Название: Encuentros decisivos
Автор: Roberto Badenas
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9788472088511
isbn:
El singular caminante, que no huele ni a incienso ni a humo sino a tomillo y romero, repite su pregunta. Y esta no tiene que ver ni con ritos, ni con cleros, ni con teologías: tiene que ver con ellos, con su vida, con su aquí y su ahora:
—¿Qué buscáis?
Lo que buscan no es sin duda muy distinto de lo que buscan en algún momento de su vida otros jóvenes serios. Buscan, más allá de cualquier urgencia inmediata, lo que realmente les falta para orientar su existencia insatisfecha: un guía fiable, un amor duradero, alguien con quien compartir la vida, una vocación gratificante, una fe, un proyecto que les haga soñar.
—¿Qué buscáis? Insiste el viajero.
Y ellos, que no llegan a visualizar lo que buscan, salen del paso con otra pregunta:
—Maestro, ¿dónde resides?
Quieren saber dónde pueden encontrar al maestro cuando lo necesiten. Su pregunta equivale, de forma indirecta y quizá inconsciente, a la respuesta: «Quizás te buscamos a ti». Porque muchas veces, sin saberlo, buscamos algo cuando en realidad necesitamos a Alguien.
Los dos amigos querrían saber dónde escuchar las enseñanzas del nuevo rabí recomendado por el Bautista. No esperan nada ahora ni piden nada especial. No se sienten dignos de la atención personal de alguien como él. Solo quieren sumarse al grupo de sus eventuales seguidores. Aspiran a que les conceda acceso al privilegio del que disfrutan los discípulos de los pocos maestros que conocen en su entorno: asistir regularmente, después de las ocupaciones del día, al lugar donde el rabí comparte su saber. Tienen tantas inquietudes que, en una breve entrevista, a orillas del camino, no pueden recibir lo que anhelan. Desean estar a solas con él, sentarse a sus pies y recibir sus enseñanzas.6
Su pregunta tímida y respetuosa, indica, además, que esos muchachos son más jóvenes que aquel al que ya llaman «maestro».7
Jesús entiende bien su pregunta. El también sabe que «residir» es más que detenerse un momento. Residir es morar, habitar, vivir, permanecer. Y él no tiene la intención de quedarse allí, junto al desierto. Por eso no les indica un lugar, sino una presencia:
—Venid y ved.
Es decir, «seguidme».
Para sorpresa de los viajeros, el nuevo maestro no se confina en ningún domicilio fijo. Habita en el «venir» y en el «ver» de quienes le siguen. A él se lo encuentra viniendo y viendo: saliendo de donde estamos y descubriendo lo que no veíamos. Acercándose a él y observándolo bien.
El viajero dice a sus compañeros de ruta que para encontrar lo que buscan les basta con venir y ver.8Si para venir hay que ponerse en marcha, para ver basta con abrir los ojos. La esencia de su búsqueda reside plenamente en dos verbos de acción, que él conjuga como dos invitaciones: a acercarse a él y a mantener bien abiertos los ojos del alma.
Además, a Dios, que es a quien ellos buscan realmente, se lo encuentra en todas partes, incluidas las más inesperadas. No hace falta acudir a espacios sacralizados a ese fin, donde algunos quisieran acotar los privilegios del encuentro. Porque hay gentes que en cuanto se enteran de algún lugar donde alguien tuvo alguna vez una vislumbre de lo divino, inmediatamente se lo adueñan y construyen sobre él un oratorio, un templo, una basílica o un monasterio, que guardan celosamente bajo su propia tutela.
Para encontrarle, basta con seguirle. Y eso es lo que están haciendo Juan y Andrés.
Con esta cálida acogida, con su intrigante mensaje y con el atractivo entrañable de su voz, Jesús desconcierta a quienes están acostumbrados a que se les guíe con órdenes y prohibiciones. Los descoloca y desorienta, porque el propio Bautista les había incitado a la conversión esgrimiendo amenazas de hachas y de fuegos.9 Jesús propone una transformación que va en la misma dirección pero por otra vía, aunque a veces use también imágenes fuertes. Así inaugura un nuevo tiempo en la experiencia espiritual de estos jóvenes. El discurso del Bautista sirvió, en su momento, para suscitar en ellos el temor del juicio divino, pero para el nuevo maestro lo que estos chicos necesitan ahora no es temblar de miedo, sino estremecerse de entusiasmo.10
El conoce el fondo de su sed y lo que puede transformar sus vidas. Por eso los invita a seguirle no con órdenes ni exigencias, sin recurrir ni de lejos el temor al castigo, sino con una simple y cordial bienvenida, haciéndoles desear las aventuras del descubrimiento. Su pedagogía positiva suscita en estos jóvenes las ganas de progresar, de avanzar y de crecer.
El recién estrenado maestro acaba de encontrar a sus dos primeros discípulos.11
Ha renunciado a la rutina fácil de su profesión de artesano para seguir la difícil vocación del educador. Ha dejado de construir y amueblar casas para ponerse a construir y amueblar mentes, un desafiante llamado que se impone a su espíritu con toda la fuerza de lo que viene del cielo.
Al cerrar su taller de carpintería, su entorno familiar y sus vecinos insistían en que cometía un grave error. Siendo tan buen profesional y con su excepcional talante, dejar la modesta seguridad de su clientela, arriesgando así su futuro, les parecía una locura. Así ocurre siempre. Si las mayores resistencias a hacer algo grande suelen venir de nosotros mismos, la oposición más reticente a asumir nuevos riesgos puede surgir de nuestro entorno más cercano y de quienes más nos quieren.
Pero Jesús no busca una vida fácil, al abrigo de su numerosa parentela:12 quiere una vida útil, aunque nadie le apoye. Su ideal no pertenece a este mundo y por eso no sigue los pasos de la mayoría. Tiene un sueño, un gran proyecto. Quiere intentar algo nuevo para construir un mundo mejor, cambiando la vida de la gente.13 Y aspira a compartir sus ideales, sueños y proyectos con la juventud mejor del país. No tiene ni experiencia, ni títulos, ni medios, ni influencias. Pero cuenta con Dios y eso le basta para sentirse optimista, animoso y fuerte.
Además, sus dos primeros discípulos ya están allí, esperando recibir su primera lección.
Esa lección, inicial y definitiva,14 la más importante de todas, consiste simplemente en descubrir el poder que transmite la presencia divina en la vida de quien la busca. Porque donde está Jesús allí está Dios. Y este se complace en acompañar a los que le buscan de veras, por jóvenes que sean y por desorientados que se encuentren.
No existe ningún lugar habitado en todo el camino desde el mar Muerto hasta Jericó. Sin embargo, el maestro lleva sin vacilar a sus nuevos amigos al lugar donde dice residir en ese momento. Sin duda, se trata del lugar donde se había alojado durante su visita al Bautista, unos cuarenta días atrás. ¿Una gruta de las que tanto abundan en la zona? ¿Un cobertizo de cañas, de esos que ocupan unos tras otros los viajeros al borde de la ruta? ¿O bien los conduce al lugar escogido donde plantar la tienda de campaña que lleva consigo en su mochila, como tantos caminantes?15 Los viejos textos no lo dicen. Pero precisan que los jóvenes fueron y vieron donde moraba el rabí viajero, y que compartió con ellos su precario alojamiento hasta el día siguiente.
Pronto decidirían quedarse con él para siempre.16
Jamás olvidarán la hora exacta de aquel momento decisivo: la hora décima, la penúltima hora de la tarde.17
El día declina sobre los caminantes. El sol se pone entre arreboles dorados. Pero en los corazones de aquellos tres jóvenes algo muy nuevo amanece.
Encuentro mágico, crucial, tanto para los aprendices de discípulos СКАЧАТЬ