Название: Curso de sociología general 2
Автор: Pierre Bourdieu
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca clásica de siglo veintiuno
isbn: 9789878010915
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La institución de las diferencias
Prolongo un poco el análisis que quería introducir con este ejemplo: los sujetos percipientes contribuyen a hacer la cosa percibida. Si se planteara el problema de las clases, sería lo mismo: los sujetos percipientes contribuyen a hacer las diferencias sociales –“eso es chic/eso no es chic”, “ese es un proleta/ese es un burgués”, “ese es el Balzar[102]/esa es una fonda”–; hacen diferencias y por eso contribuyen a producirlas. Una paradoja del mundo social es que es algo percibido ya percibido, ya constituido, en primer lugar por las percepciones que han podido convertirse en cosas. Las generaciones pasadas diferenciaron, por ejemplo, entre un juez de primera instancia y un juez de paz, y para nosotros esto se convierte en un tipo que tiene tres insignias más o nos hace esperar tres horas más –como en El proceso de Kafka–, que está instituido como diferente. El derecho es una gran institución de instituir diferencias, instituirlas como cosas, en las cosas. Reifica las percepciones. Las diferencias constituidas van acompañadas por actos de diferencia. Las personas diferentes “hacen sentir la diferencia”, como suele decirse, y las personas distantes son distantes, marcan las distancias, las mantienen, no se adaptan a un trato familiar. Pero, como suele decirse, hay que poder permitirse esa diferencia: las personas distantes son precisamente aquellas que están a distancia (si no, son “pretenciosas”). Está la diferencia que es una diferencia simbólica producida por actos simbólicos de diferenciación, pero reificados, naturalizados. Se ha convertido en una cosa: es así, natural. Esa es la parte objetiva, por el lado de la cosa percibida a la cual ya se percibe instituida.
Por el lado del sujeto percipiente, hay categorías de percepción –acerca de esto, voy muy rápido porque si no sería casi interminable– que, en gran parte, son producto de la interiorización de las diferencias objetivas. La diferencia entre lo salado y lo dulce no se inventa, existe en la objetividad. En el caso de la ciencia, habría que reflexionar, por ejemplo, sobre la cantidad de problemas que nunca se habrían planteado si la tradición científica no lo hubiera hecho. ¿Por qué se estudia el tiempo libre sin estudiar la cultura?[103] Hay una institución, el Congreso Mundial de Sociología,[104] donde quienes estudian la cultura están en una sala, quienes estudian el tiempo libre, en otra, quienes estudian la educación, en una tercera. Cada cual tiene sus pequeñas problemáticas y ninguno advierte que el mero hecho de estar en una sala y no en otra impone una problemática y no otra: fronteras sociales se transforman en estructuras mentales. Piensen también en la diferencia entre sociólogos y filósofos y en la cantidad de problemas que, en cierto momento, no pueden plantearse socialmente debido a diferencias instituidas entre las disciplinas. Las disciplinas son nuestra tabla de categorías del entendimiento,[105] lo cual lleva a que no pueda pensarse una multitud de cosas. Indudablemente, cuando se tienen por categorías del pensamiento las estructuras conforme a las cuales se estructura lo que debe pensarse, las cosas caen por su propio peso, encajan, es evidente. Podríamos extendernos durante horas, pero no lo haré.
La producción de los productores
Luego de este excurso por los sujetos percipientes, vuelvo a mi objeto particular; voy a aplicar la maquinita al caso particular. La primera cuestión es preguntarse cómo se producen los productores. Así, vamos a preguntarnos si esas personas son intelectuales-periodistas, periodistas-intelectuales, escritores-periodistas, periodistas-escritores, profesores-periodistas, periodistas-profesores; de dónde salen, cómo han sido producidos. El primer reflejo, cuando se trata de productores culturales, es pensar en la familia. Lo que casi siempre se olvida en la sociología de las obras culturales es el sistema escolar, la institución escolar que las ha producido. Lo que quiero decir no es exactamente lo que se dice cuando se recuerda que Descartes fue alumno de los jesuitas. Digamos que lo transmitido por el sistema escolar es menos importante que lo que este hace al asignar a lugares, al decir “tú eres literario”, “tú eres científico”, “tú estás en C”, “tú estás en D”,[106] lo cual quiere decir no pocas cosas. En otras palabras, el sistema escolar actúa menos por lo que enseña o lo que utiliza como lo que se da en llamar base objetiva de clasificación que por los enclasamientos que produce y los efectos de ese enclasamiento. Hay un efecto de “tú eres esto”, “tú no eres más que un…”, un efecto de fatum, de consagración, efectos de estigmatización (“tú eres bueno/no eres bueno”, “tú eres dotado/no eres dotado”): ¿cuántos filólogos son gente que no aprobó su disertación a los 18 años?
Aquí, en el caso del palmarés, la relación con el sistema escolar de los productores es evidente. Una de las características del medio periodístico es una especie de antiintelectualismo mediocre, larvado. Es una especie de revancha. Los escritores siempre lo dijeron, y en ese sentido hay páginas terribles de Zola: el antiintelectualismo mediocre de las críticas de tipo escolar está ligado a la división del trabajo y la jerarquía objetiva entre profesores y escritores. Lo que Zola dice de los alumnos de la École Normale,[107] su mezcla de arrogancia y modestia, de humildad y mediocridad, es efecto de las condiciones sociales de producción. La relación del escritor con el escritor-periodista va a ser muy distinta: el escritor-periodista no tiene la arrogancia estatutaria dada por el hecho de ser crítico de una institución, consagrado; tiene cuentas que ajustar con los intelectuales. No sigo, porque esto tomaría una apariencia polémica. Sin embargo, no lo es en modo alguno; forma parte de las cosas que hay que saber, que yo querría poder decir pero no digo. (Si hace un rato hubo varias veces cosas que no dije, de ningún modo fue porque fueran crueles, sino porque, escuchadas por ustedes, llegarían a serlo: la crueldad puede engendrarse en la relación entre lo que digo y las categorías de percepción que ustedes corren el riesgo de aplicar a lo que digo).
La cuestión, entonces, consiste en preguntarse por las condiciones sociales de producción de los productores: su familia, su medio de origen, sus estudios, etc. En el caso de los estudios, no es tanto la cuestión de su interés científico como la de saber si los aprobaron o no, los terminaron o no. Por ejemplo, hay una forma de hostilidad a la ciencia, de ideología neomística que se genera en algunos sectores del campo científico, pero a la vez también en el campo periodístico. Esta suerte de irracionalismo o antirracionalismo prosperó tanto más en 1933 y años siguientes en Alemania y, sin duda, a menudo prospera en personas que tienen cuentas que ajustar con la ciencia. No por casualidad el mal científico suele convertirse en un buen revolucionario, como sugerí la vez pasada [en el caso de Marat], o en un buen nacional-revolucionario. Digo aquí estas cosas de manera brusca y áspera, pero –con la idea de que así se comprenderán no pocas cosas– los remito a lo que hice con Heidegger[108] y el contexto en el cual se engendró el pensamiento nacionalsocialista.
Por tanto, hay que interrogarse sobre las condiciones sociales de producción de los productores, los orígenes sociales, el sistema escolar y la relación entre estos dos: la manera de vivir el fracaso escolar va a ser muy variable según el punto de partida (y según la relación con el sistema escolar). Los efectos de resentimiento, por ejemplo (y la relación hosca, amarga, hostil, sumisa, dominada, facetas que no son excluyentes), van a estar en relación con la relación entre el punto de partida y el punto de СКАЧАТЬ