La herencia maldita. Nathan Burkhard
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Название: La herencia maldita

Автор: Nathan Burkhard

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ángeles Guardianes

isbn: 9788418616228

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СКАЧАТЬ que me des espacio Joe —dijo sin mirarlo —Por favor.

      Un extraño sentimiento se apoderó del joven Joe, dio unos cuantos pasos hacia atrás e intento recomponerse no del dolor de su espalda, sino de aquel puñetazo que sintió en el pecho al escuchar esas palabras —Está bien —pasó la lengua por sus labios secos —Regresaré más tarde.

      Ella solo asintió con la cabeza asegurando que estaría bien, trato de acercarse a su novia, darle un beso en los labios, pero su rechazo le hizo entender que estaba perdiéndola —Ok —dejó escapar su respiración, retrocedió y salió de la casa dando un gran portazo tras de sí.

      No quiso ni volver el rostro para ver esa puerta, tan solo deslizó su móvil del bolsillo de su pantalón, notando la pantalla rota pero no estaba tan obsoleto como para hacer una única llamada, marcó el número de Jonathan Sullivan, diciendo solo una frase corta —Está en casa —dijo colgando enseguida y siguiendo su camino por la calle.

      Su casa estaba vacía, cerró la puerta tras de sí y logró quitarse a duras penas la casaca de cuero, rebelando su duro cuerpo, sus ropas rasgadas y los hematomas de su espalda, apretó la mandíbula tratando de controlar el nivel de dolor ¡Maldición! Desprendiéndose de sus ropas, se dio una buena ducha, los moretones iban a hacer más que evidentes al día siguiente, pero valía la pena, ella siempre valía la pena.

      Natle subió las escaleras de madera, caminó por el pasillo hasta su habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella, deslizándose hasta caer sentada, sus lágrimas ardiendo en la comisura de sus ojos mientras que la voz de Hadeo se reproducía una y otra vez —Tu sangre, tu vida, cada gota de ellas... Me pertenece... Sé que regresare y por fin podre destruirte querida mía... Tus miedos son tus peores enemigos, el miedo de perder a este muchacho por el cual has dado tu vida, será tu perdición. Sé que quedare en ti, ¡Sufrirás!, perderás tus poderes, perderás tu vida de ángel y yo regresare a ti por ti, pero antes matare a todo aquel ser que ames... Eso no podrás evitarlo

      Hundiendo su rostro entre sus manos, se permitió llorar, maldecir y sobre todo desear que esa pesadilla acabase de inmediato, no supo cuánto tiempo había permanecido sentada, pero al ver que las luces del alumbrado público se filtraban por su ventana dedujo que ya era tarde, había sentido los pasos de sus padres por el pasillo, llamando a su puerta, tratando de hablar con ella, pero todo era inútil y ellos lo sabían, sabían que Natle podía ser tan obcecada que no habría manera de que pudiera abrirse con ellos, no habría manera de que pudiese desfogar con ellos el dolor ante la pérdida.

      CAPÍTULO 10

      EL TÁRTARO

      Un grito de dolor seguido de su nombre la despertó, Natle abrió los ojos y aun confundida trató de orientarse y saber dónde estaba, notando que no se había movido del lugar donde se quedó ayer por la tarde, se levantó adolorida y resignada a esa vida, arrastrando los pies hacia su cuarto de baño, sin importarle si estaba con la ropa puesta se metió a la ducha y se sentó un largo rato, dejando que el agua fría cubriera su cuerpo, si quería torturarse lo hacía de la manera más dura, y sobre todo estaba al borde de un colapso nervioso si es que su hermana Gabrielle no hubiese entrado en ese instante.

      No ver a su hermana después del incidente de su abuelo era de suponerse, era la preferida, pero lo que más la desconcertó fue no ver a Joe caminando por la casa, supuso que estaban en su habitación, pero el silencio no era bueno y menos con una histérica Natle rompiendo y maldiciendo a medio mundo por la muerte de su abuelo, pero el recibir la llamada de Anne diciéndole que sus padres estaban en el hospital ya que la liberación del cuerpo sería inmediata debido a que fue una muerte natural, un paro cardiaco le arrebato la vida al alegre y compasivo Michael además de decir que Joe estaría eventualmente con ellas.

      De pie frente a la puerta de su hermana, no supo si golpear o entrar, así que prefirió la segunda opción, abrió la puerta y entró, pero encontró la cama hecha y la habitación vacía, pegó su oído a la puerta del baño escuchando la ducha abierta, intentó tocar con sus nudillos, pero se arrepintió mordiendo su labio ante su nerviosismo, giró la perilla y abrió, dejando que la humedad del baño se disipara al entrar y ver a su hermana sentada en el suelo, con las rodillas recogidas, la cabeza gacha y bañándose con la ropa puesta era señal ya de locura, pura locura.

      —¡Por Dios! —se arrodilló ante ella, abrazándola con fuerza, no le importó mojarse, fue la primera vez que le abrazo, la primera vez en la que Gabrielle no seguía fines mezquinos y egoístas —¡Natle! ¿Qué estás haciéndote?

      —Es la primera vez que te importo —dijo en un leve sonido apenas audible.

      —Puede que no sea la hermana del año, pero ambas hemos perdido a alguien —cerró la llave del agua.

      —Nunca fuimos cercanas, por más que intentaba tenerte a mi lado, te alejabas, me odiabas, me odias.

      —No te odio, solo te envidio. No puedo ser como tú, esperar lo que tú esperas, tú conquistaste a Joe y él me gusto a mi primero pero se fijó en ti, pero aun entre mi envidia, sé que en algún momento en la única que podre confiar será en ti.

      —Sabes que siempre seré tu primera opción —Natle intentó reír, pero no pudo.

      —Bueno, esto no quiere decir que a partir de ahora saldremos como grandes amigas, solo necesitamos apoyarnos en este momento y cuando esto termine te detestaré como siempre.

      —Lo sé, claro que lo sé.

      Las luces tenues de afuera entraban por la ventana, acorraladas, convertidas en enemigas desde muy jóvenes, buscaron peleas, discusiones, ambas no deseaban terminar así, pero sus instintos las hicieron pelear una contra otra.

      Tuvieron opciones, pero aun así decidieron pelear, la adrenalina, las heridas que jamás se pudieron curar, ambas con promesas de ganar, pero ambas perdían al mismo tiempo que decidían luchar.

      Miaka sabía la triste historia, la misma historia que se repetía una y otra vez, entre siglos, entre milenios convertidos en historias sangrientas de un pueblo que jamás conoció la verdad ni los hechos, mentiras sobre el inicio, sin saber que ocultaron más que un simple hecho de traición, al verlas juntas, supo que era tan momentáneo como esa devoción que Natle tenía por el muchacho, Miaka cerró los ojos, él solo había apresurado las cosas, dando un motivo a Natle en que pelear, dándole algo con que mitigar el dolor y aumentar la ira, pero jamás pensó que conseguiría su propia destrucción.

      Estar listo era lo mejor, Jonathan había llamado a Joe pidiéndole ir por sus hijas, por un momento no deseo regresar a la casa, pero debía hacerlo, por más que deseaba darle espacio a Natle, algo complicaba las cosas y en un día cómo ese no podía permanecer lejos por más que lo intentara. Llegó a casa en su auto, estacionando y abriendo la puerta, pero como era de suponerse la estancia estaba vacía.

      Miaka giró sobre sus patas y volvió hacia la sala solo para encontrar a Joe, al verle decidió evitar que suba, necesitaba que ambas tuvieran un tiempo de consuelo para seguir con el rumbo destinado desde hace mucho tiempo —¡Ella estará bien! Esta con Gabrielle, creo que han dejado de lado su rivalidad para poder apoyarse —exclamó el gato.

      —Es lo mejor que puede hacer Gabrielle.

      —¿Cómo estás? —le preguntó.

      —Magullado, adolorido. Pero como siempre sobreviviré —se encogió de hombros, llevando sus manos a los bolsillos de su pantalón, bajando la mirada y viendo sus pies calzados en zapatos italianos.

      El СКАЧАТЬ