La herencia maldita. Nathan Burkhard
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Название: La herencia maldita

Автор: Nathan Burkhard

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ángeles Guardianes

isbn: 9788418616228

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СКАЧАТЬ como a una niña, una imposibilitada y torpe niña y eso la enfurecía.

      Ambos muchachos escoltaron a las jovencitas hacia sus autos, pero Natle sabía que Joe solo deseaba tiempo para darle un sermón, para hablarle de que las cosas pasaban por algo, él no tenía ni la mínima idea de sus temores, solo trataba de parecer pragmático más no deducía las distintas posibilidades que el inframundo tenía en sus planes.

      Tomando los paraguas, salieron resguardándose en la comodidad de los autos, el Aston Martín blanco de Joe estaba estacionado en la acera de enfrente, así que pisar la delgada capa de hielo formado en la pista no era una opción muy buena para Natle, así que olvidándose de sus magulladuras, le asió la cintura pegándola a su cuerpo, evitando que cayera.

      —Creo que puedo caminar yo sola —inquirió desdeñosa.

      Joe vio como Philip cerraba la puerta del copiloto con Gabrielle ya dentro, no dijo nada esos segundos hasta que vio a Philip alejarse —Por favor Natle, no hagamos una escena.

      —Estas tratándome como una imposibilitada, torpe e idiota —le reclamó gesticulando con la mano libre.

      Joe se pasó una mano por los cabellos, estaba agotándose su paciencia y compostura —¡Por el amor de Dios! Si eso es lo que demostraste ser ayer cuando pusiste en riesgo tu vida y la de otros —le gritó —Te expusiste, me expusiste, sabes cuánto riesgo hay en ello.

      —Nadie te pidió ayuda.

      Con un gesto despreciativo y desdeñoso le ordenó —Solo sube al auto.

      —Preferiría irme en taxi —sus ojos pardos expresaron más que enfado.

      Joe harto de su comportamiento le asió el brazo con rudeza, abrió la puerta del copiloto obligándole a entrar sin ningún miramiento —Si buscas una pelea en medio de esta situación, te equivocas si piensas por un momento que caeré en la treta más vieja que han utilizado las mujeres en el mundo.

      —Recuérdalo Joe, no tengo tanta experiencia en mujeres como tú —confirmó con amargura, entrando al auto.

      —Más vale que cierres la boca, Natle. Estas agotándome —cerró su puerta con un portazo que solo hizo estremecer a la joven pasajera.

      Corrió bajo la lluvia, guardando el paraguas y tomando su lugar en el volante, encendió el motor, pero el silencio, la evasión y el rechazo de Natle estaba haciéndole perder absolutamente la compostura, sin poder controlarse más, golpeó el volante con fuerza, mientras que su expresión era impenetrable —¡Maldición, Natle! ¿Qué quieres de mí? —gritó rígido de la furia ¿Qué mierda quieres?

      —No es el momento ni el lugar para hablar de ello —se negó a decir más.

      Cerró los ojos por un instante, echó la cabeza hacia atrás, con la mandíbula tensa y sobre todo el cuerpo en ebullición —Trato, solo trato de ayudar en un momento como este —volvió el rostro lanzándole una mirada llena de dureza.

      —No me mires así Joe. Con esa expresión confundida —intentó alejar las lágrimas.

      —¡Vamos Natle! Eres mejor que esto —gesticuló con las manos —Eres mejor que esto, te conozco a la perfección y el patético rol de chiquilla berrinchuda no te queda.

      —Pues te equivocas Joe. No te conozco del todo, ambos somos desconocidos —volvió el rostro hacia la ventanilla parpadeando resuelta a ahuyentar las lágrimas, sentía el dolor que le ocasionaba, pero debía alejarse por su bien —Podemos irnos ya. El clima empeorará.

      —Claro. Tu única preocupación es el clima —hizo los cambios, retrocedió y piso el acelerador.

      Natle sintió nuevamente esa sensación en su interior, cerró los ojos tratando de detener el tiempo, pero cuando los volvió a abrir, sus ojos habían hecho el cambio nuevamente, formó puños con sus manos, clavando sus uñas en sus palmas, sintiendo como la carne era cortada ante la fuerza de su agarre, necesitaba controlarse, regresar al pasado, corregir errores y poder elegir qué vida llevar y evitar la cruel matanza que sus ojos y corazón miraba y presagiaban, pero solo lograba tener náuseas ante los recuerdos, sabía perfectamente que la muerte de su abuelo no fue algo circunstancial, más bien era la premeditación de un demonio que obtener el poder que supuestamente ella resguardaba como protectora de un legado antiguo, pero no, estaba equivocado, ella no tenía el poder, era una simple chica, con los dones de sus padres, pero nada más eso, no había poderes extra, no había secretos.

      Las luces traseras de Joe como consecuencia se reventaron, pero ante la velocidad del auto, Joe no pudo sentir la explosión y ver como los vidrios corrían suspendidos por el aire, cuando sintió un pequeño desfogue de su poder, sus ojos volvieron a ser pardos y no ese color brillante y sombrío.

      Miaka guardó silencio ante la pieza faltante, sabía muy bien que si Natle se enteraba, le echaría la culpa, ya que había arriesgado la vida de un pobre viejo que nada tenía que ver en una guerra ficticia para el mundo, pero una guerra de siglos en un mundo destruido.

      Michel se culpó de aquella muerte, odiando cada capítulo en el que las cosas salían de control por una sola persona, por Natle, canalizó su ira, su enojo, su frustración en la joven, lamentando haberla encontrado hace años atrás. Se les advirtió de peligros, de muertes inminentes, de sucesos que ni el hombre podía parar, ella acepto por tener hijas, acepto sin saber en qué se metía, pero entendió que su elección le estaba pasando una factura demasiado alta.

      El camino fue corto a comparación de las demás rutas a las cuales estaba acostumbrada, pudiendo ver a lo lejos la gran torre de la iglesia que llevaba por un gran camino a varias tumbas, entre ángeles e imágenes santas, trataba de no mirar más.

      Philip había llegado minutos antes, mientras que Joe, buscó un lugar para poder aparcar, apagó el motor, pero mantuvo la puerta cerrada, suspiró ante su amargura e inseguridad, volviéndose hacia Natle, quien aún estaba inerte mirando por la ventanilla —¡Natle! —le habló.

      —¿¡Qué!? —inquirió ella sin volverse.

      —¡Mírame! —Ordenó al recordar el color de sus ojos horas atrás, ella lo hizo, observando aquellos ojos azules que tanto amo —Lo siento, amor. En verdad, siento ser duro contigo, es que no puedo controlarme últimamente —Natle quiso apartar el rostro, pero no se lo permitió, sintiendo el cálido roce de sus dedos tomar su mentón, obligándola a girar.

      —¿Qué quieres Joe? —preguntó en tono dolido.

      —Sé lo mucho que te duele, sé que fui duro en tratar de decirte las cosas que suceden, pero no puedo permitir que te alejes de mí. Por el simple hecho que no solo es un estúpido enamoramiento de colegio ¡Te amo, Natle! Yo, te amo con tanta fuerza que duele. Te protegeré, cueste lo que cueste.

      —¿Por qué estás haciéndome esto Joe? — preguntó con voz rota por las lágrimas.

      Sin poder aguantar más, tomó su rostro entre sus manos, enjugando sus lágrimas con sus pulgares —Lo lamento. Lo lamento, sé que este no es el mejor momento para decirte lo que siento, pero debo decirlo porque lo siento muy adentro —se llevó una mano al pecho —Siento aquí adentro que te perderé después de hoy y eso me enloquece, me enloquece.

      —No puedes perder nada Joe.

      —Te suplicó que no digas que no puedo perder algo que jamás tuve. Sí te tuve, te tengo y no dejaré ni que СКАЧАТЬ