En el fondo, todo el trabajo consiste en decir que, detrás del objeto aparente del palmarés, el objeto real es instaurar como jueces a las personas que figuran en la lista, que merecería horas y horas de comentarios. No se trata de hacer comentarios personales y decir: “Ajá, es raro, pusieron a Suzanne Prou, ¿y por qué entre los escritores?”. Si yo quisiera, podría decir maldades de ese tipo; pero ustedes lo harán por su cuenta. Se trata de comentar ese cuerpo constituido. Un cuerpo constituido es un cuerpo reunido, al que se da un nombre por efecto de nominación: por ejemplo, el Consejo de Estado. Aquí, podría ser un Consejo de Estado cultural, artístico. Bastaría con un decreto del presidente de la República, y sería terrible… Ese cuerpo constituido queda oculto por el producto de su acción: dirigen nuestra atención hacia el palmarés y la desvían de los creadores de palmareses que se han constituido por el hecho de crear ese como creadores legítimos de palmareses. En otras palabras, hay una operación de autolegitimación de los creadores de palmareses y, según me parece, esa es la verdadera apuesta: todo sucede como si los inventores de la tecnología social del hit parade intelectual se hubieran asignado el proyecto de instituir creadores legítimos de palmareses, los Gault y Millau de la cultura [risas].[85] Esto provoca risa y es adrede. Si se lo acepta, es porque en otros terrenos hay creadores de palmareses (por ejemplo, nos dicen “estas son las diez mejores películas”), y una y otra vez son las mismas operaciones: jueces que se autolegitiman y nos prohíben preguntar quién tiene derecho a designar jueces. Esos eran los aportes.
Posición del subcampo periodístico en el campo de la producción cultural
El sujeto es un campo cuyos límites es preciso definir: ¿tiene o no fronteras? ¿Procura tenerlas? ¿Está englobado en un campo más importante? ¿Ocupa una posición dominante o dominada? Otra de las jugadas que se hace consiste en presentar el campo designado por la lista como coextenso con el campo de la producción cultural, cuando en realidad es más o menos representativo de un subcampo de ese campo: el subcampo de los intermediarios culturales, los mediadores, los difusores, los intelectuales-periodistas, etc. Esta gente está en la frontera entre el campo de los productores para productores, el campo restringido de quienes escriben para otros escritores (lo que a menudo, aunque sin mucho rigor, se llama “la vanguardia”) y el campo de la gran difusión o la gran producción: son hombres-frontera. Ese subcampo ocupa una posición dominada en el campo (más abarcativo) de la producción cultural, y a la vez ejerce una acción potencialmente dominante por medio de la acción que puede ejercer sobre los lectores, los laicos –la analogía con la Iglesia siempre funciona–, la clientela y, por medio de los laicos, sobre las ventas; por medio de la “colecta”, sobre los libreros; por medio de los libreros, sobre los editores; por medio de los editores, sobre la edición; por medio de la edición, sobre la censura. Esto es importante. Por ende, ese subcampo está formado por gente que ocupa una posición dominada desde el punto de vista cultural –daré gran cantidad de indicios–, pero es potencialmente dominante.
Por intermedio de él puede introducirse otra dominación de tipo cultural, dominación de tipo económico, etc. Pero, en un campo cultural, la dominación nunca puede ser puramente económica. Esta es una ley fundamental que enuncié varias veces. Será preciso que use un ropaje cultural; no se nos dirá: “Es una lista de best sellers” sino “Son los cuarenta y dos primeros intelectuales”. En otras palabras (acabo de pensarlo mientras les hablaba), es una lucha por la imposición de una nueva legitimidad mediante la cual se introduce el peso de la economía. La economía nunca está ausente del campo más autónomo, ya sea el campo religioso, el campo jurídico o el campo literario. Está presente en ellos, pero no puede acudir en persona. Es algo importante: en la religión no se habla del “salario” del cura, sino de las “ofrendas”. En un campo relativamente autónomo, las restricciones económicas aparecen siempre disfrazadas, enmascaradas. Aquí el vocabulario es finalista: da la impresión de que hay que enmascararse, lo que lleva a caer en una filosofía de la religión a la manera de Helvétius, esto es, una visión cínica y materialista de la religión. Antes bien, es necesario decir que esas restricciones llegan eufemizadas (se habla de “ofrendas”, no de “salario”). La situación es igual: nuevos jueces se imponen mediante un golpe de fuerza simbólica y expresan sus intereses específicos de intelectuales dominados ejerciendo un papel dominante por intermedio de la prensa. El golpe de fuerza por cuyo conducto la gente expresa sus intereses es la mediación con la cual se expresan cosas que podrían describirse con grandes palabras (la “dominación del mercado”) y grandes análisis materialistas (la “concentración de la edición”, el “monopolio Hachette”, etc.). Con mi manera de obrar, termino por no pensar más en esos análisis. Lo que me parece importante es tratar de comprender cómo suceden las cosas. Se ha denunciado tanto el imperio del dinero sobre la religión, etc., que uno termina por ya no preguntarse más cómo pasa eso, que, según me parece, es lo esencial.
Por consiguiente, el sujeto es un conjunto de agentes, pero no son individuos. La palabra “agente” no es linda (se piensa en “agente de policía”, etc.), es difícil de introducir en textos literarios, pero es importante. Sin demasiadas dificultades, puede incluir una entera filosofía social: “agente” se relaciona con “acción”, “práctica”, etc. No tiene las connotaciones ideológicas adheridas a la palabra “persona”. Tampoco es un “sujeto”; después de todo lo que dije esta mañana, ustedes imaginarán todo lo que implica “sujeto”. Es alguien que actúa pero no sabe necesariamente lo que hace. Y creo que esa palabra implica que ese agente (en el caso presente son útiles las connotaciones “agente de policía/de servicio en una institución”) tenga funciones, pero no en el sentido de funcionalismo (otra de las tonterías que, por desdicha, oigo decir acerca de lo que hago). Es un agente en el sentido de individuo socialmente construido: un agente se mueve precedido por su definición social. Nunca tenemos que vérnoslas con un individuo: en el límite, un individuo es una cosa biológica con la cual nada tiene que hacer el sociólogo (salvo que la biología plantee problemas a lo social; podremos retomar eso). El agente está socialmente constituido y va a estar provisto de una identidad social.
Decía al comienzo que el juego que les presento es una suerte de pequeño modelo del juego social en su generalidad y, para generalizar todo lo que les he dicho, basta con decir que la gente de Lire tiene como apuesta su identidad en el campo intelectual, su visibilidad, su estatus de escritor, su nombre propio: “¿Me convertiré en un nombre propio, un ‘Jean-Paul Sartre’ con un nombre de pila, o seguiré siendo un título genérico del tipo ‘sociólogo’, ‘escritor’, etc.?”. Esa es la apuesta. Para los agentes sociales comunes y corrientes, la apuesta es “¿Cómo se habla de mí?”. En muchas sociedades, uno es el primo del primo de Fulano, o Mengano hijo de Zutano. En nuestras sociedades, una de las grandes apuestas de las luchas sociales es el título profesional. Es la lucha por la apropiación de lugares donde se otorgan títulos profesionales, vale decir, el sistema escolar y el Estado. Eso quiero decir cuando digo que el Estado es la institución que dispone del monopolio de la violencia simbólica legítima.[86] Lo repito siempre, pero no lo hago por coquetería: todos los que hablan del Estado con frases del tipo “el Estado es…” les hacen la jugada de “el rey de Francia es calvo”. “El monopolio de la violencia simbólica legítima” significa que la cosa X que suele llamarse “Estado” y sobre la cual habría que reflexionar mucho para saber qué se entiende por eso,[87] ejerce lo que llamo “poder de nominación”, es decir, el poder de expresar la identidad dominante. Cuando digo: “El Estado es lo que…”, el predicativo define mi sujeto. Está claro que llamo provisoriamente “Estado” a la social agency, el operador social que dice lo que son las personas con una fuerza particular. Si me presento como profesor diplomado, sabemos qué quiere decir eso (implica un salario, puedo reclamar, etc.), en tanto que si digo: “Soy labrador del cielo / de los espacios”, puedo ganar un premio de poesía. Es importante, y no importa que hablemos de nosotros mismos o de los otros (si le digo a alguien: “No eres más que un…”, es lo mismo). El juego que se juega СКАЧАТЬ