El Errante I. El despertar de la discordia. David Gallego Martínez
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Название: El Errante I. El despertar de la discordia

Автор: David Gallego Martínez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788418230387

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СКАЧАТЬ ¿Puedo irme ya?

      —Mi padre fue asesinado cuando estaba de servicio. Asesinado por gente como tú.

      —Si ya sabes cómo acaba, ¿por qué quieres seguir sus pasos?

      —Cuando murió, juré que lo vengaría, y para ello voy a acabar con toda la escoria que asola Rhydos. Y contigo.

      —Ya veo —avanzó unos pasos hacia el guardia y se detuvo con los brazos en cruz—. Adelante.

      Teren tiró la antorcha al suelo y agarró la espada con las dos manos. En un arranque de rabia mezclada con miedo, cargó hacia su rival con el arma por delante, preparada para atravesar todo lo que se le cruzase en el camino.

      —Mal.

      Garrett esquivó el ataque sin problemas y propinó una patada a Teren en las costillas que le hizo tambalearse. Teren, incapaz de mantener la cabeza fría, volvió a cargar hacia Garrett, esta vez con la espada en alto, pero el ataque falló al igual que antes. Encadenó una serie de ataques con el arma agarrada con ambas manos, pero demasiado lentos para alcanzar al blanco. Recibió un golpe seco en el pecho que lo tiró al suelo. La espada se le cayó de las manos.

      —¿No se aseguraron de que supieras luchar antes de aceptarte en la guardia? ¡Vamos, golpéame!

      —¿A qué juegas?... Vete ya…

      Después de recobrarse del golpe que lo había dejado sin aliento, Teren recogió la espada y atacó de nuevo. El cansancio y el frío hacían mella en él, pero no eran comparables a la frustración que sentía y que provocaba que ninguno de los ataques tuviera algún efecto.

      Garrett esquivaba sin esfuerzo los ataques y golpeaba al guardia, joven e inexperto. Se entretuvo más de la cuenta, por lo que, no mucho tiempo después de haber empezado la contienda, se empezaron a escuchar gritos procedentes de la oscuridad de la noche y el repiquetear metálico de las armas y las cotas de malla.

      —Me encantaría seguir jugando, pero me temo que debería irme ya —practicó una reverencia burlona—. Por favor, despídeme de tus amigos por mí. Y deberías hacer algo con tu pelo: no puedes luchar si no puedes ver.

      Garrett se encaminó a la salida, dando la espalda al guardia. Teren, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo marchar. Estaba exhausto, pero aun así cargó otra vez hacia él.

      —Mal.

      Con un solo movimiento, Garrett giró sobre sí mismo para esquivar la estocada, desenvainó el arma y le cortó la espalda a su contrincante con un golpe descendente desde el hombro derecho hasta el riñón izquierdo. La cota de malla apenas opuso resistencia contra la hoja afilada de la espada.

      El contacto frío del metal fue seguido inmediatamente del dolor al sentir la piel desgarrada y del calor de la sangre. Con un alarido, Teren se retorció y cayó. Sin despegar la cara del suelo, vio cómo el hombre abandonaba el jardín con rapidez, seguido por las voces alarmadas de los guardias que acudían allí. Estaba tirado sin poder moverse. Los músculos no le respondían, y la sangre manaba de la herida. Junto a él descansaba la espada de su padre.

      —He fallado —las lágrimas le anegaron los ojos. El peso de la derrota fue la parte más dolorosa de todas.

      Los guardias finalmente llegaron al lugar, donde encontraron el cuerpo sin vida del consejero Denys y a uno de sus compañeros de la guardia, quieto y con una herida abierta que le recorría la espalda.

      ***

      — ¿Te das cuenta de que siempre acabamos en situaciones como esta?...

      —Esta es la última vez que me meto donde no me llaman.

      —¿Te das cuenta de que eso dijiste la última vez?...

      —Lo siento, pero no me parece que sea la mejor ocasión para ponernos a hablar.

      —Me aburro… Nunca me das conversación…

      —¿Y tenías que elegir este momento para echármelo en cara?

      —Es tan bueno como cualquier otro…

      —¿Sí? Pues lamento discrepar. No es a ti a quien buscan.

      —Tampoco a ti… ¿Por qué huyes, si eres inocente?...

      —Supongo que será por costumbre.

      —Pero podrías explicarles lo sucedido…

      —Dudo mucho que estos hombres me inviten a razonar con ellos.

      Los gritos de alarma se propagaron como las llamas, y pronto toda la ciudad estuvo alerta. Los guardias le pisaban los talones, pero Garrett hacía lo posible por no encontrarse con ninguno. Mantenía una conversación en susurros apenas perceptibles mientras esquivaba patrullas y grupos de hombres armados que comenzaban a inundar las calles. Giró una esquina y se encontró cara a cara con un guardia, que a punto estuvo de avisar sobre la localización de Garrett, pero un cuchillo que voló hacia su garganta se lo impidió.

      —¡ Hala!, ya has matado a alguien… De verdad que no tienes remedio...

      —¿Y qué debería haber hecho, dejar que se me echara encima?

      —Nada de esto habría pasado si me hubieras obedecido cuando te dije que te fueras…

      —Te encanta echarme en cara mis errores, ¿verdad?

      —No sabes cuánto…

      Garrett llegó a una de las grandes puertas de la muralla, en el distrito medio. El rastrillo estaba izado y, gracias al revuelo que se había montado en el distrito superior, contaba con poca vigilancia. Solo dos guardias la custodiaban. Garrett estiró los brazos y tensó los músculos. Con la espada en la mano, avanzó hacia la puerta al amparo de la oscuridad. Cuando los soldados lo viesen, ya sería tarde para ellos.

      —Espérame, Resacoso.

      Una vez salió de la ciudad, no le llevó demasiado tiempo superar la distancia que lo separaba del lugar donde había dejado a la montura, en la linde del bosque, junto al camino que se dirigía a Lignum. Antes de tomar la ruta de regreso, echó un último vistazo a la ciudad, que aún parecía agitarse en busca del responsable de las muertes.

      —¿Y qué hay de ese muchacho?... ¿No crees que te has excedido con él?...

      —Puede, pero al menos ahora tiene más motivos para querer mejorar. En realidad, le he hecho un favor.

      —¿No te preocupa que quiera intentar matarte?...

      Garrett se encogió de hombros.

      —Me faltan dedos para contar a todas las personas que sueñan con darme muerte. Hace tiempo que dejé de preocuparme por eso.

      Capítulo 9

      El chico se despertó con la mejilla húmeda, apoyada sobre un charco de baba. Se restregó la mano por la cara para limpiársela, todavía más dormido que despierto. Abrió los ojos despacio, mientras trataba de recordar dónde estaba. Cuando СКАЧАТЬ