Los santos y la enfermedad. Francisco Javier de la Torre Díaz
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Los santos y la enfermedad - Francisco Javier de la Torre Díaz страница 12

Название: Los santos y la enfermedad

Автор: Francisco Javier de la Torre Díaz

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9788428835091

isbn:

СКАЧАТЬ una antropología integral de lo físico y lo espiritual;

      • en el aspecto físico, el primer interés está en un cuerpo sano y fuerte, capaz de afrontar la vida normal de la comunidad;

      • la salud del espíritu es importante;

      • la atención a las diferentes condiciones de salud que conllevan diferencias en el trato no se han de convertir en problema social dentro del monasterio 124;

      • las diferencias entre débiles y enfermos y su curación;

      • la importancia del oficio de enfermero;

      • la responsabilidad y la objetividad del médico.

      5. El aspecto espiritual y trascendental

      El tema de la salud, el salus corporis y también el salus animae 125 son importantes dentro de una visión integral de la misma. Además, una buena salud es algo relacionado con la vida eterna y, por este motivo, usé mucho los términos médicos para explicar la salvación espiritual 126. En un sermón dije: «En verdad, quien se desea salud del cuerpo mediante la que no progrese el ánimo, inquilino del cuerpo, desea algo vano» 127. Reflexioné sobre este tema y cómo Dios médico puede curarnos: es que «todas las dolencias y enfermedades que pueda padecer un ser humano son símbolo de las desgracias espirituales y del pecado» 128.

      De hecho, «suponte que te has puesto en manos de un médico y que estás enfermo […] Recién llegado te agradó dar el paso y pedir al médico un trago de vino. No se te prohíbe pedirlo; puede darse que no te haga daño y hasta te convenga tomarlo. No dudes en pedirlo; pídelo sin vacilar; pero, si no lo recibes, no te entristezcas. Si esto se da con el médico corporal, ¿cuánto más con Dios médico, creador y restaurador tanto de tu cuerpo como de tu alma?» 129. Este diagnóstico del médico es un modo de hablar de la función pastoral como un asistente médico. «Los pastores de las comunidades eclesiales no comparten la competencia y el dinamismo del médico divino, como sí es el caso con el poder divino […] donde los pastores locales comparten la dimensión pastoral de Cristo» 130.

      Existe el programa de asistencia médica de Dios, donde Cristo es el médico, la medicina y la salud. «La primera dispensación de nuestro Señor Jesucristo es, pues, medicinal, no judicial, porque, si hubiera venido primero a juzgar, no habría encontrado a nadie a quien pagar los premios de la justicia» 131.

      Y la visión de Cristo es de hombre y Dios también en este tema: «Si dijeses que Cristo es solo Dios, niegas la medicina que te ha sanado; si dijeses que Cristo es solo hombre, niegas la potencia que te ha creado. Por tanto, mantén un alma fiel y corazón católico; cree una y otra, confiesa fielmente una y otra. Cristo es Dios, asimismo Cristo es hombre» 132. Por tanto, «si la medida de la salud se toma de Cristo; si la salud de Cristo se caracteriza por no necesitar nada, cuanto menos se necesite, de más salud se dispone» 133.

      Siempre expresé la importancia de la unidad en nuestras vidas, en la Iglesia y en muchos otros temas, y, por tanto, también identifiqué la salud con la unidad 134, donde «la función mediadora del cuerpo es la unidad en el hombre de cuerpo y alma» 135. «La esencia de la enfermedad [aegritudo], sea física o espiritual, es una ausencia de esa unidad. Hay salud del cuerpo cuando existe un orden equilibrado entre sus partes» 136. Y por eso decía antes que la enfermedad del cuerpo tiene su fuente en la falta de equilibrio y unidad. La vida tiene que estar bien ordenada. «La paz del cuerpo es el orden armonioso de sus partes. La paz del alma irracional es la ordenada quietud de sus apetencias. La paz del alma racional es el acuerdo ordenado entre pensamiento y acción. La paz entre el alma y el cuerpo es el orden de la vida y la salud en el ser viviente» 137.

      Mas, como suele acontecer al que cayó en manos de un mal médico, que después recela de entregarse en manos del bueno, así me sucedía a mí en lo tocante a la salud de mi alma; porque no pudiendo sanar sino creyendo, por temor a dar en una falsedad rehusaba ser curado, resistiéndome a tu tratamiento, tú que has confeccionado la medicina de la fe y la has esparcido sobre las enfermedades del orbe, dándole tanta autoridad y eficacia 138.

      Al mismo tiempo, en un plano espiritual afirmé con claridad: «Desprecia la salud: tendrás la inmortalidad» 139.

      6. Christus medicus

      Para mí, Cristo es el médico, y yo, el paciente 140. Este tema del Christus medicus no es para mí un ejercicio académico, sino una oración personal con mi médico íntimo 141. El amor es una fuente de curación, es la salud en sí misma, donde la caritas es igual a la sanitas: «Es necesario […] que entre en primer lugar el temor, a través del cual tenga acceso la caridad. El temor equivale a la medicación, la caridad, a la salud» 142.

      Cristo es el medicus humilis que cura las heridas del pecado 143. La humildad del médico es el gran antídoto contra el tumor del orgullo 144, que es la madre de todo pecado 145. Al mismo tiempo, nuestras heridas podrán ser grandes y numerosas, «aunque más grande es tu medicina» 146. Por tanto, «vino el médico [Cristo] a visitar a los enfermos, ofreció el camino, se alargó hasta los peregrinos. Dejémonos salvar por él, caminemos por él» 147. Y por encima, la muerte del Médico es verdadera medicina 148.

      Asimismo, en el Tratado sobre el evangelio de san Juan decía que Cristo es la personificación del Buen Samaritano, así como la Iglesia es la posada para la curación:

      Maltrechos, roguemos al Médico, seamos llevados a la posada para ser curados. Quien, en efecto, ha prometido la salud es el que se compadeció del dejado medio vivo en el camino por los bandoleros; derramó aceite y vino, curó las heridas, lo levantó hasta el jumento, lo condujo a la posada, lo encomendó al posadero. ¿A qué posadero? Quizá al que dijo: «Desempeñamos una embajada en lugar de Cristo». También dio dos monedas para gastarlas en curar al herido; quizá esos mismos son los dos preceptos en que se basan la Ley entera y los Profetas. También, pues, hermanos, la Iglesia, en que el maltrecho es sanado durante este tiempo, es posada de caminante; pero esa Iglesia misma tiene arriba la heredad del propietario 149.

      También en un sermón repetí este asunto:

      Recordáis, amadísimos, cómo aquel hombre al que los ladrones hirieron y dejaron medio muerto recibió el alivio del aceite y el vino vertidos sobre sus heridas. Sin duda ya se le ha concedido el indulto por su error, pero, no obstante, aún recibe cura su enfermedad en la posada. Esa posada, si lo advertís, es la Iglesia 150.

      7. Una palabra para la situación presente

      Todos los que trabajan en la Iglesia, que es la posada, tienen que servir a todos los miembros, especialmente los débiles 151. Dios está servido en la persona. Cristo esta todavía aquí en los necesitados, él habita todavía en el mundo, en los enfermos y en la prisión 152.

      Para los médicos y los profesionales sanitarios tengo esta palabra sobre la confianza mutua. En la encarnación, Dios tomó la iniciativa de ganarse la confianza de los seres humanos bajando para ser más accesible a todos y haciéndose vulnerable hasta la muerte en la cruz. Por tanto, los agentes pastorales no tienen que perder la confianza de los pacientes 153.

      Las comunidades tienen que ser como lugares de curación donde no se esconden nuestras heridas, donde la presencia de Christus medicus irradia de dentro afuera. La comunidad СКАЧАТЬ