Название: Curso de sociología general 2
Автор: Pierre Bourdieu
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca clásica de siglo veintiuno
isbn: 9789878010915
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Definir las reglas del juego
Esta manera de construir el mundo social, de construir un perfil, una perspectiva potente, explica gran parte de los hechos sociales que las otras maneras de construir no permiten ver. No es el alfa y el omega, no es la totalidad; pero esto no quiere decir que sea falsa. Una manera de construir el mundo social como el lugar donde se juega algo a veces tanto más esencial que lo tomado como apuesta por el materialismo (el salario, etc.), en el sentido de que se comprometen cuestiones de vida o muerte, cosas por las cuales uno está dispuesto a morir, esto es, a sacrificar todo el resto, consiste [en percibirlo a partir del] problema de la identidad, [en el que] se juega la respuesta a las preguntas: “¿Qué soy verdaderamente?”, “¿Y quién puede decirme lo que soy?”. Aquí, en el palmarés, unas cuantas personas pueden decirse: “Pero ¿dónde estoy en la lista? ¿Estoy o no? ¿Estoy en un buen puesto? Puedo romper la lista, pero estoy obligado a tomar posición”. El mundo social está constituido por una multitud de juegos sociales de ese tipo: “¿Soy (o él es) verdaderamente cristiano, o no soy (o no es) verdaderamente cristiano?” (hay quienes murieron por eso…), “¿Me puedo llamar así, se puede llamar así?”, “¿Tiene derecho a decirnos eso?”, “¿Y quién puede decirme quién soy?”. Dentro de un rato volveré a esta cuestión, pero creo que es eso lo que está en juego.
El sujeto del juego que intento estudiar es el conjunto del juego. Voy a situarme frente a lo que, pretenciosamente, se llama “círculo hermenéutico”: cuanto más sepa qué es el juego, más sabré lo que se juega en él, más conoceré los límites del juego y mejor sabré qué es el juego. El hecho de saber que es necesario interrogar los límites hace ganar mucho tiempo, porque enseguida voy a ir a las polémicas sobre “Fulano que no es un escritor” o “los nuevos filósofos que no son filósofos”. Las polémicas indican que pasan cosas, que hay apuestas, definiciones implícitas: si tomo todos los textos escritos por filósofos a favor o en contra de los nuevos filósofos, voy a ver una apuesta oculta, que para cada uno consiste en definir el juego de tal manera que pueda erigirse en su amo. Es la apuesta de todos los juegos: yo defino las reglas del juego de manera tal que todas las cartas de triunfo sean mías. Cuando se juega con niños, pasa ese tipo de cosas: hay una especie de negociación sobre las reglas del juego a fin de que ellos ganen. Entre adultos no es un juego: este se define y, si pudiéramos, cambiaríamos la regla a cada instante. La vida científica es eso: un buen científico cambia la regla de modo que lo que él hace sea lo que hay que hacer y a los demás no les quede otra opción que el desempleo o la huelga.
El juego, entonces, tiene por apuesta la definición misma del juego, lo que pasa en él y quién puede jugar, y cada agente tiene una apuesta fundamental común que es la existencia del juego. Imaginen que suprimimos el juego literario: mucha gente quedaría desempleada. Lo cual hace que a menudo los juegos de los campos relativamente autónomos tengan un límite oculto: las luchas no se llevan hasta el final porque en ese caso se rompería el juego, según la ley de que “no se muerde la mano de quien te da de comer”. Se trata de una ley de la sabiduría popular que, por una vez, es una ley científica: en cada juego hay una colusión (la raíz es la misma)[88] fundamental, a menudo por completo inconsciente (es lo más inconsciente que hay en los juegos sociales), en torno a lo que está ligado a la existencia misma del juego y todo lo que nos hace aferrarnos, como suele decirse, en todos los sentidos del término, al juego, y mediante lo cual este nos aferra. En un coloquio sobre la filosofía, pueden hacerse todas las variaciones alrededor del interés de la filosofía, el interés en la filosofía, etc., pero nadie [aborda] algo muy simple que vale más saber –sobre todo cuando se practica la epojé (ἐποχή)[89] y se convoca a los otros a practicarla–, esto es, que hay un interés en la existencia de la filosofía. Si en nuestros días tantos discursos de defensa de la filosofía terminan por sumarse a una teoría de la Inspección General sobre la filosofía, es porque, con todo, la existencia de esta última depende de la existencia de la Inspección General del Ministerio de Educación: puestos de filósofos, cátedras, etc. Nada de malo en eso: todo el mundo tiene que vivir [risas]. Simplemente, vale más saberlo, de lo contrario está el riesgo de producir un inmenso discurso que no puede ser otra cosa que una racionalización de ese interés fundamental. De todos modos, para personas que hacen de las puestas en duda radicales su actividad, resulta muy inquietante. Por eso, digo a los filósofos que en todos los juegos hay un interés común, que muchas veces es la cosa más oculta: es el interés en existir con un título, un rótulo para poder decir: “Soy un escritor”. Hay maneras de decir “Soy un escritor”, “Soy un filósofo”, etc. […] Voy a detenerme aquí.
Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (3)
Ahora intentaré plantear el problema de una sociología de la percepción del mundo social, un problema que la sociología no plantea prácticamente nunca. Ahora bien, debe efectuarse una reflexión sobre lo que es percibir el mundo social, sobre una cuestión; por ejemplo: “¿Qué es juzgar socialmente?”.
Antes de proseguir, querría responder a una pregunta que me hicieron la semana pasada sobre la noción de “posmoderno”. Me preguntaron: “¿Podría informarnos sobre el modo de elaboración de la noción de posmoderno y situar su validez en el campo de los conocimientos? ¿A qué corresponde la necesidad de formalizar un corte y, por lo tanto, darle existencia al nombrarlo? […] En la actualidad, me parece que quienes menos apelan a la noción de historicidad utilizan con la mejor disposición el prefijo post-, resumido de la manera más cabal por la expresión ‘posthistórico’. […] Etc.”. Creo que es una muy buena pregunta pero que, como [sucede] a menudo con las buenas preguntas, induce su propia respuesta, y me parece que todo lo que tiene importancia es una respuesta: uno de los juegos a los que se entregan constantemente los poseedores del monopolio del discurso sobre el mundo social o, en cualquier caso, las personas en lucha por el monopolio del discurso sobre el mundo social, es un juego de tipo profético consistente en introducir cortes; se dirá “es pre-esto o post-aquello”, “es neo- o páleo-”. En otras palabras, una de las apuestas de las luchas simbólicas que hoy menciono es manipular los principios de visión y división, jugar con las categorías de percepción del mundo social. Decir que algo es post-, ante-, neo- o páleo- […] es constituir de cierta manera la realidad, y este acto de constitución, en los sentidos filosófico tradicional y jurídico, tendrá la fuerza, la pregnancia de la autoridad del autor del acto constituyente. Aquí es lo mismo. A mi entender, las personas que pueden decir “post-” o “ante-” no son sociólogos. [Inaudible]. Puedo justificar mi definición [de la sociología], que, como cualquier definición, se inscribe en el marco de una lucha para delimitar el campo y, por ende, el espacio de los jueces. Cada lucha científica es una lucha de ese tipo, lo cual no quiere decir que no sea científica. Por eso, el hecho de que la gente que habla ese lenguaje se excluya de la sociología puede debatirse. Creo que esas personas se sitúan en un papel profético: se instituyen en el rol que consiste en intentar modificar, mediante las palabras, el mundo que pretenden pensar. Más exactamente, esas personas intentan modificar el mundo y, al mismo tiempo, su posición en el mundo de la gente que intenta modificar el mundo. Un profeta es alguien que, al modificar la representación del mundo, tiene la posibilidad de modificar su posición en el espacio de las personas que trabajan para modificar la representación del mundo. […]
Por lo tanto, hay una definición implícita de la sociología que he defendido desde hace dos clases: en ese juego, mi papel no es decir cuál es la verdadera lista (aunque sea obvio que, como todo el mundo, yo también, en cuanto individuo singular, tengo mi verdadera lista, pero no la diré ante ustedes); en cuanto sociólogo, tengo que decir cuál es el juego que tiene por apuesta la verdadera lista y, por tanto, comprender su lógica, cosa que además, de paso, puede cambiar mi visión de la verdadera lista y transformar muy profundamente mi relación con lo que vivo como falsas listas, por ejemplo, al hacerme aceptar con una actitud risueña lo que vivía con una actitud indignada. Esto hace que pueda decir las cosas como las he dicho hasta ahora, de manera completamente seria y al mismo tiempo a veces divertida: “Jugar seriamente”; citamos a Platón[90] (pero por lo general СКАЧАТЬ