Название: Curso de sociología general 2
Автор: Pierre Bourdieu
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca clásica de siglo veintiuno
isbn: 9789878010915
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Los modelos del mercado y el proceso
Termino con el palmarés en sí. No voy a leerlo íntegramente, pero les doy el comienzo. A la cabeza encontramos a Claude Lévi-Strauss con 101 votos; todas las veces, bajo el nombre, se indica la cantidad de votos. “Votos” nos lleva al plebiscito, a la elección. Hay algo que se me ocurre al decirlo: intentaré demostrar ante ustedes que la lógica del palmarés es, tanto la del proceso, en sentido judicial, cuanto la del mercado, en calidad de procedimiento de formación de precios [prix]; en los dos casos, la gente va a juzgar. A los sociólogos les gustaría mucho saber qué es un mercado, y aquí tenemos la posibilidad de ver una especie de pequeño mecanismo, pequeña máquina, pequeño modelo reducido de lo que es la formación de precios: tenemos productos culturales (un libro de Raymond Aron, etc.) en la vitrina de una librería, esos productos culturales se ofrecen y la gente va o no a comprarlos. Evidentemente, los premios [prix] literarios forman parte de eso.
Cuando digo que las cosas pueden describirse según el modelo del mercado o del proceso, no me refiero a metáforas ni analogías, sino a modelos posibles. (Lo digo al pasar, porque a menudo se dice que el lenguaje económico es una metáfora, cuando en realidad no lo es). Esas dos posibilidades, la homología del proceso y el mercado, son ocultadas por la homología del mercado electoral, lo cual tampoco es absurdo: lo cierto es que una elección también funciona de esta manera. Dentro de un rato intentaré demostrar cuáles son los factores principales del acto de juzgar un producto cultural, y creo que tendríamos los mismos factores que en el acto de juzgar un producto político (un diputado, un presidente, etc.). Dicho esto, la analogía con el producto político ejerce un efecto de ocultación por la evidencia: sigue siendo el paradigma de la carta robada; para hacer que las cosas pasen inadvertidas, nada mejor que presentarlas de manera que, por estar tan habituados a verlas así, salten a la vista y no pensemos en ellas. Puedo contarles esto en voz alta, para decirlo de algún modo: me di cuenta de que la palabra “voto” es importante y no había advertido que es uno de los pequeños signos subliminales que nos sitúan en la lógica del referéndum.
Claude Lévi-Strauss tiene 101 votos; Raymond Aron, 84; Michel Foucault, 83 –están casi ex aequo–; Jacques Lacan, 51; Simone de Beauvoir, 46; Marguerite Yourcenar, 32; etc. Estos seis primeros tienen derecho a un retrato fotográfico y un retrato intelectual que habría que comentar línea por línea: ustedes no lo tolerarían y yo tampoco, pero es interesante ver qué se elige de cada una de esas personas.
Individuo concreto e individuo construido
Hago simplemente una pequeña observación para anunciar algo: procuraré reflexionar con ustedes sobre lo que es un individuo. Sabe Dios que es algo que todo el mundo cree saber, hay incluso gente que hace una sociología construida sobre la noción de individuo,[74] supongo que debe de saber qué es el individuo. El problema se me planteó de forma muy concreta en una encuesta[75] en la cual aparecen personalidades en un análisis factorial, es decir, distribuidas en forma de puntos en un espacio. Me pregunté, y todavía me pregunto, si tengo derecho a publicar ese espacio con los nombres propios correspondientes a dichos puntos. ¿Tengo derecho a poner en el punto que encuentro arriba y a la izquierda “Lévi-Strauss”, y en el punto que encuentro abajo y a la derecha “Deloffre”? ¿Tengo derecho a escribir los nombres propios? ¿Qué pasa cuando escribo un nombre propio en un punto de un espacio construido como teoría? Para decirlo en dos palabras, sin caer en un análisis excesivamente grosero de lo que voy a contar, la cuestión es saber si el Lévi-Strauss que descubro en ese espacio es el mismo Lévi-Strauss que ustedes tienen en mente. Buenos filósofos trabajaron mucho en el tema (me permito un juicio de valor, con el objeto, una vez más, de disipar una forma de resistencia organizada por los malos filósofos para defender la mala filosofía contra la buena sociología) y unos cuantos de ustedes conocen las reflexiones sobre “El rey de Francia es calvo”:[76] hablar del rey de Francia calvo es hacer como si el rey de Francia calvo existiera. Es también una estrategia política clásica. Hablar de cosas (“el pueblo piensa que…”, “los intelectuales piensan que…”) hace que uno no se pregunte si existen. Se induce a centrar la atención en el juicio predicativo, y se la desvía así del juicio existencial que sirve de basamento al juicio predicativo. Se olvida (y se hace olvidar) la pregunta sobre si el tema en cuestión existe. En el caso del individuo es exactamente la misma pregunta: ¿ese punto existe como existe el Lévi-Strauss real?
No me extiendo más porque generaría en ustedes una impresión de déjà-vu y, así, no me escucharán cuando les hable del individuo concreto y el individuo construido. Creo que la investigación trabaja sobre un individuo construido que no es el individuo concreto. La dificultad en la recepción del discurso científico radica en que los lectores funcionarán siempre con el individuo concreto, mientras que lo representado es el individuo construido como conjunto de propiedades en un espacio de propiedades. De ningún modo es un problema de esoterismo deliberado, sino un problema muy arduo en el discurso sociológico, y que hoy se me plantea: por ejemplo, me tomo mi tiempo con esta lista pero dudo en cuanto a leerla y no iré hasta el final porque lo que creo que es un análisis imparcial, sin otra apuesta que la científica –esto nunca es del todo cierto–, corre el riesgo de que se lo entienda literalmente, vale decir, en el nivel donde se sitúan las personas que han hecho la lista: “¿Quién es verdaderamente el mejor?”, “¿Qué piensa [Bourdieu]? ¿No les va a hacer una zancadilla al primero, al segundo, al tercero o al cuarto? ¿No procura decirnos que el palmarés no es bueno, y que si fuera bueno no sería este?”. Digo todo esto porque, aunque ustedes no se planteen explícitamente estas preguntas, creo que se les plantean subliminalmente.
La apuesta de la visibilidad y del título
Vuelvo a la lista: al ser el primero, Lévi-Strauss tiene derecho a una semblanza, que es la más larga (tres columnas). Aron tiene derecho a una semblanza un poco más corta (una columna pequeña). Las dimensiones de la semblanza son proporcionales al rango. Habría que entrar en el detalle para ver la imagen social de cada uno de estos personajes. A partir del séptimo, ya no hay semblanza pero sí tienen derecho a un título profesional: “Fernand Braudel, historiador; Michel Tournier, novelista; Bernard-Henri Lévy, filósofo; Henri Michaux, poeta; François Jacob, biólogo; Samuel Beckett, dramaturgo y novelista”, etc. Con esto, la gente tiene derecho a un título profesional, lo cual es de suma importancia, como intentaré demostrar dentro de un rato; pero les digo esto desde ya para que lo piensen de manera metadiscursiva en relación con lo que planteo ahora: los mecanismos que intento poner de relieve en este caso específico son mecanismos muy generales que funcionan en el conjunto del mundo social. Simplemente, aquí estoy frente a un microcosmos de un microcosmos donde esos mecanismos se ven de manera particular porque, para ser sucinto, la apuesta principal de este universo es la visibilidad, vale decir, lo que llamo “capital simbólico”. La principal forma de ganancia que se persigue en ese campo es la visibilidad. Al mismo tiempo, es un buen terreno para estudiar las condiciones sociales de la formación de los precios cuando estos consisten en la visibilidad. En el fondo, voy a describirles cómo se desarrolla, en el universo particular que es el campo intelectual, la forma particular СКАЧАТЬ